sábado, 26 de abril de 2025

Individuo e institución en "La ciudad y los perros" de Vargas Llosa

 




Individuo e institución en "La ciudad y los perros" de Vargas Llosa

 

 

 

 

1. Un debut literario que marcó una época

Publicada en 1963, La ciudad y los perros fue el debut de Mario Vargas Llosa y el inicio de lo que sería el boom latinoamericano (con García Marquez, Carlos Fuentes o Cortázar).

La novela también fue llevada al cine en 1985 por Francisco Lombardi. Y aunque no es fácil traducir la densidad narrativa de Vargas Llosa a la pantalla, la película logra captar la atmósfera de encierro y violencia que define esta historia.

La técnica narrativa es destacable: múltiples voces, monólogos interiores, saltos de tiempo produciendo efectos fantásticos en el lector (de interés, de sorpresa…), pero en el presente contexto vamos a centrarnos en el contenido.

2. El colegio militar: un mundo regido por jerarquías

La trama transcurre en el Colegio Militar Leoncio Prado, en Lima, Perú, un internado en el que se enseña a los adolescentes a convertirse en “hombres”.

El ingreso en el colegio está regido por lo que se llama el “bautizo”, que corresponde a lo que en España se denominan “novatadas”. Son ritos de iniciación humillantes, abusivos, mediante los cuales los nuevos aprenden “quién manda aquí”, cuáles son las reglas y cuál es la posición de cada uno. No se trata de una acogida benefactora sino de un choque con la realidad institucional: hay reglas, hay jerarquías y hay que conocerlas para sobrevivir en este mundo.

Sobre ese contexto vamos conociendo los personajes principales.

3. Tres personajes, tres formas de responder

En primer término, el Jaguar: líder natural, violento, dominante, temido, incuestionable. Cuando el Jaguar ingresó se resistió a ser bautizado, reaccionó violentamente, golpeó y venció a uno de cuarto año. Y constituyó en torno suyo un grupo (el “círculo”) con el objetivo de protegerse frente a la agresión de los veteranos. Esa actitud es atípica, nunca nadie había reaccionado así ante la perspectiva del bautizo.

En el polo opuesto está el tímido y débil Ricardo Arana, objeto de abusos, de acoso. El Jaguar le llama El esclavo y todos usan ese apodo.

Hay que señalar también la presencia de Alberto Fernández, apodado el Poeta. Es sensible, crítico, aspirante a escritor.

Entre los adultos merece destacarse el teniente Gamboa. Es el encargado de velar para que se cumplan las normas de la institución: castiga siempre a los tres últimos en llegar a la fila y cuestiones de este tipo.

4. El crimen, el silencio y la institución que se protege

Un grupo de cadetes roba un examen. El Esclavo no soporta la presión y los delata. Tras eso, sufre represalias y muere en circunstancias sospechosas durante una práctica militar.

El Poeta trata de denunciar lo ocurrido, pero se enfrenta a un sistema que encubre, silencia y castiga al que dice la verdad.

5. Un colegio que refleja un país fragmentado

Vargas Llosa fue alumno de un colegio de este tipo en Perú. Luego vino a España, a estudiar en la Complutense y cuenta que frecuentaba un bar cerca del Retiro, allí leía y allí empezó a escribir la novela que acabaría años después en París. De modo que en la La ciudad y los perros sí hay un eco de vivencias personales, pero remansado por el tiempo, la perspectiva y la decisión de qué tipo de escritor y qué tipo de hombre quería ser.

El colegio de aquel Perú fragmentado acogía a todo tipo de alumnos, de distintas procedencias, situaciones (sociales, económicas) es decir, el colegio reproducía las tensiones que había en la sociedad. En ese sentido, el colegio novelado, es un microcosmos y, por tanto, trasciende los límites de la institución escolar e incluso de Perú para hablarnos de las relaciones humanas en toda su amplitud.

Este es el contexto en el que se desarrollan los acontecimientos que recoge la novela. Y el contexto nos habla de normas, reglas de funcionamiento que definen ámbitos sociales e institucionales (el colegio, el país, el mundo) en los que se integran (vía bautizo) los individuos.

6. Individuo e institución: una tensión inevitable

Asunto interesante que puede sintetizarse refiriéndonos al problema de la relación entre individuo e institución. Sobre esto Vargas Llosa no es original. Hay una serie de autores que enfocan la cuestión antes que él. Recordemos a Hermann Hesse, con Bajo las ruedas (1906) donde un joven brillante es anulado por el sistema educativo tradicional y con El juego de los abalorios (cuya escritura le llevó más de una década: de 1931–1942) donde nos encontramos con una sociedad utópica de naturaleza elevada, intelectual y espiritual pero que, como no puede ser de otro modo, plantea el conflicto con el individuo que ha de encajar con sus normas.

Pasamos a Inglaterra donde el autor de obras como Narnia o Cartas del diablo a su sobrino nos brinda una autobiografía intelectual y espiritual con el prometedor título de Cautivado por la alegría (Surprised by Joy) lo cual no impide que C.S. Lewis recuerde los internados británicos brutales en los que vivió, a raíz de lo cual reflexiona sobre la humillación, el autoritarismo y la necesidad de refugio en la lectura y la imaginación.

Basten estas referencias para mostrar que hay una inevitable tensión entre el individuo y las instituciones. Procede ahora ver en qué radica la originalidad de Vargas Llosa, cómo lo plantea.

En La ciudad y los perros tenemos una institución con sus jerarquías, sus normas y su modo de ahormar a los nuevos (con el bautizo). La sociedad es así y su ciego objetivo es la pervivencia, mantenerse viva es mantener sus normas.

El colegio impone las normas sometiendo violentamente a los individuos. La fuerza es el camino y, por eso, nos encontramos en una sociedad definida por la violencia. La cuestión sobre la que quiero llamar la atención es cómo responden los individuos, cómo podemos responder cuando nos encontramos en esos entornos.

El pobre Esclavo no necesita comentario: es agredido, vilipendiado; es la víctima perfecta.

A veces parece que ante la violencia institucional no más remedio que sufrirla; pero hay más opciones, por ejemplo, el Poeta es lo suficientemente inteligente para entender la naturaleza de la sociedad en la que está e intenta no ser agresor ni agredido. Pone su talento al servicio del poderoso: escribe relatos eróticos y con eso el poder lo respeta.

Por último, El Jaguar responde con más violencia. Si el entorno viene definido por la violencia, yo seré el más violento, el rey de la violencia. Mantiene la estructura, las regla, y las usa para imponerse, que es un modo de pervivir y no ser aplastado.

Ahora bien, ocurre que las instituciones que se configuran como estructuras de poder, generan esta polaridad: agresor-agredido, víctima-verdugo. Y el Jaguar decide que él no se dejará achantar por nadie, pagando el peaje correspondiente: en esa estructura él (y el círculo) son agresores, fuentes de violencia, crueldad e injusticia.

Ante un entorno violento que ninguno ha elegido, tenemos tres respuestas distintas, la víctima perfecta, el cómplice funcional y el agresor dominante. Más adelante hablaremos de la posición del teniente Gamboa, “el guardián” de estatus quo.

La institución, regida por reglas y poder, tiene también que protegerse. La muerte de un alumno es una mala noticia. Y se protege, realizando una investigación que dictamina lo más ventajoso para el colegio: ha sido un desgraciado accidente, una muerte accidental.

El responsable, el que velaba por el orden, era el teniente Gamboa y él es el que recibe el castigo, será desterrado. La evolución de los personajes es una genialidad de Vargas Llosa, el asesino confiesa, le entrega por escrito la confesión al teniente Gamboa, pero el teniente le explica las reglas, le explica que su confesión es absolutamente inútil. La institución ya ha juzgado y no va a revisar el caso porque el dictamen es el más favorable para la institución, lo más favorable es un accidente, no un asesino.

Esta novela es una novela sobre cómo se forma y se deforma el carácter en contextos institucionales. Pensemos que una familia es una institución con normas, no pensemos sólo en el ejército, el Estado, el sistema educativo e instituciones de ese tipo.

Queda claro cómo la complicidad, el silencio, la cobardía, no son decisiones inocentes sino formas de adaptarse a un mundo en el que decir la verdad tiene un precio, porque las instituciones que se estructuran sobre el poder y la violencia generan esa polaridad de que hemos hablado, agresores-agredidos, víctimas-verdugos.

En esos contextos, en esas instituciones la verdad es irrelevante, molesta, no se trata de la verdad, no se trata de lo que es correcto, se trata de quién manda aquí, de cuáles son las reglas, de cuál es el papel que juega cada individuo. Por eso hay que tener claro que ciertamente hay instituciones así, es verdad que hay instituciones en las cuales estas son las reglas, pero somos dueños de nuestra respuesta.

7. ¿Víctima, cómplice o agresor?: la decisión personal

El Jaguar sobrevive y es el rey, pero el precio que tiene que pagar es degradarse.

En el contexto de instituciones o de relaciones institucionales que son francamente abusivas, injustas, opresivas, hay que decidir cuál es nuestro modo de estar en el mundo cuando nos toca vivir en ese tipo de mundos. La valentía no siempre se manifiesta gritando, entre otras cosas porque a veces no se puede hablar, pero no miente, entonces calla y resiste y ese modo de no hablar, de no ser cómplice y es un modo de afirmar nuestra dignidad.

8. Una alternativa más humana es posible

Además, este no es el único modo de organizar las instituciones y las relaciones humanas, ni siquiera es el mejor porque es el menos humano. Y ahí empieza la verdadera pregunta: ¿cómo queremos vivir?


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