Aires nuevos en los institutos
Manuel
Ballester
Hay cosas tan evidentes,
tan obvias, que parece mentira que no las veamos hasta que alguien las señala.
Después, sí, para siempre claras y todos de acuerdo.
Recuerdo, pongo por caso,
siendo yo estudiante en el instituto Floridablanca a un profesor de hablar
sosegado que aprovechaba las pausas en la explicación para echar una caladita a
uno de los varios cigarros que caían a lo largo de la clase. Los que tienen una
cierta edad recordarán eso, recordarán cuando el humo parecía no molestar, ni
ser perjudicial para la salud, ni nada. Increíble, ¿verdad?
Quiero señalar un par de
evidencias de este tipo.