«¿Qué es una ideología? Es una triple dispensa: dispensa
intelectual, dispensa práctica y dispensa moral. La primera consiste en retener
sólo los hechos favorables a la tesis que se sostiene, incluso en inventarlos
totalmente, y en negar los otros, omitirlos, olvidarlos, impedir que sean
conocidos. La dispensa práctica suprime el criterio de la eficacia, quita todo
valor de refutación a los fracasos. Una de las funciones de la ideología es,
además, fabricar explicaciones que los excusan. A veces la explicación se
reduce a una pura afirmación, a un acto de fe: “No es al socialismo al que se
deben imputar las dificultades encontradas en su desarrollo por los países
socialistas”, escribe Mijaíl Gorbachov en su libro Perestroika, publicado en 1987. Reducida a su armazón lógica, esta
frase equivale a esto: “No es al agua la que se deben imputar los problemas de
la humedad que se plantean en los países inundados”. La dispensa moral abole
toda noción de bien y de mal para los actores ideológicos; o más bien, el servicio
de la ideología es el que ocupa el lugar de la moral. Lo que es crimen o vicio
para el hombre común no lo es para ellos. La absolución ideológica del
asesinato y del genocidio ha sido ampliamente tratada por los historiadores. Se
menciona menos a menudo que santifica también la malversación, el nepotismo, la
corrupción. Los socialistas tienen una idea tan alta de su propia moralidad que
casi se creería, al oírlos, que vuelven honrada a la corrupción cuando se
entregan a ella, en vez de ser ella la que empaña su virtud cuando sucumben
ante la tentación»,
Jean-François Revel, El
conocimiento inútil