Jaime Ballester (2013) |
Este breve capítulo continúa desarrollando el tema del
capítulo anterior. Pinocho, sin padre y sin grillo, sin lazo que le una a nadie
ni responsabilidad alguna, es dueño de una casa vacía. En el lugar al que él ha
querido ir no hay nada que le satisfaga.
La necesidad natural, el hambre, consume toda la atención de
Pinocho, reclama todas sus fuerzas y posibilidades. Nada queda de aquel mundo
maravilloso de diversión y gozo que buscaba. Nada. Ni siquiera el recuerdo. Persiste,
eso sí, la sentencia y la realidad del grillo. No encuentra el bien en el mundo
porque él no ha sabido dirigirse adecuadamente; y, ya lo vimos, reconocer la
culpa, asumir el error, no resuelve la situación en la que se está. No siempre.
No automáticamente, al menos.