El rey Lear o la importancia de la tragedia
Manuel Ballester
Grecia aporta a la civilización el pensamiento racional, el concepto; la filosofía, en suma. Pero no es menos cierto que aporta la tragedia. Pensemos
en Esquilo, Sófocles o Eurípides.
El hombre aspira a comprender el mundo, a entenderse a sí
mismo, a captar el sentido de su vida. Y la filosofía lleva a cabo un
acercamiento conceptual a esta aspiración humana. La tragedia responde al mismo
anhelo pero lo hace de otro modo.
El espectador de la tragedia se sitúa ante una acción que
puede formar parte de su vida, de la vida de cualquiera. Porque la tragedia, al
decir de Aristóteles, es en primer lugar mímesis,
imitación de la vida.
Entre los modernos, quizá nadie como Shakespeare (1564-1616)
ha desarrollado el género trágico de modo tan admirable. Fijémonos en una de
sus obras: El rey Lear (The Tragedy of King Lear, 1603).