
Cuando el bien no viene bien
Manuel Ballester
El bien y el mal no dejan indiferente a nadie. El modo en
que los encajamos en nuestras vidas, de alguna manera nos definen.
En el cuento El pavo
(1947) de Flannery O’Connor (1925-1964) aparece una figura que no necesita
presentación. Sobre ella leemos que «la abuela había hablado con Hane y le
había dicho que la única manera de vencer al diablo era luchar contra él». En
el lenguaje metafórico del relato parece casi una evidencia: hay que luchar
contra el mal o, en caso contrario, el enemigo, el mal, Satán, nos vencerá al
no hallar en nosotros resistencia alguna. Hay que evitar el mal y procurar el
bien, en suma.
La perspectiva de O’Connor sobre la definición de la propia
vida en este contexto es inusitada. Y su estilo, original. De modo que tanto lo
que dice como el modo de decirlo la hacen particularmente atractiva para los
lectores.
Aunque Flannery es autora de algunos ensayos, novelas y un
interesantísimo epistolario, destaca sobre todo por sus cuentos que, por otra
parte, fueron publicados inicialmente por separado y posteriormente
recopilados. Así, por ejemplo, Un hombre
bueno es difícil de encontrar (1955) incluye diez relatos o Todo lo que asciende debe converger
(póstumo, 1965) nueve.
La escritora aparece inteligente, siempre cercana, siempre vivaz
y optimista pero con la «serena insatisfacción del que está de vuelta de todo»
(La vida que salvéis puede ser la vuestra,
1954). Por mostrar, más que decir,
cuál es su enfoque cabe recordar al anciano sureño de El geranio (1946). Es, a
todas luces, un hombre bueno que ha ido a vivir a casa de su hija en New York.
Se hace una opinión no muy positiva de uno de sus vecinos. Un día ese vecino se
muestra jovialmente agradable, simpático y acogedor, le ayuda y lo acompaña
hasta su casa. Cuando se queda a solas, «el dolor de la garganta se le extendió
por toda la cara y le empañó los ojos»: El anciano no puede digerir fácilmente
esa situación.
Reparemos en que tenemos un hombre bueno que,
inopinadamente, recibe un bien inesperado. Su reacción es el abatimiento: no es
capaz de soportar que el vecino sea mejor de lo que él había pensado.
Es chocante pero no se trata de un personaje trágico ni
desgarrado. Así son la mayoría de personajes de Flannery. Incluso cuando estamos
ante un desequilibrado (como en Un hombre
bueno es difícil de encontrar), nos movemos en un tono de normalidad,
cotidianidad.
La cuestión la expone explícitamente la misma autora: «Todos
mis relatos tratan sobre la gracia en un personaje que no la desea, por eso la
mayoría de la gente piensa que las historias son duras, sin esperanza, brutales».
Si de alguna manera el bien nos eleva e ilumina, la obra de Flannery alude a
una realidad de la que también tenemos experiencia: a veces molesta la luz y
nos defendemos de ella.
No por experimentado deja de sorprender el rechazo de la
luz. ¿Por qué? ¿Qué obstáculo encontramos? Más allá de admitir un error, ¿Qué
problema tiene el anciano con que su vecino sea bueno, mejor de lo que él
pensaba?
Si el bien y la luz admiten grados, su llegada en forma de
gracia también revela una jerarquía de personajes: el anciano de El geranio, el muchacho que encuentra un
pavo muerto de un balazo (en El pavo)
o el desequilibrado reciben bienes de distinta intensidad y, por eso, su rechazo
quizá los sitúe en distinto plano. Pero, y es lo que caracteriza a Flannery,
todos representa un mismo dolor ante el bien que sólo pide hacerse presente en
sus vidas.
Estamos hechos de modo que podemos buscar, acoger o huir
ante el bien. Sabemos que la realidad del hombre admite todas esas actitudes.
Unas nos elevan, otras nos hacen bajar la cabeza, pero todas forman parte de la
realidad humana.
En 1979 John Huston adaptó al cine la novela Sangre sabia (Wise Blood, 1952)
siguiendo muy de cerca el texto de Flannery. Ahí vemos a un predicador
desencantado del mundo, enfadado con su creador que, por eso, decide fundar una
iglesia sin Cristo, cuya misión es predicar al diablo, animar a pecar y a
transgredir todo lo sagrado.
Cuando años más tarde redactó
sus memorias, Huston escribió sobre esta película: «Nada me haría más feliz que ver que esta película
consiga aceptación popular y rinda beneficios. Demostraría algo. No estoy
seguro qué… pero algo».
O’Connor es brillante. El lector espera que, de un momento a
otro, llegará el giro inesperado, sorprendente. Y llega y, no por esperado, es
menos sorprendente. Flannery es consciente de que su obra divierte y sorprende
a la gran mayoría de sus lectores. Pero entenderla requiere otras claves. Huston
atisba que ahí late algo de gran intensidad, aunque no está seguro de qué. Con
el delicioso título de El hábito de ser disponemos
de su epistolario donde ella misma orienta al lector hacia una clave
interpretativa en ese sentido: «Las historias son difíciles porque no hay nada
más difícil o menos sentimental que el realismo cristiano… Siempre me divierte
ver que estas historias se describen como historias de terror, porque el
crítico no puede capturar el verdadero horror».
Publicado en Aleteia el 8 de diciembre de 2019:
https://es.aleteia.org/2019/12/08/cuando-el-bien-no-viene-bien/
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