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martes, 11 de febrero de 2025

Novela, vida, eternidad

 






Novela, vida, eternidad

A propósito de Cómo se hace una novela, de Unamuno

 

 

 

Todos los seres intentan alcanzar la eternidad. Cada uno lo intenta a su modo, que no es lo mismo una rosa que un hombre. Para inmortalizarnos hacemos lo que hacemos, unos sabiéndolo y otros sin sospecharlo siquiera. Pero en ese ambiente nos movemos, existimos y somos. Al menos, así lo plantea Aristóteles. Y, si acierta, entonces habrá que decir que tanto quien escribe novelas como quien las lee, el autor y el lector, hacen lo que hacen movidos por el anhelo de trascendencia.

Saber qué nos mueve, tener claro el fin, es mucho. Pero, aún compartiendo el mismo destino, los corazones de los hombres recorren muchos y variados caminos, cada uno marcado por sus propias pruebas y maravillas. La vía que nos ocupa ahora, siguiendo al desterrado Unamuno (1864-1936) es la novela y la vida (si es que, al final, no son lo mismo).

miércoles, 5 de febrero de 2025

El guion de la vida: ¿autor o intérprete?

 




El guion de la vida: ¿autor o intérprete?

 

 

Manuel Ballester

 

Según una etimología que tiene todas las trazas de ser sólida, la palabra persona tiene sus orígenes en el ámbito teatral. Tradicionalmente, los actores utilizaban máscaras no sólo para amplificar sus voces y asegurarse de ser vistos y oídos, sino también para revelar visual y auditivamente los rasgos y el carácter del personaje representado. De esta forma, la máscara funcionaba como un dispositivo para “sonar a través” (per-sonare). Y de ahí, de per-sonar, surgiría el nombre persona.

A estas alturas, a nadie le extraña que consideremos el mundo como teatro y que cada persona es lo que es en función del papel que le ha tocado en el reparto. Quizá La vida es sueño (1635) de Calderón sea uno de los lugares donde con mayor claridad, rigor y belleza se ha profundizado en este punto.

jueves, 31 de octubre de 2024

Azorín, modernidad y voluntad

 




Azorín, modernidad y voluntad

 

 

 

Manuel Ballester

 

 

El año 1902 conoció la publicación de cuatro novelas destacables: Sonata de otoño (Valle-Inclán), Amor y pedagogía (Unamuno), Camino de perfección (Pío Baroja) y La voluntad (Azorín). Buena parte de las dos últimas transcurren en Yecla.

En el presente texto nos centraremos en La voluntad. El autor firma como José Martínez Ruíz. El personaje central es Antonio Azorín, todo un símbolo; de su época, de su generación, del modo de ver el mundo de su autor; de ahí que más adelante Azorín sea adoptado como seudónimo. Incluye la novela una serie de cartas de gran interés dirigidas a Pío Baroja.

En La voluntad late el espíritu de la generación del 98, la sombría concreción española del pensamiento típico de la modernidad. Sus personajes respiran el aliento de Schopenhauer o Nietzsche, que es tanto como decir que por sus páginas late una comprensión de la vida humana construida desde la singularidad. Porque si la razón nos hace vivir un mundo común (lo que el pensamiento entiende lo entiende para todo ser pensante), respecto a la impulsividad y la afectividad (a la voluntad, en suma) ocurre que cada uno tiene la suya.

jueves, 1 de febrero de 2024

El confidente

 

         

 





El confidente

 

 

 

Manuel Ballester

 

 

«Hubiera necesitado un confidente», dice Kierkegaard de sí mismo. Y, si lo entiendo bien, no es una cuestión insignificante.

Los dos últimos siglos son lo que son por el influjo poderosísimo de Kierkegaard y Nietzsche. No sólo ellos, naturalmente; pero fundamentalmente ellos.

jueves, 1 de junio de 2023

El purgatorio del Tenorio (y 3)

 




El purgatorio del Tenorio (y 3)

 

 Entusiasmo por la realidad (18)

 

Manuel Ballester



Don Juan Tenorio, español de origen y temperamento, y Giacomo Cassanova, veneciano libertino, comparten un cierto aire de familia.

En ellos la atracción por la mujer es un rasgo capital. Lo viven como lo esencial de sus vidas, como algo que desean poseer y gozar. Miran la mujer como algo, no como alguien sino como objeto de dominio y disfrute. Porque, y eso es se-ducir, el seductor finalmente se quiere a sí mismo y anhela el gozo que sus conquistas le proporcionan. En ese aspecto de la personalidad del seductor se apoya Unamuno cuando lo ve recluido en sí mismo, incapaz de apertura o, lo que es lo mismo, incapacitado para el amor.

Ignacio Temiño había propuesto indagar en torno a las similitudes y diferencias entre estos modos de ser y estar en el mundo. Decidimos, pues, poner a Casanova y Don Juan frente a frente. En un primer momento [Seductor, burlador, disoluto ¿Don Juan o Casanova? (1), Letras de Parnaso, nº 78, Año VIII (II Etapa), febrero 2023, pp. 22-23] abordamos la cuestión aludida, el talante seductor y los aspectos que esa actitud implican. En segundo lugar, fuimos más allá [Más allá de la seducción: Casanova o la fama (2), Letras de Parnaso, Año VIII (II Etapa), abril 2023, nº 79, pp. 20-21].

viernes, 3 de febrero de 2023

Lo que no vemos

Lo puro no parece cosa de este mundo.

Lo puro es lo que no está mezclado con nada: el oro puro es lo que sólo es oro; el agua pura, lo que sólo es agua. Lo puro es pura identidad consigo mismo.

Quizá por eso Unamuno dice aquello de que

«El Sol es ciego para las sombras»,

Unamuno, M., El hermano Juan o el mundo es teatro, Acto I, Escena 5, p. 90.


miércoles, 1 de febrero de 2023

Infancia, paraíso y destino

Nuestra infancia es nuestra patria, nuestro (¿perdido?) paraíso.

La infancia es confiar en que quien nos quiere estará siempre ahí para celebrar con nosotros o para que el tropiezo sea menos severo.

Y el niño es el que está en el culmen de Zaratustra, tal como lo ve Nietzsche; o el Principito, tal como lo ve Saint-Exupéry. Porque... Si no os hacéis como niños...

En esa línea entiendo lo que Unamuno pone en boca del Tenorio:

«¡Qué antiguos son los niños!, ¡los antiguos dioses inmortales!»,

Unamuno, M., El hermano Juan o el mundo es teatro, Acto III, Escena 2, 115; Escena 9, 134

Seductor, burlador, disoluto ¿Don Juan o Casanova? (1)





Seductor, burlador, disoluto ¿Don Juan o Casanova? (1)

 

Entusiasmo por la realidad (16)

 

Manuel Ballester

 

 

 

«¿Qué joven no ha conocido algunos momentos de su vida en los que hubiera sido capaz de dar todo lo que tenía con tal de llegar a ser un Don Juan?».

Así se expresa Kierkegaard en su obra Los estadios eróticos inmediatos o el erotismo musical, dedicada a comprender el Don Giovanni de Mozart y, por extensión, el donjuanismo.

Cuenta Casanova que estando en Praga coincidió con Mozart mientras componía la música del Don Giovanni. Al margen de lo que pueda haber de real en tal coincidencia, lo cierto es que hay quien piensa que Mozart usó las aventuras de Casanova como fuente de inspiración para su ópera. Así lo hace, entre otros, Carlos Saura en su película Io, Don Giovanni (2009).

Sea como fuere, algo hay en las figuras de Don Juan y de Casanova que hace creíble esa suposición. En algo coinciden y en algo se diferencian. Atento a los matices, me sugiere mi amigo Ignacio Temiño que escriba algo al respecto. Espero que las líneas que siguen estén a la altura de la expectativa.

martes, 31 de enero de 2023

La infancia y el Tenorio

Los otros son tan fascinantes como nosotros mismos. Salir a su encuentro es salir en busca de un mundo lleno de sorpresas, tesoros, peligros. Abrirse al otro es una aventura, fascinante.

Considerar al otro como algo controlable, manipulable, es haber perdido el entusiasmo.

Algo de esto le entiendo a Unamuno cuando dice que

«Don Juan tiene poco o apenas si tiene nada de niño. Más de viejo prematuro»,

Unamuno, M., Prólogo a El hermano Juan o el mundo es teatro.

martes, 24 de enero de 2023

El Tenorio y sus sombras

 




El Tenorio y sus sombras

 

 

 

Manuel Ballester

 

 

Don Juan Tenorio es un personaje universal. Un modo de ser y sentir el mundo.

Miguel de Unamuno (1864-1936) aborda con su radicalidad habitual esta leyenda. Porque Don Juan, al decir de la Inés unamuniana «hasta ni existió». Así siente Inés y así se lo dice al mismo Don Juan.

sábado, 3 de diciembre de 2022

Baroja y Martín Zalacaín

 





Baroja y Martín Zalacaín

 

 

 

Manuel Ballester

 

 

Hay quienes afirman que el primer trabajo de un escritor es como la semilla que contiene germinalmente, potencialmente, toda su obra. La tarea posterior consistirá en ir dejando ver al público lo que estuvo ahí desde el principio. Y bien podría ser.

Vidas sombrías (1900) es la primera obra de Pío Baroja (1872-1956): una recopilación de relatos que recoge en parte experiencias del autor. El libro mereció muy pronto la elogiosa atención de autores como Unamuno, Azorín o Pérez Galdós.

lunes, 1 de agosto de 2022

No todo son problemas (1)


 



Entusiasmo por la realidad (13)

 

 

 

No todo son problemas (1)

 

 

 

Manuel Ballester

 

 

Todos tenemos problemas: económicos, de salud, de relación con los vecinos, en el trabajo… Hay problemas en todos los ámbitos en los que nos movemos. Los problemas nos rodean.

Lo que tienen en común los problemas es que son obstáculos que hay que esquivar, nudos que hay que des-atar, conflictos que hay que des-hacer, dudas que hay que re-solver o di-solver. Y todo eso (esquivar, desatar, deshacer, resolver y disolver) es lo que hay que hacer con los problemas. Cuando lo hacemos, el problema desaparece.

martes, 15 de marzo de 2022

Unamuno, la ciencia y la vida

      




Unamuno, la ciencia y la vida

 

 

 

Manuel Ballester

 

 

Uno de los rasgos que destacan en la modernidad es la confianza en la ciencia. Una de las tragedias de la modernidad consiste en no haber entendido los límites de la ciencia.
Porque el saber científico se caracteriza precisamente por establecer límites, por acotar su ámbito de validez y legitimidad. Básicamente un saber es científico cuando delimita su objeto y su método.

miércoles, 2 de marzo de 2022

Lealtad de escritor

Podría pensarse que hay hoy más escritores que lectores.

Salvo que entendamos que el escritor se debe, en primer lugar, a la seriedad de tener algo que decir.

Algo de esto le entiendo a Unamuno cuando sostiene que «lo primero que de un escritor debe exigirse es que tenga respeto a su público y le trate lealmente»,

Unamuno, Amor y pedagogía.

domingo, 7 de febrero de 2021

Zambrano o el sentirse mirado por la realidad

 




Zambrano o el sentirse mirado por la realidad

 

 

 

Manuel Ballester

 

 

Se cumple estos días el treinta aniversario de la muerte de María Zambrano (Málaga, 1904-Madrid, 6 de febrero 1991).

Cabe ver en ella una doble vertiente de índole diversa. Por una parte, hay una dimensión ideológica y, por otro lado, un pensamiento filosófico.

domingo, 18 de octubre de 2020

Castillos de arena

 Entusiasmo por la realidad (2):


Castillos de arena

 

 

 

Manuel Ballester

 

 

En el límite entre el mar infinito y la playa, el niño construye castillos de arena.

Cuando el niño cambie de juego o regrese a casa, ¿qué será de aquellos castillos?

Poco importa que la marea se los lleve o que sea el viento. O los paseantes. Poco importa. Lo único cierto es que los castillos tienen una existencia efímera.

Al niño no le importa.

Porque puede hacer otros castillos. Estar en otros juegos. O en su hogar, con los que le quieren y en quienes confía. Al niño no le importa, en suma, porque vive en el eterno presente, que es la edad de los dioses.

Al niño le da igual porque ni añora el pasado ni le preocupa el porvenir.

 Los niños viven en el paraíso.

Por el contrario, nuestra estancia en el Edén pertenece a nuestro pasado. Poco importa ahora si lo abandonamos por nuestro propio impulso o algo nos expulsó. El hecho es que no vivimos ya en el Paraíso. Todos dejamos atrás la infancia. Nuestra mirada al paraíso infantil no se hace sin añoranza. Nuestra mirada al futuro no se hace sin inquietud.

Al abandonar la edad de los dioses hemos entrado de lleno en el tiempo humano.

Los niños viven el presente rotundo y eterno. Nosotros pasamos por un presente frágil y quebradizo que, como Jano, está pendiente de lo que fue y lo que será. El tiempo humano, más que presencia en el presente, es tristeza por el hermoso pasado (“todo tiempo pasado fue mejor”, al parecer), y desazón ante la incertidumbre que vendrá a derribar los castillos que hoy ocupan nuestro afán, nuestro trajín y nuestros trabajos.

Los adultos trabajamos. También jugamos, también construimos castillos de arena. Pero con la certeza de que todo lo que hacemos volverá a ser tierra y polvo. La liturgia católica recuerda cada Cuaresma: Memento, homo, quia pulvis es et in pulverem reverteris: no olvides que todo lo que es terreno, a la tierra volverá. Todo pasará, será pasado. Poco importa la ilusión que hayamos puesto: la vida nos alejará más y más de nuestras obras y, sean las que sean, serán arrastradas por los ríos que van a dar al mar.

Es difícil imaginar al niño Jorge Manrique construyendo castillos al borde del mar. Pero su versión del Ubi sunt?, ¿Dónde están, qué fue de Tirios y Troyanos, de reyes y señoríos?, expresa idéntica experiencia de quien mira con pesar la escasa consistencia del castillo de arena, la fugacidad de todo lo (meramente) humano que es, por decirlo con Unamuno, El sentimiento trágico de la vida del hombre de carne y hueso. Magníficamente expresa esto mismo Saint-Exupéry cuando el experto en realidades consistentes y duraderas, el geógrafo, le dice que su flor carece de interés porque “es efímera”. Y efímero significa, “que está amenazado de próxima desaparición”. La flor de El Principito simboliza, como es sabido, el amor, la persona amada, lo que dota de sentido y unidad a toda su aventura vital. El amor no es la vida, la flor no es la existencia, sino lo que da nervio y sentido a la vida. Pobre Principito cuando descubre que ¡también la flor es efímera!

Si esto es así… Si esto fuera así, ante la vida sólo nos quedarían dos opciones realmente serias: la inconsciencia infantil, vivir volcados en la existencia inmediata, cogiendo las flores de cada día hasta el fin de los días, pero con la atención fija en cada flor. En esa hipótesis hay aún otra opción: vivir conscientemente nuestra vida intentando disfrutar aún con la conciencia de finitud, aún sabiendo que Sísifo es nuestra figura: siempre empujando una roca hasta la cima de la montaña, cae la roca y la tarea vuelve a comenzar. En esta versión, la vida sería, así lo escribe Camus, un absurdo rodar. Absurdo o ceguera, no hay más. Sic transit gloria mundi. Todos los castillos serán abatidos, todas las ilusiones pasarán. Todas las flores se marchitarán: así es lo efímero.

Hasta aquí los argumentos y experiencias ¿No habrá más? ¿Sólo podemos elegir entre la sensualidad pueril o la trágica actitud de Sífifo?

¿Habrá que concluir que sólo es feliz el inconsciente? ¿Sólo quien carece de inteligencia y comprensión de la realidad? ¿Únicamente quien no entiende el mundo y la vida?

¿No será, más bien, lo contrario? ¿Cómo llamar sabio a quien no es feliz?

El niño es feliz no por ser ignorante sino porque vive según la verdad. Él no lo sabe, pero vive su vida y su mundo como un regalo. Vive un estilo de vida que han hecho posible sus padres, no él. Reconociendo y disfrutando lo que la vida le da en cada momento es como está bien. ¿Que el mar se lleva el castillo? Pero no el gozo que experimentó en su construcción. Y mañana construirá otro; o jugará en otro lugar a otra cosa con otros amigos. Si intentase apropiarse de cada castillo, de cada juguete, destruiría el juego mismo y se perdería el objetivo: el niño es feliz por haber jugado, no por retener el juguete.

Quizá el adulto ha dejado de confiar en la vida y en sí mismo. Quizá ha dejado de mirar su vida y el mundo como un misterio, como un don, como un regalo. La misma vida que nos regaló arena para construir castillos, que nos dotó de cualidades con las que obtener logros profesionales, que nos puso delante amigos; esa vida, ¿no tendrá nuevas sorpresas, nuevos y mejores regalos? ¿no sería torpe, a nuestros años, intentar aferrarnos a lo que corresponde a otros momentos de la vida? Porque el esfuerzo por apoderarnos del pasado puede volvernos ciegos para las maravillas de este momento; puede dificultar el entusiasmo por nuestra vida y por el mundo. Porque cuando descubrimos que todo es gratis, todo es gracia (Bernanos), lo normal es vivir entusiasmado, feliz.

 

 

Publicado en la sección “Entusiasmo por la realidad” de Letras de Parnaso, nº 64, sept 2020, pp. 16-17:

https://issuu.com/jpellicer/docs/edicion64?fbclid=IwAR02WnQfg2Co1eG53rwbiFm5x9sNs3nWGjb4IrASBzZquybyl0LTtiV_144

 



martes, 21 de noviembre de 2017

El quehacer del homo faber

Se lee en Aristóteles que la cuestión de cómo vivir una vida plena (eudaimonía), plenamente humana, tiene que ver con lo que el hombre puede hacer para lograrla (el prakton agathon). No con lo que nos pase: que nos toque la lotería (vieja aspiración española, si hemos de creer a Unamuno), una ínsula (como la que otorga Cervantes a Sancho Panza) o cualquier canonjía.
Y algo de esto le entiendo también a Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«Nada importante es regalado al hombre; antes bien, tiene él que hacérselo, que construirlo. Por eso, el título más claro de nuestra especie es ser homo faber»,
Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

jueves, 30 de mayo de 2013

Progreso-Comodidad



«todo el que pelea por un idea cualquiera, aunque parezca del pasado, empuja el mundo al porvenir, y los únicos reaccionarios son los que se encuentran bien en el presente»

Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida

sábado, 4 de mayo de 2013

Acción-responsabilidad


«Si el hombre se cruza de brazos, Dios se echa a dormir»

Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida.