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Jaime Ballester (2013) |
El hada ha hecho descolgar a Pinocho del árbol donde le
habían ahorcado. Ha hecho que lo traigan a casa. Lo ha llevado ella misma a una
cama confortable. Ha hecho venir a unos médicos; les plantea la cuestión
esencial:
«Señores, quisiera saber por ustedes si este desgraciado
muñeco está vivo o muerto».
Se trata del mismo asunto, con las mismas palabras, que
planteó al halcón tras descolgarlo de la encina: «¿Cómo lo has encontrado?
¿Vivo o muerto?».
Y ese es el tema central de este capítulo. Se trata de
establecer si Pinocho está muerto o vivo.
En el capítulo anterior Pinocho estaba vivo y el hada muerta.
O eso parecía. Ahora el hada está viva y Pinocho muerto. O eso parece.
Este curioso trastrueque podría ser importante. Veámoslo con
detenimiento.
Pienso que pueden ayudar unas líneas sobre el significado de
la vida y la muerte.
El principio vital, aquello que hace que un ser esté vivo,
es lo que los griegos denominaron psique
y los latinos anima. No es casual la
proximidad de este último término con ánimo. Si se tiene anima, se está animado. Estar animado, estar vivo, significa estar
dispuesto a comerse el mundo, a hacer cosas. Cuando se está ilusionado,
animado, con un trabajo, con una persona, entonces se actúa con brío, con vigor
y eficacia. Si, por el contrario, uno está desilusionado, desanimado, no
actuará o, dicho de otro modo, es como si estuviera muerto.
En su primera aparición, el hada dice de sí misma que está
muerta. Pero no es menos cierto que ahí la Niña expone lo que es relevante para
Pinocho o, dicho de otro modo, informa al muñeco de que la casa a la que ha
llegado no va a acogerlo. Pinocho ha actuado de tal modo que el hogar no es
hospitalario para él; ha obrado de tal manera que la Niña no le presta ayuda:
como si estuviera muerta. Podría haber dicho: "para ti, la casa está
cerrada; para ti, estoy muerta; o como si lo estuviera".
Parece cruel esa cerrazón del Hada, esa negativa a ayudar al
pobre muñeco en apuros. Pero es la reacción ante el comportamiento de Pinocho.
Pinocho había salido de la posada del Cangrejo Rojo, encontró
una vocecilla que le avisó del peligro, pero él se empeñó (Voglio
andare!), insistió en ir
por el mal camino que conduce a la horca. De modo que quien podría sacarle del
atolladero (el hada) se desanima con él, actúa como si ya no tuviera interés y
lo deja sufrir las consecuencias de sus actos, a su suerte, es decir, lo deja
en manos de los asesinos: "estoy muerta para ti; no quiero hacer un
esfuerzo por ti cuando tú mismo no haces nada para salir adelante". Ocurre
así algunas veces que los padres, cansados de avisar a los hijos de que van
mal, permiten que sea la propia vida, la experiencia real de las consecuencias
de sus acciones, la que los eduquen en vez de sus consejos. De modo que Pinocho
en el capítulo anterior está vivo y actúa, pero obra mal, yerra gravemente
hasta el punto de que aquí parece más muerto que vivo.
Ocurre con el hada, como con los padres, que se apiada. Decidió
dejar que quien no quiso seguir los buenos consejos ni escarmentar en cabeza
ajena, sufriera los golpes de la realidad. Pero cuando eso ocurre, se
compadece.
De hecho este capítulo supone un nuevo comienzo precisamente
cuando el hada se apiada del pobre Pinocho. Se compadece y, por eso, decide
actuar, animarse, ilusionarse, que son síntomas de vitalidad, de psique o anima. Ahora el hada está viva: se apiada, decide dar otra
oportunidad a Pinocho (a ver si ahora la aprovecha) y entonces el hada aparece
con todo su poder: se anima. Pasa de estar des-animada, muerta para Pinocho, a
estar animada, viva y activa.
Pero esa oportunidad viene en forma educativa. Ella está
viva, animada, dispuesta a ayudar. Pero el centro vuelve a ser Pinocho. Lo trae
y lo primero que tiene que hacer es averiguar si está vivo y animado, o sea,
dispuesto a tomar su vida en serio. Te voy a ayudar, dice el hada, pero la
cuestión decisiva es que tú tienes que ayudarte. Porque tu vida es tuya. El
hada, como los padres y las personas que nos quieren, puede ayudar con un
empujoncito, pueden levantarnos cuando nos caemos. Y lo hacen muchas veces. Pero
la cuestión decisiva es que nuestra vida es nuestra, nadie puede vivirla por
nosotros. Y esto es lo que quiere averiguar el hada: si Pinocho está vivo o
muerto, si está dispuesto a tomarse en serio su propia vida.
Y, para eso, llama a los médicos. Para recabar un
diagnóstico.
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