viernes, 29 de noviembre de 2024

La responsabilidad y sus ecos

 





La dignidad humana se manifiesta en la capacidad y la voluntad de asumir la responsabilidad por lo que hemos hecho. La responsabilidad tiene que ver no sólo con la intención con que emprendimos nuestros actos, sino también tiene que ver con las consecuencias que se han derivado de nuestras acciones.

Algo de esto le entiendo a Alessandro Manzoni cuando, en su obra Los novios, dice: «Los provocadores, los tiranos, todos los que, de un modo u otro, ofenden al prójimo, son reos, no sólo del mal que cometen, sino también de la perversión que llevan al ánimo de los ofendidos». Según Manzoni, quienes provocan daño son culpables no sólo del acto inmediato de la afrenta, sino también de la corrupción moral que inyectan en quienes la padecen.

Los provocadores y tiranos, al obrar injustamente, no sólo violan la integridad de sus víctimas, sino que también inician un ciclo de perversión en el corazón de los ofendidos. Esta perversión puede manifestarse como un deseo de venganza, un deterioro de la confianza en los demás o una imitación del comportamiento violento y deshumanizante que han experimentado. Así, la ofensa inicial se amplifica y perpetúa, extendiendo sus efectos más allá del acto individual.

Por lo tanto, cuando hablamos de responsabilidad, nos referimos no sólo a evitar infringir daño directo, sino también a cultivar una conciencia de las ondas expansivas que nuestros actos pueden provocar. En última instancia, la dignidad implica un compromiso con la integridad personal y la construcción de una comunidad en la que todos sus miembros puedan vivir libres de las cadenas de la perversión moral que los actos irresponsables de otros podrían forjar.

jueves, 28 de noviembre de 2024

Libertad y condicionamientos



 

La libertad tiene buena prensa, pero ¿sabemos realmente qué es?

En la Grecia clásica y en buena parte de las civilizaciones antiguas, la libertad era entendida de un modo negativo. Significaba no ser esclavo, no haber sido capturado ni vendido. No obstante, existe también una contrapartida positiva: tener la capacidad de decidir por uno mismo. A diferencia del esclavo, cuyo principio de acción es su amo, quien es libre tiene su principio de acción en su interior.

Epicteto, que era socialmente esclavo, cuestiona esa visión al señalar que siempre hay condicionantes en nuestras acciones (ser esclavo o libre, griego o bárbaro, sano o enfermo). Ser libre, entonces, no consiste en carecer de condicionantes, sino en elegir cómo vamos a lidiar con las condiciones que nos han tocado.

La libertad, por lo tanto, tiene que ver con elegir, con decidir. Tiene un sentido positivo, constructivo. Me afirmo frente a mis circunstancias: las convierto en material para la construcción de mi vida.

Galindo y Ujaldón sostienen que «La libertad en su sentido moderno es fruto de una relación singular con el Estado y sus leyes: una relación de resistencia ante sus abusos», (Galindo-Ujaldón, La cultura política liberal). Si tienen razón, la modernidad supone una creciente intrusión del Estado en nuestras vidas. Y en ese sentido, la libertad de los modernos no se aleja mucho de la acepción negativa de los antiguos.

miércoles, 27 de noviembre de 2024

¿Nuestra mayor fortaleza? Aceptar nuestra vulnerabilidad

 



¿Quién no se ha sentido alguna vez incapaz de alcanzar una meta simplemente porque creía que no era lo suficientemente bueno? La autoestima, esa voz interior que nos acompaña en cada paso, juega un papel fundamental en nuestras vidas: es el nombre de moda para referirse a la confianza que cada uno tiene en sus propias posibilidades. Y eso es importante porque (salvo que nos toque la lotería), nadie consigue nada por encima de lo que piensa que puede conseguir.

No obstante, la autoestima cae dentro del ámbito de lo psicológico. Y, al igual que ocurre con la dimensión física, hay gente con mejor o peor constitución psíquica. Y en ambos casos se puede actuar mejorando o empeorando lo que tenemos. Gestionar la percepción de nuestras capacidades y posibilidades requiere esfuerzo, técnicas y constancia, pero está al alcance de todos.

Sobre esa base, quería subrayar algo fundamental: todos tenemos también puntos débiles. Superman tiene su kriptonita, Aquiles su talón y Sansón su melena.

Conocer nuestras fortalezas es clave para desarrollar nuestra autoestima, pero también lo es identificar nuestras vulnerabilidades, aquellas cosas que nos pueden hacer daño.

En el plano físico esas fragilidades son más visibles: una persona saludable y fuerte puede tener alergias, enfermedades o alguna lesión que debe cuidar. Saberlo y actuar en consecuencia evita que un descuido o la influencia de otros lo pongan en peligro.

Lo mismo ocurre en el plano psicológico e incluso moral. Reconocer nuestras limitaciones no nos debilita, sino que nos da herramientas para protegernos y crecer con más solidez. No se trata sólo de ser fuertes, sino de ser sabios respecto a nuestras propias kriptonitas.

Al aceptar nuestras vulnerabilidades, no sólo fortalecemos nuestra autoestima, sino que también nos abrimos a nuevas posibilidades y experiencias. Nuestras vulnerabilidades son parte de lo que nos hace humanos. Al abrazarlas y gestionarlas, podemos vivir una vida más plena y auténtica.




jueves, 21 de noviembre de 2024

Miedo a lo desconocido

 




Cuando nos movemos en un mundo de costumbres, rutinas y estímulos conocidos, sabemos ya qué nos cabe esperar, sea bueno o malo. En ese mundo, aunque no nos vaya del todo bien, nos sentimos protegidos: conocemos las reglas, sabemos cómo actuar, cómo movernos, cómo responder.

No necesitamos correr el riesgo de inventar nuevas respuestas ni de intentar enfoques diferentes, porque la creatividad, aunque emocionante, no garantiza el éxito.

Por eso, enfrentarnos a algo extraño o ajeno a ese mundo nuestro nos sacude, zarandea nuestra cómoda existencia. Canetti, en Masa y poder, a esa sacudida la llama miedo. O algo de esto le entiendo cuando dice:

“Nada teme más el hombre que ser tocado por lo desconocido;

Nichts fürchtet der Mensch mehr, als berührt zu werden von etwas, das ihm unbekannt ist",

Canetti, E., Masse und Macht.


martes, 19 de noviembre de 2024

Amor: regalo y tarea

 




El amor tiene buena prensa. Merecidamente, sin duda.

Tiene algo de cielo y de infierno; y también de purgatorio… tiene, por tanto, un poco de todo; es sublime siempre y, a veces, penoso.

Es un regalo que recibimos sin merecerlo, como la flecha que nos lanza Cupido y nos llena de deseo; pero es también una tarea, una decisión firme. Es, por tanto, camino y destino, tierra y cielo.

Quizá por eso el amor nos atrae y nos desconcierta. No es sólo deseo ni sólo tarea esforzada; es una paradoja viva que nos impulsa a seguir adelante, soñando con ese cielo que creamos al compartir el camino. 

Está compuesto de voluntad (hay que querer) y de impotencia (hay que ser amado).

Es este delicado equilibrio entre querer y ser querido lo que da al amor su fuerza y su fragilidad. No podemos exigirlo ni apropiárnoslo; sólo podemos esperarlo y vivirlo agradecidamente, confiando en que, al entregarnos, transformaremos cada paso en un reflejo y un camino hacia el cielo. 

Algo de esto me sugiere José Alfonso Romero Pérez-Seguín cuando dice:

 

“quiero ir contigo allí donde vayas,

Y que allí donde vayas sea el cielo”

 

José A. R. Pérez-Seguín, Como flores de almendro


lunes, 18 de noviembre de 2024

Más allá del montón

 




Pertenecer a la raza humana es, en cierto sentido, ser uno más, uno del montón.

En cierto sentido, eso es verdad; pero es una verdad que no nos satisface. Nos parece, más bien, que la verdad es más amplia, más rica. Es más, lo mejor de nuestra verdad queda fuera de la realidad de nuestra pertenencia a la especie humana.

Junto a eso, sin negarlo, se alza una idea hermosa, evocadora, verdadera: cada uno es único. Así nos sentimos íntimamente.

Los enfoques existencialistas que acentúan la individualidad y la responsabilidad personales toman ahí su punto de apoyo. El sentido individual de cada vida se configura entonces lejos de la pertenencia a la especie y se acerca a un proceso de auto-descubrimiento que algunos aproximan a la auto-creación.

Algo de esto le entiendo a Hesse cuando afirma que cada persona es «un intento precioso y único de la naturaleza; deren jeder ein kostbarer, einmaliger Versuch der Natur ist»,


Hesse, Demian.


jueves, 7 de noviembre de 2024

Voces vacías ante el desastre



En la vida de los individuos y de los pueblos, los desastres ocurren inevitablemente; el verdadero reto radica en cómo se afrontan.

Juan Rulfo en El día del derrumbe describe cómo, tras un desastre, un político (el gobernador) acude a la zona afectada para alentar a la población y pronuncia un discurso que refleja su desconexión con la realidad:

«Hoy estamos aquí presentes, en este caso paradojal de la naturaleza, no previsto dentro de mi programa de gobierno…», El día del derrumbe, 213

El gobernador ha ido al lugar siniestrado únicamente para cumplir con su papel de autoridad, pronunciando palabras que evidencian su distancia y su indiferencia ante el sufrimiento real. Su lenguaje altisonante y vacío se convierte en símbolo de la indiferencia burocrática: en lugar de reconfortar o movilizar a quienes sufren, su discurso se percibe como una formalidad, un acto ceremonial carente de sentido para aquellos que padecen las consecuencias del derrumbe.

La figura del gobernador en Rulfo me recuerda las críticas de Kafka a la burocracia como un sistema autorreferencial y alienante, que termina por transformarse en una estructura en la que el cumplimiento de reglas y protocolos se impone sobre las necesidades humanas. Al igual que en las obras de Kafka, la burocracia en Rulfo aparece como una entidad autocomplaciente y absurda, cuyos representantes, aislados en su propia lógica, muestran una desconexión casi caricaturesca con la realidad.

Así, Rulfo y Kafka coinciden en señalar que la burocracia, en lugar de ser un medio de apoyo y protección para la sociedad, se transforma en un fin en sí misma: una red que encierra y sofoca a los individuos con sus propios rituales y discursos vacíos. La ironía de Rulfo, como la de Kafka, es una denuncia de un sistema que, en su aparente solidez y orden, es incapaz de responder a las necesidades reales de las personas. Con su "programa de gobierno", el gobernador, se convierte en un personaje trágicamente cómico, atrapado en una maquinaria que lo desvincula de la realidad, transformándolo en un actor más en el teatro burocrático, donde la apariencia de orden importa más que el bienestar de los ciudadanos.

miércoles, 6 de noviembre de 2024

La autoridad en tiempos de crisis



Los desastres han acompañado siempre a la humanidad. Juan Rulfo, en su cuento El día del derrumbe, rememora una de esas calamidades, reflejando tanto la reacción de la gente como la de sus dirigentes.

Cuando un lider tiene autoridad y prestigio (además de poder y mando), su sola presencia consuela y da esperanza. O algo de esto le entiendo a Rulfo cuando dice:

“Todos ustedes saben que nomás con que se presente el gobernador, con tal de que la gente lo mire, todo se queda arreglado. La cuestión está en que al menos venga a ver lo que sucede, y no que se esté allá metido en su casa, nomás dando órdenes. En viniendo él, todo se arregla, y la gente, aunque se le haya caído la casa encima, queda muy contenta con haberlo conocido”,

Rulfo, El día del derrumbe en El llano en llamas, 211.