domingo, 8 de marzo de 2015

Cercanía a lo supremo



Con la claridad rotunda que le caracteriza, Søren Kierkegaard expresa en su Discurso en ocasión de una confesión que «cuanto más sagrado es lo que se busca, más cerca se está de ello».

En todos nosotros reside un impulso interior que nos impulsa a buscar lo absoluto, lo eterno, aquello que consideramos sagrado o de valor supremo. Junto a la dimensión subjetiva de esta búsqueda, existe el aspecto objetivo de lo que se busca.

Anhelamos lo eterno y lo absoluto, no meramente lo valioso en términos convencionales. Esta búsqueda se vuelve fascinante debido a la revelación a la que alude Kierkegaard: el descubrimiento sorpresivo de que lo eterno, lo verdaderamente significativo, ha estado presente desde el inicio de nuestra búsqueda.

Por tanto, no se trata de un viaje iniciático hacia lugares remotos o hacia una meta externa. Es algo más cercano y más profundo, al alcance de la mano pero más arduo: consiste en reconocer que lo eterno impregna nuestra existencia desde el principio. Así, la cercanía a lo sagrado se revela no como algo que se gana a través de la acumulación de sabiduría o de la realización de actos piadosos, sino como algo que se descubre al reconocer la profundidad de nuestra propia búsqueda.

Este enfoque nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de nuestras propias búsquedas personales. ¿Estamos buscando fuera lo que ya reside dentro de nosotros? ¿Cómo nos transforma el reconocimiento de que lo eterno y lo sagrado ya forman parte de nuestra experiencia vital? En última instancia, Kierkegaard nos desafía a reconsiderar no solo lo que buscamos, sino cómo comprendemos la relación entre el buscador y lo buscado. Revela una profunda verdad sobre la condición humana y nuestra interacción con lo trascendente, subrayando que la relación adecuada con lo eterno es una de apertura, un diálogo continuo con nuestro ser más profundo.

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