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lunes, 20 de enero de 2025

El Principito y la soledad moderna

 




El Principito y la soledad moderna



Hay momentos en la vida en que experimentamos de un modo vivo y doloroso nuestra soledad.

Incluso rodeados de compañeros, amigos o familiares, a veces nos sentimos profundamente solos.

Si no me equivoco, la sensación de no tener a nadie con quien hablar verdaderamente es el tema central de El Principito. Se trata de un rasgo típicamente moderno: la carencia de conexión auténtica con los demás.

En El principito, el símbolo de la soledad es el desierto. Ahí ocurren los acontecimientos, encuentros y enseñanzas fundamentales.

miércoles, 17 de abril de 2024

Demian, guía para la elección del destino

 

Demian, guía para la elección del destino

 


 

 

Manuel Ballester

 

 

Es frecuente pensar que triunfar en la vida tiene que ver con la autenticidad, con ser fiel a uno mismo, a lo que brota de nuestro interior.

Herman Hesse toma ese punto de partida para mostrar que el asunto de cómo hay enfocar la vida no es tan sencillo. Abre así su célebre Demian:

«Tan sólo quería intentar vivir lo que surge de mí ¿Por qué tenía que resultarme tan difícil?».

jueves, 11 de abril de 2024

Soledad y madurez

Madurar, crecer, supone alejarse del hogar protector para conquistar el mundo exterior.

Eso puede hacerse renegando del origen (“matar al padre” lo llama Freud) o asumiendo la tradición para vivificarla y vivir de la riqueza que nos han legado. En el primer caso, se siente el desarraigo (l’enracinement, que diría Weil); en el segundo, las raíces profundizan y permiten que las ramas lleguen más lejos.

Algo de esto le entiendo a Hesse:

«Todo el mundo tiene que dar el paso que le separa de su padre y de sus profesores; todo el mundo tiene que sentir algo de la dureza de la soledad, aunque la mayoría de la gente no puede soportarla mucho y pronto vuelve a esconderse;

Jeder muß einmal den Schritt tun, der ihn von seinem Vater, von seinen Lehrern trennt, jeder muß etwas von der Härte der Einsamkeit spüren, wenn auch die meisten Menschen wenig davon ertragen können und bald wieder unterkriechen»,

Hesse, Demian, 152

viernes, 20 de octubre de 2023

Compañía

Las necesidades básicas, las que manifiestan la vulnerabilidad esencial del ser humano, brotan siempre.

Cada hombre y cada tiempo intenta satisfacerlas de un modo un otro, con mayor o menor acierto.

Algo de esto le entiendo a Houellebecq cuando dice de su personaje que

«sintió necesidad de compañía; algo que le diera la bienvenida al volver cada tarde. Eligió un canario blanco, un animal tímido»,

Houellebecq, Las partículas elementales, I, 1

jueves, 19 de octubre de 2023

La soledad en Occidente

Vivimos tiempos extraños.

Occidente ha alcanzado unos niveles de libertad y prosperidad inéditos en la historia de la humanidad.

El hombre occidental no parece contento con estos logros.

Algo de esto le entiendo a Houellebecq cuando escribe con tono retrospectivo que nuestros contemporáneos se pasaron «la vida en medio de la soledad y la amargura. Los sentimientos de amor, ternura y fraternidad humana habían desaparecido en gran medida; en sus relaciones mutuas, […] casi siempre daban muestras de indiferencia, e incluso de crueldad»,

Houellebecq, Las partículas elementales, Prólogo.

viernes, 12 de mayo de 2023

Una guerra en la que no hay retaguardia: Houellebecq





Una guerra en la que no hay retaguardia: Houellebecq


 

 

Manuel Ballester

 

 

La vida es lucha. Lo dice Job y lo sabemos por experiencia. Así son los días del hombre sobre la tierra.

Houellebecq (1956) lo da por sabido y describe qué tal le va al hombre contemporáneo en la batalla. Mal, le va mal: «Fracaso, fracaso por todas partes».

lunes, 9 de mayo de 2022

Pedro es Páramo

 




Pedro es Páramo

 

 

 

Manuel Ballester

 

 

«Dios mío, ¡Qué solos se quedan los muertos!». La célebre rima de Bécquer resuena hondo. Porque tememos la soledad y nos sobrecoge la muerte.

La muerte significa que se nos ha acabado el tiempo. La soledad significa que ya nadie nos oye ni nos habla.

Así parecen ser las cosas realmente. Juan Rulfo (1917-1986) plantea otra realidad. Lo hace con una novela breve en la que hay muertos que nos hablan, y que hablan entre ellos porque no están solos; es más, siguen habitando en Comala, el pueblo en el que pasaron su tiempo vital y que ahora los retiene en una duración que no es la de los hombres en la tierra ni la de los santos en el cielo.

domingo, 22 de noviembre de 2020

Juan Salvador Gaviota vs Jonathan Livingston Seagull

 


Juan Salvador Gaviota: Volar y vivir, conocer y amar

 

 

 

Manuel Ballester

 

 

Richard Bach (1936) es conocido fundamentalmente por la célebre Juan Salvador Gaviota (Jonathan Livingston Seagull: a story, 1970), novela en la que funde exitosamente las ideas de vuelo y vida. Vivir es volar. Volar como todos, como cualquiera de la bandada, es vivir mediocremente. Es un mensaje que caló hondamente y obtuvo amplio eco. Porque es una llamada a la autenticidad, a descubrir en nuestro interior la invitación a la excelencia.

sábado, 26 de septiembre de 2020

 


La vida dichosa, entre la tristeza y la felicidad

 

 

 

Manuel Ballester

 

 

Françoise Sagan (1935-2004) obtuvo celebridad con la novela Buenos días, tristeza (1954) que pronto fue llevada al cine por Otto Preminger (1958). Sagan es una excelente narradora que cautiva con un estilo directo, agudo, descuidado, propio de una fiesta elegante.

La obra se abre con unos versos del poema La vie immédiate (Paul Éluard, 1932) que son tremendamente significativos en cuanto que la “vida inmediata” es el ambiente en que se mueven los personajes de Sagan. Se trata de un estilo de vida articulado sobre lo agradable. Así comienza la obra:

«Aquel verano yo tenía diecisiete años y era completamente feliz. Los “otros” eran mi padre y Elsa, su amante». Pronto reciben la visita de Anne, una antigua amiga de la difunta madre de la narradora (Cécile). Los personajes encarnan dos modos de vida, dos sentimientos vitales básicos: el “nuestro” (padre e hija), la vida inmediata caracterizada por la superficialidad o mundanidad, y el que representa Anne, una “femme de tête”, una mujer sensata.

Céline percibe pronto que Anne pudiera estar enamorada de su padre. En cierto sentido, la obra puede leerse como la rebelión de una consentida ante una aspirante a madrastra. Pero es, también, algo más hondo en cuanto que permite contraponer ambos modos de entender y sentir la vida.

Con elegancia, sin estridencias, Anne va mostrando la insustancialidad de la vida inmediata. Así lo ve Céline: «Vislumbré […] una vida equilibrada de pronto por la inteligencia, el refinamiento de Anne, esa vida que le envidiaba». Céline se ilusiona. Ve viable un nivel de existencia cualitativamente superior. Anne les convertiría en dos personas civilizadas, bien educadas y… felices «porque Anne nos haría ser felices».

Céline se siente atraída por ese estilo de vida superior pero ve también que tendrá que esforzarse para vivir así. Porque mientras que la vida inmediata disfruta pasivamente de los placeres sencillos que se ponen a su alcance, la felicidad que Anne propone supone una actitud activa. Céline decide entonces que la grandeza le viene grande y dedica sus esfuerzos a alejar a Anne y su padre. Por el camino proporciona interesantes puntualizaciones. Veamos alguna de ellas.

«Mi padre y yo, para estar interiormente tranquilos, necesitábamos la agitación exterior», dice Céline. La calma puede hacer consciente de la insuficiencia de ese gozoso estilo de vida ¿acaso vivir gozosamente no es la inconsciente aspiración de toda vida animal? ¿acaso no puede, no debe, el hombre aspirar a algo más? Anne irrumpe en esa vida inmediata mostrando su insuficiencia y la posibilidad de una vida mejor, plenamente humana, con una alegría lograda conscientemente. Una vez se ha entendido esto, la vida inmediata no será ya la inconsciencia animal sino fruto de una opción: «no se trata ya de hallar una respuesta sino de esperar a que la cuestión deje de plantearse» (Dans un mois, dans un an).

Quien vive la vida inmediata aspira a llenar su vida de amantes que van sucediéndose, de encuentros sexuales galantes, mundanos y episódicos en el clima de «un desenfadado cinismo sobre las cosas del amor». Pero ese enfoque vital tiene un coste: Agitarse tras los amores, sin hallar el amor. Recibir pasivamente placeres, pero sin conquistar activamente su felicidad. Permanecer en la superficie de las cosas y de su vida sin lograr extraer la riqueza que anhela y presiente. En definitiva, permanecer solo, aburrido, sin esperanza porque hay una negativa a afrontar las exigencias que lo humano comporta. Y hay, por eso mismo, una traición a lo que significa ser persona, a lo en el fondo somos.

Anhelamos el amor. Hemos de hacernos capaces de amar. Hemos de hacernos dignos de nuestra mejor posibilidad que, lo sabemos, no es solitaria. Porque el amor remite al amado. Porque el hombre es un ser de encuentro, un nudo de relaciones. La mirada amorosa es una clave importante; así lo recoge Sagan cuando señala que «habría que ser amado y amarse muy cálidamente a sí mismo para ser feliz» (Un certain sourire).

 

Publicado en Aleteia el 6 de septiembre de 2020 :

https://es.aleteia.org/2020/09/06/la-felicidad-verdadera-no-es-solo-un-don-es-una-conquista-personal/

 

martes, 22 de septiembre de 2020

El principito y otros textos sobre lo que nos pasa

 

 


El principito y otros textos sobre lo que nos pasa

 

 

 

Manuel Ballester

 

 

¿Cómo pudo el hombre llegar a la barbarie que contemplamos durante la II Guerra Mundial? Se han estudiado las causas económicas, sociales, políticas e ideológicas.

Hay notables intentos de comprensión entre los que cabría destacar los tres volúmenes de Los orígenes del totalitarismo (1951) de Hannah Arendt (1906-1975). La misma autora deja una obra capital para entender no ya la ideología sino el alma del hombre al que la ideología ha despersonalizado. Me refiero a Eichmann en Jerusalén: un estudio sobre la banalidad del mal (1963). Eichmann es un típico hombre moderno, afable con sus vecinos, cariñoso con su familia, eficaz en su trabajo, que consiste en organizar el transporte de prisioneros judíos hasta los campos de concentración. Eichmann es un hombre moderno, un hombre en el que la esfera ética y la técnica no se cruzan. Eichmann es un hombre moderno, un hombre sin alma; afable y cariñoso, pero en el que se ha atrofiado esa parte del alma donde se distingue el bien y el mal.

La judía Hannah Arendt apunta al alma del hombre moderno como causa profunda de estos acontecimientos terribles. En ese mismo sentido se mueven un par de obras a las que voy a referirme. Escritas el mismo año (1943) en plena guerra: L’enracinement de la también judía Simone Weil (1909-1943) y El principito.

Saint-Exupéry (1900-1944) tiene el enorme acierto de conjugar una exposición amable, con imágenes muy sugerentes que denotan una calidad literaria notable, con un nivel de comprensión tremendamente profundo.

Fijémonos en algunos aspectos relevantes.

Comienza estableciendo distinciones. Entre niños y adultos, entre boa abierta y boa cerrada, entre quienes saben de números y quienes disfrutan de la vida… Hay niveles de escritura y niveles de comprensión del mundo y de la vida. En El Principito hay un eco de la profunda reflexión de su autor pero no en torno a la guerra sino acerca del alma del hombre que es conducido al campo de batalla.

La crispación que acaba estallando como conflicto bélico tiene raíces profundas; la guerra muestra un malestar en la cultura; la humanidad europea no entendió que la I Guerra fue un aviso de que el “hormiguero humano” había perdido enormes prerrogativas y se hallaba tan desorientado existencialmente que incluso ignoraba lo que había perdido. Por decirlo brevemente: el hombre ya no sabe qué significa ser hombre, ha olvidado qué le eleva y qué le destruye.

El Principito muestra que hay que hacerse consciente de nuestras carencias. Primer paso en la dirección correcta: él ama a la rosa; la rosa lo ama pero ¡no es suficiente! Al animal le basta seguir sus impulsos. El hombre siente hambre pero tiene que aprender qué es alimento y qué es tóxico; es bípedo, pero tiene que aprender a andar; y a hablar y a pensar. El “dejarse llevar” vale para los animales, pero los hombres no somos así. El Principito tiene que partir, porque “era demasiado joven para saber amar” o, lo que es lo mismo, tiene que “salir de sí” para encontrar al otro: sólo así aprenderá a amar y sólo así su vida tendrá sentido. Toda la historia del Principito tiene ese leit motiv: aprender a amar, aprender a vivir. Porque la vida humana valdrá la pena y tendrá sentido cuando sea vivida desde el amor.

No basta ser consciente de las propias carencias. También hay que identificar los caminos equivocados. Visitará mundos, estilos de vida, articulados sobre estrategias de dominación (el rey) u organizados sobre los vértigos del conocimiento (el geógrafo), del placer (el borracho), del trabajo (el farolero)…

Dicho de otro modo: para vivir humanamente, hay que construir creativamente la relación con el mundo, con las ideas y con las personas. Y al recorrer los distintos planetas, al iniciar su proceso de formación, descubre la necesidad de tomar distancia y aprender de cómo les va a los otros. Ninguno de esos modos de encarar la vida proporciona una vida plena. Por tanto, por extendidos que estén entre nosotros, no es así como se logra dotar a nuestra vida de valor y sentido.

El zorro, símbolo de la sabiduría, muestra cómo ha de construirse la relación que nos hace humanos. Se trata de la amistad, la relación que se abre al otro para aceptarlo, valorarlo, quererlo. Muestra, así, cuál es la dirección.

Saint-Exupéry y Simone Weil coinciden en la visión del problema de fondo. Simone lo expresa en un ensayo. Su tono es de una lucidez y honestidad implacables, como fue el tono vital de su autora.

Simone Weil fue activista política, albergó a Trostky en París cuando huía de Stalin pero, sobre todo, fue una persona radical, honda y honestamente radical.

En L’enracinement Simone levanta acta de que la otra cara de la moderna conquista de la autonomía e independencia es el aislamiento y la soledad. El hombre moderno se piensa a sí mismo como un individuo que no debe nada a nadie, que no posee más relaciones que las que él elije y mientras él las consiente. El hombre moderno se siente así: dueño de sí y de su destino. Pero es falso. Somos hijos (no todos somos padres, pero todos somos hijos) y esa es nuestra primera relación; tan fundamental que una mala vivencia de la relación con los padres hace de nosotros carne de psicólogo.

El individuo carente de relaciones esenciales, sin raíces, más que el señorío y dominio sobre la propia existencia, siente el vacío, la carencia de vigor que viene de las relaciones auténticas. Y lo suple integrándose en rebaños de diversa condición: es el hombre-masa, carne de manipulación, ingrediente de todos los colectivismos, tonto útil de las ideologías que saben galvanizarlos, carne de cañón, en suma, de cualquier ejército para no importa qué guerra.

El hombre es un nudo de relaciones (Saint-Exupéry), debe descubrir qué raíces le aportan vitalidad y aspirar confiadamente a lo más alto porque está profundamente arraigado (Weil), así tendrá criterio para calibrar la gravedad del bien y del mal (Arendt).

Una vez localizada la amenaza, podemos trabajar en la sanación. Los autores citados señalan que el hombre moderno construye su vida desde una falsa comprensión de sí mismo. Arendt señala un grave síntoma, el Principito alude a caminos errados y vías de plenitud, mientras que en Weil encontramos una rigurosa llamada a volver a la senda correcta.

Hemos nacido porque hemos sido amados. Esa es la relación correcta, el criterio adecuado para valorar las acciones, la raíz que da plenitud a nuestra vida. Al final de la jornada seremos examinados en el amor, es decir, será patente si hemos vivido con autenticidad, según nuestra verdadera plenitud.

 

 

 

Publicado en Aleteia el 22 de agosto 2020

https://es.aleteia.org/2020/08/22/el-principito-y-otros-textos-sobre-lo-que-nos-pasa/

viernes, 25 de noviembre de 2016

«en el mundo cada vez más colectivizado en que vivimos, toda comunidad real parece cada vez más inconcebible. […] Los procesos de atomización y colectivización, lejos de excluirse, como creería una lógica superficial, marchan a la par, y no son sino los dos aspectos esencialmente inseparables de una misma desvitalización»,

Gabriel Marcel, El misterio del ser

martes, 14 de octubre de 2014

Masa

«La característica principal del hombre-masa no es la brutalidad y el atraso, sino su aislamiento y su falta de relaciones sociales normales»,

Hannah Arendt, Los orígenes del totalitarismo.

domingo, 6 de abril de 2014

Trabajo-Soledad

Crear mundos, personajes e historias utilizando las palabras como herramientas es una actividad que sólo puede llevarse a cabo en soledad.

M. Asensi, El último Catón.