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Jaime Ballester (2013) |
El mal imaginario es fácilmente vencido en la imaginación,
pero esas victorias no nos hacen más fuertes. Todo lo contrario.
Sólo enfrentarse a las dificultades de la vida real nos hace
madurar y nos proporciona la alegre esperanza de sentirnos dueños de nuestro
destino porque de verdad nos sabemos capaces de responder adecuadamente a lo
que pueda ocurrir.
Al inmaduro le ocurre, por el contrario que, de pronto le sorprende
y golpea la realidad. Así, aquellos asesinos que no existían, se hacen
presentes:
«Están aquí de verdad; Eccoli
davvero».
Y con muy malas intenciones. Ahora el mal es real y
presente.
En primer lugar, Pinocho intenta salvar su dinero
escondiéndolo en la boca; en segundo término, «trató de escapar».
Ya vimos que ante un mal, la reacción natural es el miedo,
término que proviene del griego phóbos
(de ahí “fobia”), que es un nombre de acción derivado del verbo phébomai que
significa “huir”. Cuando el daño es inminente porque no se ha previsto antes,
porque no se ha evitado llegar a esa situación, entonces lo más sensato es,
precisamente, huir.
Eso intenta Pinocho. Pero ha esperado demasiado y es
capturado. Tiene entonces que oír la invitación a elegir:
«¡La bolsa o la vida!».
Intenta resistirse, le amenazan con matarlo. Pero sólo se
desespera cuando quien lleva la voz cantante agrava la amenaza:
«Y después de matarte a ti, ¡mataremos también a tu padre!».
Al repetir «también a tu padre» se revela claramente quienes
son los dos asesinos. Y al mismo tiempo se revela también quién es Pinocho,
pues dice:
«¡No, no, no! ¡A
mi pobre padre, no!; No, no, no, il mio
povero babbo no!»
Al gritar desesperadamente hace sonar las monedas e indica a
los ladrones dónde las ha ocultado.
Pinocho muestra quién es porque ve amenazado lo que él más
quiere. Y eso es lo que somos ya que «la alegría y el amor son las fuentes más
hondas del ser y la acción morales» (Scheler, Ética). En ese sentido, recuerda Nietzsche al comienzo de La genealogía de la moral la vieja
sentencia: “Donde está tu tesoro, allí está tu corazón”.
La interioridad no es algo vacío. Por el contrario, ahí
radica el núcleo esencial de nuestra personalidad: lo que amamos y tememos, lo
que queremos y aborrecemos… nuestras fortalezas y debilidades. Por eso, cuando
se toca ese núcleo esencial, cuando somos conscientes de lo que somos, entonces
cobramos fuerza.
Así ocurre con Pinocho, el horror a perder lo que ama
profundamente le da fuerzas para escapar al peligro. Pelea, arrancando la zarpa
a uno de los asesinos. Cobra ánimo y se libera.
Huye, descansa en un pino pero los asesinos saben cuál es su
punto débil e incendian el árbol. Vuelve a huir superando dificultades. Pero
los asesinos tampoco se cansan y lo persiguen.
¿Volverán a alcanzarlo o logrará escapar? La próxima entrada
nos traerá la respuesta.
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