En nuestro interior, los deseos y aspiraciones surgen y se agitan, a menudo
en conflicto entre sí. La naturaleza humana se revela así en su constante
contradicción.
Me ha llamado la atención la referencia de Simone Weil en su obra La
gravedad y la gracia. Con su habitual rigor y profundidad, señala: «El
deseo entraña lo absoluto, y si se frustra (una vez consumida la energía), lo
absoluto se transfiere al obstáculo. Estado anímico de los vencidos y los
oprimidos».
El deseo, inherente a nuestra naturaleza, lleva consigo una búsqueda
insaciable de algo más grande que nosotros mismos, algo absoluto. Sin embargo,
cuando este deseo se encuentra con obstáculos que el sujeto considera
insuperables, la energía que lo alimentaba no desaparece. Esa energía deja de
ser impulso hacia lo absoluto y se convierte en obsesión con el obstáculo. Al
verlo insuperable, subjetivamente consideramos que el obstáculo es infinito y,
por tanto, nuestra aspiración al absoluto se vuelve absurda.
Esta transferencia del absoluto al obstáculo revela una dinámica fundamental
en el estado anímico de los vencidos y los oprimidos. En nuestras derrotas
personales, los sueños no realizados pueden convertirnos en “prisioneros” del
obstáculo que nos frustra.
Aceptar que un deseo no se cumplirá puede ser devastador, y la carga
emocional puede llevar a un ciclo de resentimiento y desesperanza. Sin embargo,
entender este mecanismo puede ofrecer un camino hacia la liberación
psicológica. Al reconocer cómo nuestros deseos no satisfechos afectan nuestra
visión del mundo, podemos comenzar a buscar maneras de desvincular nuestro
anhelo de lo absoluto de los obstáculos que enfrentamos.
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