lunes, 7 de julio de 2025

El Hobbit: una vida que se narra

 



El Hobbit: una vida que se narra

 

 

Manuel Ballester

 

 

Hay momentos en los que somos como hobbits. Días en los que todo está bien. La comida, los amigos, el paseo, el libro, el café… Momentos de calma, de disfrute simple. Y está bien que existan. Tolkien lo entendió perfectamente y convirtió ese estado de ánimo en un personaje: el hobbit.

En realidad, fue el hobbit quien lo encontró a él. Un día, corrigiendo exámenes, Tolkien se topó con una hoja en blanco y escribió, sin pensarlo: “En un agujero en el suelo vivía un hobbit”. Esa frase lo obligó a preguntarse: ¿qué es un hobbit? ¿Por qué vive bajo tierra? ¿Qué historia tiene? Así nació El Hobbit, una narración sobre el viaje de Bilbo Bolsón, y también sobre el nuestro.

La historia arranca con un personaje que no quiere salir de casa. Y con razón: el hogar es cómodo, predecible, agradable. Pero llega una llamada: Gandalf lo elige para una aventura que no le interesa. “Las aventuras, dice Bilbo, son cosas molestas que retrasan la hora de la cena”.

¿Por qué salir, entonces? ¿Por qué dejar el paraíso de la comodidad? Hegel decía que el paraíso es un jardín para animales, sin conciencia, libertad ni historia. Sin conflicto, sin crecimiento. La vida humana, en cambio, necesita transformación. Y eso sólo ocurre cuando salimos del agujero, cuando dejamos la zona de confort.

El viaje de Bilbo es también un viaje interior. Se enfrenta a dragones, orcos, arañas... pero sobre todo se enfrenta a sí mismo. Descubre su valor, su ingenio, su capacidad de actuar con coraje. Descubre que él es más de lo que creía. Y no lo hace solo. Tiene ayuda, compañía, guía. No camina por sus propios méritos, sino porque hay un plan mayor. Hay un sentido.

Al volver, Bilbo escribe su historia. Y eso lo cambia todo. Porque lo vivido cobra forma. Y sentido. El Hobbit no es sólo una aventura fantástica. Es un canto al viaje como transformación. Al regreso como redescubrimiento. A la vida como relato.

Porque no somos un verso suelto. Somos parte de un poema mayor.

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