Es sabido que si uno
dirige la propia vida con energía y esfuerzo, se mantiene entonces a la altura
de su propia dignidad.
Pero también es posible
otorgar confianza. Decidir embarcarse en una tarea en la que no se está solo.
Ahí también dirigimos nuestra propia vida. Ahí también nos mantenemos a la
altura de nuestra propia dignidad. Y, además, hay encuentro, cordialidad,
apoyo...
Y dificultades, en cualquier caso.
Algo de esto le entiendo
a Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:
«La vida creadora supone
un régimen de alta higiene, de gran decoro, de constantes estímulos, que
excitan la conciencia de la dignidad. La vida creadora es vida enérgica, y esta
sólo es posible en una de estas dos situaciones: o siendo uno el que manda, o
hallándose alojado en un mundo donde manda alguien a quien reconocemos pleno
derecho para tal función; o mando yo, u obedezco. Pero obedecer no es aguantar
—aguantar es envilecerse—, sino, al contrario, estimar al que manda y seguirlo,
solidarizándose con él, situándose con fervor bajo el ondeo de su bandera»,
Ortega y Gasset, La rebelión de las masas
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