Pertenecer a la raza humana es, en cierto sentido, ser uno
más, uno del montón.
En cierto sentido, eso es verdad; pero es una verdad que no
nos satisface. Nos parece, más bien, que la verdad es más amplia, más rica. Es más,
lo mejor de nuestra verdad queda fuera de la realidad de nuestra pertenencia a
la especie humana.
Junto a eso, sin negarlo, se alza una idea hermosa,
evocadora, verdadera: cada uno es único. Así nos sentimos íntimamente.
Los enfoques existencialistas que acentúan la individualidad
y la responsabilidad personales toman ahí su punto de apoyo. El sentido
individual de cada vida se configura entonces lejos de la pertenencia a la
especie y se acerca a un proceso de auto-descubrimiento que algunos aproximan a
la auto-creación.
Algo de esto le entiendo a Hesse cuando afirma que cada persona es «un intento precioso y único de la naturaleza; deren jeder ein kostbarer, einmaliger Versuch der Natur ist»,
Hesse,
Demian.
No hay comentarios:
Publicar un comentario