lunes, 23 de septiembre de 2013

16.1 Una extraña hada

Jaime Ballester (2013)



Habíamos dejado a Pinocho ahorcado en un árbol, con la vida a punto de extinguirse, de modo que «parecía ya más muerto que vivo».

Este capítulo se abre con la Niña asomándose de nuevo a la ventana y apiadándose del pobre Pinocho colgado por el cuello y mecido por el viento.

Estrictamente el comienzo del capítulo y, por tanto, el nuevo impulso a las aventuras de Pinocho viene marcado por la reacción de la Niña que «se apiadó ante la vista de aquel infeliz… impietositasi alla vista di quell'infelice». La Niña impietositasi, se apiadó, se compadeció, se afligió, ante la mala situación de Pinocho.

Y eso lo cambia todo.

No deja de ser curioso. La Niña que ahora se asoma espontáneamente a la ventana, en el capítulo anterior sólo apareció tras la desesperada insistencia de Pinocho. La misma Niña que ahora se conmueve es la que se negó a ayudar a Pinocho cuando era perseguido por los asesinos: entonces no se compadeció. La misma hermosa Niña que ahora le ayuda, antes estaba muerta. Una muerta peculiar, ciertamente, pero muerta.

Ahora nos enteramos de que «la Niña de los cabellos azules, a fin de cuentas, no era otra cosa que una bonísima Hada». Esto explica lo que ocurrirá a partir de ahora, aunque deje en la sombra por qué en su primera aparición se presenta como una muerta que vive en una casa de muertos y que, por tanto, no se siente afectada por el peligro que agobia a al pobre Pinocho, ni le ayuda.

Tenemos, pues, que el hada se compadece de Pinocho y, por eso, «dio tres palmaditas» con las que convoca a un halcón. Esta hada no tiene una varita mágica. Con sus palmadas convoca a los animales y les da órdenes que ellos ejecutan.

El halcón obedece al hada. Libera a Pinocho, lo deposita en el suelo y vuela informar al hada. Entonces el hada le pregunta:

«- ¿Y cómo lo has encontrado?, ¿Vivo o muerto?».

Parecía muerto, dice el halcón, pero dejó escapar un suspiro y murmuró «ahora me siento mejor».

Nuevamente el hada da unas palmadas y aparece un soberbio perro al que encarga que traiga a Pinocho. A su regreso, el hada misma «tomó en sus brazos al pobre muñeco», lo llevó a una habitación y «mandó llamar inmediatamente a los médicos más famosos de la vecindad».

Parece que esta peculiar hada no hace nada directamente. Obra siempre a través de otros (el halcón, el perro, los médicos). No obstante, hace por sí misma algo que está al alcance de cualquiera: toma en sus brazos a Pinocho.

Nueva oportunidad para Pinocho, nuevo principio pero sin renunciar al marco que quedó establecido al comienzo de la obra cuando Collodi jugaba con los lectores:

«Érase una vez…
-          ¡Un rey! – dirán en seguida mis pequeños lectores.
No, muchachos, os habéis equivocado. C’era una volta un pezzo di legno: Érase una vez un pedazo de madera».

La cuestión era y sigue siendo, recordémoslo, situar la acción en el ámbito de lo ordinario, tan corriente como llevar en brazos a la cama a quien no tiene fuerzas o avisar al médico cuando alguien está mal. El marco sigue siendo la vida corriente de los lectores. Este nuevo comienzo podría empezar diciendo: "Había una vez… un hada, un hada muy buena. Esta hada maravillosa era tan corriente que, a veces, no parecía un hada. Se cuenta que, hace mucho tiempo, incluso pareció estar muerta. Y eso sin que mediara ningún hechizo ni encantamiento, porque lo sorprendente de esta hada era que…" o algo así podría ser.

Y llamó a los mejores médicos. Tres personajes («un cuervo, un mochuelo y un Grillo-parlante») de los que tendremos que ocuparnos en la siguiente entrada.




No hay comentarios:

Publicar un comentario