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Jaime Ballester (2013) |
«- No me iré de aquí, respondió el grillo, sin antes haberte
dicho una gran verdad.
-
Dímela y termina de una vez.
- ¡Ay de los niños que se rebelan contra sus padres y
abandonan caprichosamente la casa paterna! No conseguirán nada bueno en este
mundo y, tarde o temprano, tendrán que arrepentirse amargamente».
Esta es la gran verdad que tiene que decir el grillo. Es lo
primero que oye Pinocho tras comenzar a andar por el mundo, tras su primera
trastada. Se anuncia como una gran verdad sobre la vida. Es importante darse
cuenta de que no es una ñoñería ni moralina sensiblera. Es una verdad esencial
sobre la vida, aunque puede entenderse torpemente.
De Aristóteles nos llega la concepción de la vida como “un
proceso hacia sí mismo”. Esta caracterización es válida para todos los seres
vivos (desde el vegetal hasta el hombre), pero vamos a fijarnos en el ser
humano. El bebé no es capaz de andar, ni de hablar, ni de razonar. El bebé está
vivo, es un hombre, pero no en plenitud. Y su vida consiste en un proceso
mediante el cual se irá haciendo capaz de caminar, hablar inteligentemente y
construir creativamente su mundo. Porque el hombre en plenitud es un ser
inteligente y libre. La vida humana consiste en un proceso mediante el cual nos
comprendemos, entendemos el mundo y actuamos libremente sobre él y sobre
nosotros, para mejorarlo y para mejorarnos.
A ese proceso, a esa vida, se puede renunciar; puede ocurrir
también que fracasemos: una existencia concreta puede ser un fiasco (en caso
contrario, la libertad no sería real). Y ocurre que hay modos estúpidos de
enfocar la vida y maneras que la acercan a la plenitud. Hay, en definitiva,
bien y hay mal, que es el ámbito de acción de la conciencia. Y la ética que no
es moralina va por ahí.
Desde esa perspectiva ha de entenderse esa gran verdad. El
grillo indica tres aspectos que están íntimamente trabados:
Está claro, en primer término, que todos hemos de abandonar
la casa paterna. La casa es, ya lo vimos, el lugar al que se vuelve. Pero se
vuelve porque antes nos hemos ido. Hay que abandonar la casa, el origen, el
principio, para andar por el mundo, para bregar y ganar nuestra vida. Pero
cuando estemos preparados para ello: en la casa paterna, en el hogar, hemos de
formarnos, preparar nuestra marcha del hogar. El grillo no recrimina, pues, el
simple y lógico abandono del proceso de formación cuando ya se ha alcanzado el
nivel adecuado (se abandona el colegio cuando se ha adquirido la formación que
allí se imparte). Hay que abandonar cada etapa de la vida cuando se ha cubierto
bien, satisfactoriamente.
Por el contrario, “los niños que se rebelan contra
sus padres”, es decir, quienes rechazan el trabajo formativo, las exigencias
madurativas propias de la casa paterna (y, en general, de cada etapa de la
vida), optan por “abandonar caprichosamente la casa paterna”, es decir, pretenden
guiar su vida ignorando que el esfuerzo nos hace fuertes, que sólo la
superación de dificultades nos hace crecer y gozar de nuestros éxitos.
A esos, en segundo término, el mundo no les depara nada
bueno: non avranno mai bene in questo mondo. El mundo tiene una
consistencia propia, igual que nuestra vida y la de los demás hombres. No es
que el mundo sea malo, es que ese tipo de gente no encuentra el bien que de
hecho hay en el mundo. Y por eso la vida les parece amarga; tienen la sensación
de que todo y todos conspiran contra ellos porque el mundo y la gente no se
adaptan a sus deseos. El desenfoque de estas vidas lo expresa Saint-Exupéry
cuando indica que, para el placer del ajedrez, hay que formar al jugador: sólo
quien conoce y domina las reglas podrá gozar de la belleza y del triunfo en una
partida. Lo mismo ocurre con el mundo y la vida en general: sólo si hemos
madurado en un determinado ámbito, podremos gozar de él y estaremos preparados
lógicamente para abandonar esa etapa y pasar a la siguiente. Nueva etapa o, lo
que es lo mismo, nuevos horizontes a nuestra ilusión y, por tanto, a nuestro
disfrute del mundo.
Pero quienes no respetan los ritmos de crecimiento y
“abandonan caprichosamente la casa del padre” tendrán, en tercer lugar, que
arrepentirse amargamente antes o después al caer en la cuenta de que su caminar
por el mundo ha consistido en perder las mejores posibilidades, las que lo
habrían hecho mejor persona, capaz de hallar, realizar y disfrutar del bien o,
lo que es lo mismo, cuando descubren que no están viviendo la (mejor) vida para
la que están capacitados.
En definitiva, la gran verdad que el grillo transmite es que
cada momento de la vida pone ante nosotros una tarea. Todas las etapas son
importantes, ofrecen un reto y una fuerza específicos que impulsan a superarse,
una ilusión y una esperanza que nos capacitan para vivir gozando de la alegría
que hemos logrado con nuestro esfuerzo. Y no se puede abandonar una etapa de la
vida nada más que cuando se está preparado para ello
Quien se enfrenta con ilusión y coraje a lo que la vida le
ofrece en cada momento, irá creciendo vitalmente, irá logrando su mejor
posibilidad y andará por la vida lleno de contento. Quien, por el contrario,
eluda su responsabilidad, fracasará.
Lo que Pinocho acaba de oír es una enseñanza esencial
para la vida. Por eso, a esta idea hemos de volver repetidamente.
¿Aceptará Pinocho esta enseñanza esencial para la vida?
¿Querrá asumir la tarea formativa específica del comienzo de la vida?
Las preguntas presuponen que Pinocho, como todos nosotros, es
libre y puede acoger o rechazar esta verdad. Podemos construir o destruir
nuestra vida.
¿Qué hará Pinocho? ¿Qué aprenderemos con ello? Seguro que la
próxima entrada ofrece respuesta a estas cuestiones.
No sé qué hará Pinocho. De lo que sí estoy segura es de que los jóvenes de hoy deberían leer la "interpretación" que aquí das de la "gran verdad del Grillo".
ResponderEliminarPero ahí está la gran incognita.
Ser libres supone eso: aceptar o rechazar la responsabilidad.
Espero la nueva "entrega".
Gracias y un abzo.
Carmen
Una curiosidad.
ResponderEliminarLos dibujos son de tu hijo ?
Me gustan.
Los dibujos son del segundo de mis hijos. Es una joven promesa. Es el mayor de los que aparecen en mi Facebook haciendo "senyorets".
ResponderEliminarLe diré que gusta su trabajo.