
Cuando Wendy plantó a Peter Pan… Y Peter ni se enteró.
Manuel Ballester
James
Barrie (1860-1937) creó el personaje de Peter
Pan, que fue evolucionando hasta alcanzar su forma “definitiva” en la
novela Peter y Wendy (1911).
Peter
ha tenido bastante éxito. Ha dado incluso nombre a un síndrome. Ha saltado al
cine donde ha conocido secuelas célebres (como Hook); lo mismo puede decirse de alguno de sus personajes
secundarios. Wendy Darling, sin
embargo, no ha tenido tanta suerte.
Y es
una pena ya que la encantadora Wendy es, al menos, la mitad de la obra. Si no
más. Decididamente: es mucho más. De hecho, toda la historia gira en torno a Wendy.
La obra
se mueve con agilidad estableciendo un campo de juego entre fantasía-realidad,
infancia-madurez y femenino-masculino. Y es Wendy quien “resuelve” todas las
tensiones.
Comienza
así: “Todos los niños crecen, excepto uno. No tardan en saber que van a crecer
y Wendy lo supo de la siguiente manera…”. El principio se centra en Wendy, en
cómo ella supo que crecería. Es más, la cuestión es que Wendy va a crecer.
Todos
los niños crecen, pero antes de crecer pasan sus mejores momentos en las
tierras de Neverland, el país de
Nunca Jamás. Todos hemos estado allí, “aún podemos oír el ruido del oleaje,
aunque ya no desembarcaremos jamás”.
La
madre de Wendy, al “ordenar la imaginación de sus hijos” descubre en sus
cabecitas a Peter Pan. Como no podía ser de otra manera, la señora Darling
indaga y pregunta a su hija por ese descarado muchacho: “Es Peter Pan, mamá,
¿no lo sabes?”.
La
señora Darling no lo sabía… al principio “pero después de hacer memoria y
recordar su infancia se acordó de un tal Peter Pan”. Siendo niña, creía en
Peter “pero ahora que era una mujer casada y llena de sentido común dudaba
seriamente que tal persona existiera”.
Está
claro, por tanto, que Peter Pan es una fantasía de los niños. Nada real. Nada
de que preocuparse, sentencia el señor Darling.
Pero un
día aparecen en el cuarto de los niños unas hojas de un árbol que no existe en
Inglaterra. Para Wendy es obvio que las hojas son cosa de Peter. La cuestión es
que si Peter es pura fantasía, ¿cómo explicar las hojas? Porque las hojas están
ahí, son reales.
Poco
después Peter pierde su sombra. ¿Cómo es posible perder la sombra? ¿qué puede
significar eso? La sombra es la huella que dejamos al pasar por el mundo; no
separarse de la sombra significa asumir la responsabilidad de nuestras
acciones, lo cual permite madurar. La señora Darling guarda la sombra de Peter porque
los mayores son los responsables de las acciones de los niños. Mientras no
maduran, los niños no son responsables y serán los adultos quienes responderán
por ellos, vigilando su sombra.
Más
adelante Wendy será testigo del reencuentro de Peter con su sombra. Peter
intentará pegarla con jabón. Típico de un chico ignorante, se burla Wendy,
quien procede a coserla. Al coserla, funde no tanto la ficción con la realidad
cuanto la acción con las consecuencias (la responsabilidad, antesala de la
madurez).
En el
ser humano, madurar no depende de fases necesarias sino de una decisión de la
voluntad que mira la realidad, lo que realmente somos, y acepta llevarse a sí
mismo a la propia plenitud como tarea vital. Y Peter no quiere. Quiere seguir
siendo niño, jugar siempre; sin responsabilidades, por supuesto; centrado en
sus cosas, fanfarrón e insolente; sin madre, claro. Peter vive gozosamente el
instante. Por eso olvida rápidamente las cosas: no tiene memoria del pasado ni
proyecto de futuro; por eso espía a la madre de Wendy cuando cuenta historias a
sus hijos.
Frente al
niño inmaduro que es Peter, Wendy es “una mujer por los cuatro costados”.
Cuando Peter manifiesta desdén respecto a las madres, “Wendy sintió
inmediatamente que se hallaba en presencia de una tragedia”: un niño sin
alguien que lo ame incondicionalmente y cuide su sombra… es un niño perdido. Un
niño que no tendrá quien le narre historias y le haga comprender y afrontar su
vida: una tragedia.
Wendy
vive en el mundo real de su madre; y en el fantástico de Peter y su sombra
perdida. Y sabe que para que no se pierda nada, no basta un esfuerzo infantil
que quiere unirlos con jabón; se requiere el trabajo de coser. Wendy es mujer y
desde esa óptica trata a Peter, sus hermanos y los niños perdidos acogiéndolos,
contándoles cuentos y brindándoles la opción de madurar. Wendy se da cuenta de
que esa trayectoria que ella ha ido recorriendo la pone frente a un nuevo reto:
tiene que decidir si se queda con Peter en Neverland
o, por el contrario, decide madurar y hacerse una mujer.
Peter
ya ha decidido. Será siempre niño. Si Wendy opta por madurar, Peter no podrá
ser su compañero: necesitará un hombre que también haya madurado. ¿Qué será
entonces de Peter? ¿La recordará, volverá a visitarla? ¿Qué será entonces de
Wendy? ¿Olvidará a Peter?
Ni uno
de estos interrogantes queda sin ser satisfecho en la obra de Barrie. Háganme
caso: léanla o reléanla (que todos hemos vivido en Neverland, aunque algunos no lo recuerden). Mejor aún: si todavía hay
tiempo, léanla con sus hijos.
Publicado originalmente en
https://es.aleteia.org/2019/09/28/cuando-wendy-planto-a-peter-pan-y-peter-ni-se-entero/
No hay comentarios:
Publicar un comentario