sábado, 21 de junio de 2025

Tolkien, poder y relato: cuando los pequeños cargan con el anillo

 

Tolkien, poder y relato: cuando los pequeños cargan con el anillo

“Nadie sirve para mandar a otros, menos aún quien desea hacerlo.”

– J.R.R. Tolkien




 

En la primera parte de esta serie nos preguntábamos qué ocurre cuando el mundo deja de percibirse como canto, como relato, como misterio compartido. Hablábamos del desencantamiento, no como pérdida de magia, sino como pérdida de sentido. De ahí surgía la necesidad urgente de recuperar los símbolos, los cuentos y la palabra que nombra y da forma a lo real.

Esta segunda entrega ahonda en ese territorio. Desde la obra de Tolkien, hablamos del canon, de la educación de la mirada, del poder… y de los pequeños. Porque si el mundo se ha vuelto opaco, también se ha vuelto ruidoso, y en ese ruido cuesta distinguir lo verdadero de lo útil.

La mirada poética frente a la mirada roma

Tolkien no ofrece respuestas cerradas. No construye una alegoría moralista, sino un mundo vivo, abierto a la experiencia del lector. Un mundo cuya verdad no se impone, sino que se revela —como se revelan los poemas o los símbolos— a quien ha aprendido a mirar.

Por eso no es lo mismo leer a Tolkien a los 15 que a los 35. Porque no ha cambiado la obra: quien cambia es el lector. Su mirada. Su capacidad de resonar con el misterio.

Tolkien no está en la estantería correcta

Hoy encontramos a Tolkien junto a novelas juveniles o de fantasía ligera. Pero su lugar natural estaría más cerca de Homero o de las grandes epopeyas fundacionales. Porque lo suyo no es evasión, sino una mirada mítica sobre la realidad. Su logos es narrativo. Su gramática es simbólica. Su magia es filológica y metafísica.

No escribe para entretener. Escribe para recordar —como el bardo— quiénes somos y hacia dónde caminamos.

El poder y el riesgo del bien obligatorio

Pocos temas atraviesan la obra de Tolkien con tanta profundidad como el del poder. ¿Por qué Gandalf rechaza el anillo? Porque teme usarlo para imponer el bien, y sabe que convertir el bien en obligatorio lo volvería odioso. Que el bien impuesto destruye el alma que dice querer salvar.

El anillo pone a prueba a todos: Galadriel, Boromir, Frodo, incluso Sam. Cada uno reacciona desde su deseo más íntimo. El anillo no domina por fuerza: domina por tentación. Es un espejo. Un “equalizer moral”, como lo ha llamado Tom Shippey en The Road to Middle-earth. Y en esa prueba se revela lo que somos.

Los pequeños que somos nosotros

Frodo no es el más fuerte ni el más sabio. Pero es él quien carga con el anillo. Y en eso reside una verdad esencial: el poder debe gestionarse desde la fragilidad, no desde la ambición. Porque la fortaleza, sin humildad, corrompe. Y la fragilidad, cuando se sostiene en la compañía y en la vocación, salva.

Ser pequeño no garantiza nada: ahí está Gollum. Pero nos recuerda algo que el mundo parece haber olvidado: no hay salvación sin libertad, ni relato sin responsabilidad.

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Estas reflexiones se han tejido a raíz de una conversación con Eduardo Segura, parte de la serie Tolkien y el canto del mundo, publicada en español en el canal Tinta y Caos. Más que una entrevista, ha sido una excusa para pensar juntos. Porque hablar de Tolkien no es hablar de fantasía: es hablar de nosotros.


Si quieres ver la conversación completa en youtube:

https://youtu.be/ccIIgEqbPRM

 

Si prefieres oírlo, en Spotify:

https://n9.cl/7ke0ss

 

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