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Jaime Ballester (2013) |
La intervención del Mirlo ha distraído la atención de lo
fundamental: las monedas de oro. La Zorra le propone un método sencillo para enriquecerse,
así tendrá más dinero, así ayudará más a su padre. En ningún momento se
cuestiona lo que es connatural a Pinocho: se trata siempre de ayudar a su padre.
El dinero es un simple medio para ese fin nobilísimo.
Atrás queda la elección entre el bien y el mal, que se
ventilaba en el diálogo y muerte del Grillo-parlante. Lejos queda también la
opción entre el capricho presente (oggi)
y el bien futuro, que condujo a Pinocho hasta el teatro de títeres. La zorra
plantea el dilema que es relevante a alguien que, como Pinocho, quiere ser
bueno. Se trata de ahora de elegir entre lo bueno (volver a casa y llevar
dinero a su padre) y lo mejor (enriquecerse para regresar con mayor capacidad
de ayudar a su padre).
Pinocho se muestra interesado, ¿qué hay que hacer? «La
manera es facilísima. En vez de volverte a tu casa, tendrás que venirte con nosotros
nel paese dei Barbagianni, al país de
los Bobalicones».
La Zorra le insta a ir al país de los Barbagianni,
palabra que en italiano significa literalmente “mochuelo”, con lo que le está
proponiendo cambiar al Mirlo por el Mochuelo que, en español, sería como dar
gato por liebre porque bargagianni en
sentido figurado es un «hombre bobo y estúpido: uomo sciocco e balordo» (Cfr. Zingarelli), un bobalicón, en
definitiva.
Collodi, jugando con las palabras, está aludiendo a la
posibilidad de que el bueno sea tonto, un bobo al que los pillos tomen el pelo.
El peligro de que la persona buena intente construir su vida sobre bases
sentimentales, buenos sentimientos, y olvide que en la elaboración de la
personalidad hay que hacer entrar la realidad. Y la realidad incluye que hay pícaros
y buenas personas; y hay que distinguirlos. Y la realidad incluye que los
dones, las capacidades, los deseos… la bondad misma sólo surte efecto inmediato
en los títeres; el hombre debe convertir todo eso en tarea, en meta de su
existencia. Debe, en una palabra, bregar con la realidad y «quien no quiera
luchar con la realidad, tendrá que pelear con fantasmas» (Kierkegaard, El equilibrio entre el aspecto estético y
ético en la elaboración de la personalidad).
El primer movimiento de Pinocho vuelve a ser el correcto:
quiere ir a casa. Sabe que eso es lo correcto porque, al decir de Kierkegaard,
«en el mundo del espíritu sólo resulta engañado el que se engaña a sí mismo» (Temor y temblor). Pero, al final, la
habilidad de la zorra consigue hacer más tenue la presencia del padre y más
real la riqueza fácil del país de los Bobalicones, de modo que Pinocho pasa del
«No, no quiero ir» al dejarse, apresuradamente, arrastrar:
«Andiamo subito. Io vengo con voi. Vayamos deprisa. Voy con vosotros».
La Zorra lo vence con una fantasía, un fantasma: ganar
dinero sin trabajar. Eso no ocurre aquí y ahora (oggi) por eso hay que ir mañana (domani) al país de los bobos. Allí está el campo de los milagros: la zorra conoce un procedimiento para
provocar el milagro, pero ese procedimiento no funciona en la realidad, es cosa
de fantasmas y bobalicones. En la realidad lo que ocurre es que «si el hombre
se cruza de brazos, Dios se echa a dormir» (Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida).
Ocurre, y es importante señalarlo, que ese es el sueño de la
Zorra. La tentación del atajo, de conseguir rápido dinero sin esfuerzo es
comprensible en un niño porque la infancia es la etapa en que todas las
energías se concentran en crecer y la tarea de los padres es, precisamente,
hacer posible ese crecimiento sin que el niño tenga que preocuparse por los
medios: la infancia es el reino de los fines.
Pero el adulto sabe que el trabajo es fuente de dignidad.
Mediante su actividad realiza su verdadero ser y puede entonces gozar de sí
mismo y del mundo ya que «un
hombre sólo reposa y se alegra cuando ha puesto toda su alma en su trabajo,
cuando lo ha hecho lo mejor que sabía» (Emerson, La confianza en sí
mismo).
Pinocho ha madurado, pero no suficiente. Tiene nobles
aspiraciones, pero eso no basta. Se dirige hacia el país de los Bobalicones, es
un bobo. Bueno pero bobo: eso no es una personalidad madura. Por eso, es
llevado. Ser llevado es, precisamente, la característica del títere, del que es
manipulado, de la masa y la mentalidad gregaria. Mientras sea movido habrá en
él más de títere que de bambino davvero,
que de hombre auténtico.
En fin, quizá haya
que pasar por ahí para madurar, pero al ver hacia dónde va… ¡Y con qué compañeros!
No podemos evitar pasar al capítulo siguiente con el ánimo encogido.
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