viernes, 29 de septiembre de 2017

Anhelo de excelencia

La vida es proyecto, proyección, tendencia. No basta lo que hay y, por eso, el deseo de más y mejor es esencialmente humano.
Cada tipo de persona gestiona de modo distinto ese anhelo.

Algo de esto le entiendo a Ortega. Y ahí lo dejo. Por si interesa:

«el hombre es, tenga de ello ganas o no, un ser constitutivamente forzado a buscar una instancia superior. Si logra por sí mismo encontrarla, es que es un hombre excelente; si no, es que es un hombre-masa y necesita recibirla de aquél»,


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

jueves, 28 de septiembre de 2017

Torpeza del especialista

Hay gente inteligente, que sabe lo que sabe y sabe también que “hay más cosas en el cielo y en la tierra” de las que puede abarcar. Y que cada sector de la realidad responde a sus propias leyes. Y que reconocernos ignorantes de ciertos ámbitos nos hace mejores personas y nos enseña a reconocer que otros son mejores.
Y hay gente que no es inteligente. De los peores, el soberbio especialista. Y Ortega explica por qué, si lo entiendo bien. Ahí lo dejo. Por si interesa:


«este es el comportamiento del especialista. En política, en arte, en los usos sociales, en las otras ciencias tomará posiciones de primitivo, de ignorantísimo; pero las tomará con energía y suficiencia, sin admitir —y esto es lo paradójico— especialistas de esas cosas. Al especializarlo, la civilización le ha hecho hermético y satisfecho dentro de su limitación; pero esta misma sensación íntima de dominio y valía le llevará a querer predominar fuera de su especialidad. De donde resulta que aun en este caso, que representa un máximum de hombre cualificado —especialismo— y, por lo tanto, lo más opuesto al hombre-masa, el resultado es que se comportará sin cualifícación y como hombre-masa en casi todas las esferas de vida».


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

martes, 26 de septiembre de 2017

Especialistas y sabios

Es difícil trazar límites.
Porque siempre hay más, más realidad y más deseo (de cosas, de saber…).
Por eso quien no sólo acepta los límites sino que se complace en ellos, tiene algo de extraño. Que esa anomalía sea para lograr mayor eficacia dentro de un ámbito (límite) concreto, es comprensible. Que el experto ignore que lo que logra en ese ámbito no tiene por qué valer fuera de esos límites, es ignorancia. Peligrosa ignorancia, a veces.

Algo de esto le entiendo a Ortega. Y ahí lo dejo. Por si interesa:

«antes los hombres podían dividirse, sencillamente, en sabios e ignorantes, en más o menos sabios y más o menos ignorantes. Pero el especialista no puede ser subsumido bajo ninguna de esas dos categorías. No es sabio, porque ignora formalmente cuanto no entra en su especialidad; pero tampoco es un ignorante, porque es «un hombre de ciencia» y conoce muy bien su porciúncula de universo»,


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

lunes, 25 de septiembre de 2017

Crítica de la crítica

"Matar al padre" es la expresión freudiana para expresar esa necesidad que sentimos de tirar por la borda todas las normas heredadas.
Es, sin duda, un momento necesario para lograr la propia afirmación. Se rechaza la autoridad para establecer los cauces de nuestra existencia desde nosotros mismos. Quizá sean los mismos principios, pero no es lo mismo: ahora la decisión ha sido mía. Kant diría que se pasa de un comportamiento heterónomo a una actitud autónoma, o que se deja atrás la minoría de edad. Será por palabrás...
Podríamos decir que ese proceso corresponde biográficamente con el momento de la rebeldía adolescente. Se critica al padre, todo hay que decirlo, mientras el padre nos mantiene.
Y bien está, como queda dicho, que el hombre pase por esa etapa.
Cuando no se supera y se convierte no en una etapa pasajera sino en un modo estable de ser, entonces se requiere no sólo que papá nos siga manteniendo de por vida sino que cuaja una personalidad deforme, a medio hacer.

Algo de esto le entiendo a Ortega. Y ahí lo dejo, por si interesa:

«El cínico, parásito de la civilización, vive de negarla, por lo mismo que está convencido de que no faltará. ¿Qué haría el cínico en un pueblo salvaje donde todos, naturalmente y en serio, hacen lo que él, en farsa, considera como su papel personal? ¿Qué es un fascista si no habla mal de la libertad, y un superrealista si no perjura del arte?»,

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

domingo, 24 de septiembre de 2017

Destino y elección

Podemos pensar que nuestro destino está escrito o que nuestra suerte la construimos con cada paso que damos en la vida.
Y mientras pensamos o dejamos de pensar, podemos comportarnos según nuestra mejor posibilidad o ir tirando, que es más cómodo.

Algo de esto le entiendo a Ortega. Y ahí lo dejo. Por si interesa:

«Podemos perfectamente desertar de nuestro destino más auténtico; pero es para caer prisioneros en los pisos inferiores de nuestro destino».

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

sábado, 23 de septiembre de 2017

Esfuerzo y herencia

Lograr un patrimonio, consolidar unos bienes, supone esfuerzo. Tarea de una vida.
Si nuestros hijos sólo reciben el patrimonio e ignoran el esfuerzo no valorarán lo que reciben y no sabrán incrementarlo ni, quizá, conservarlo.

Y mucho mejor, claro, lo dice Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«Un mundo sobrado de posibilidades produce automáticamente graves deformaciones y viciosos tipos de existencia humana —los que se pueden reunir en la clase general «hombre heredero» de que el «aristócrata» no es sino un caso particular, y otro el niño mimado, y otro, mucho más amplio y radical, el hombre-masa de nuestro tiempo—».

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

viernes, 22 de septiembre de 2017

Conflicto interior

La vida es paradójica en cierto sentido. Estamos llenos de contradicciones, con nosotros mismos: deseamos comer de todo pero no queremos engordar, nos gustaría dedicarnos a la holganza pero queremos estar fuertes, llenos de realización, éxito y vitalidad.
Cualquiera entiende que las tendencias que manifiestan nuestro conflicto interior han de ser orientadas. En caso contrario, sabemos qué tipo de querencias se impondrán sobre las otras, qué tipo de vida iremos consolidando a cada nuevo acto, a cada nueva elección. Será letal.
Porque lo vital es la coordinación, la organización de nuestras instancias para hacer lo que toca cuando toca. Eso es lo vital, lo propio de una vitalidad fuerte.
Algo de esto le entiendo a Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«Toda vida es lucha, el esfuerzo por ser sí misma. Las dificultades con que tropiezo para realizar mi vida son precisamente lo que despierta y moviliza mis actividades, mis capacidades»,

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

jueves, 21 de septiembre de 2017

Vida o inercia

Que lo que mantiene vivo algo es su principio vital es una obviedad que conviene no olvidar. Por obvia y por vital.
Si algo pierde su conexión con su principio, con lo que le confiere vigor, se agosta, declina, puede durar mientras dura la inercia. Pero, es una obviedad: acaba muriendo.
Y da igual que hablemos de una planta, una persona, una amistad, una institución o cualquier realidad cultural.

Algo de esto parece decir Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«Todas las civilizaciones han fenecido por la insuficiencia de sus principios».


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

miércoles, 20 de septiembre de 2017

Facilitar la vida

Hay quienes, a veces, tienen un mal sabor de boca respecto a las circunstancias adversas de su vida.
Y quieren evitar a sus hijos y a la gente a la que quieren aquellas estrecheces.
Como si lo que fue negativo y opresivo, lo que nos obligó a esforzarnos, no hubiese contribuido a forjar nuestro carácter, a hacernos resistentes y merecedores de alegrarnos por nuestras conquistas.
Como si fuese posible disfrutar del éxito sin haber bregado por conseguirlo.
Y algo de esto le entiendo a Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«Tenderíamos ilusoriamente a creer que una vida nacida en un mundo sobrado sería mejor, más vida y de superior calidad a la que consiste precisamente en luchar con la escasez. Pero no hay tal».


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

martes, 19 de septiembre de 2017

El niño mimado y Europa

El niño mimado es repelente, de trato difícil. Tirano con quienes puede ejercer su dominio.
Cuando ese producto de la mala educación y del individualismo se incorpora a una masa de individuos semejantes, tenemos el germen del totalitarismo que campa por Europa desde el siglo pasado.
Y Ortega explica por qué, si lo entiendo bien. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«Si atendiendo a los efectos de vida pública se estudia la estructura psicológica de este nuevo tipo de hombre-masa, Se encuentra lo siguiente: l.º,una impresión nativa y radical de que la vida es fácil, sobrada, sin limitaciones trágicas; por lo tanto, cada individuo medio encuentra en sí una sensación de dominio y triunfo que, 2.º, le invita a afirmarse a sí mismo tal cual es, dar por bueno y completo su haber moral e intelectual. Este contentamiento consigo le lleva a cerrarse para toda instancia exterior, a no escuchar, a no poner en tela de juicio sus opiniones y a no contar con los demás. Su sensación íntima de dominio le incita constantemente a ejercer predominio. Actuará, pues, como si sólo él y sus congéneres existieran en el mundo; por lo tanto, 3.º, intervendrá en todo imponiendo su vulgar opinión sin miramientos, contemplaciones, trámites ni reservas, es decir, según un régimen de “acción directa”.»,
Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

lunes, 18 de septiembre de 2017

El tiempo de Europa

Hay un tiempo para cada cosa. Tiempo para crecer, para jugar, para disfrutar, para descansar, para luchar y aprender.
En cada etapa del mundo, en cada momento de la vida.
Y es un error trabajar en el tiempo de juego o vivir impulsivamente cuando lo suyo es reflexionar.
Algo de esto le entiendo a Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«si usted, encima de ser viejo, y, por lo tanto, de que su vida empieza a ser difícil, ha perdido la memoria del pasado, no aprovecha usted su experiencia, entonces todo son desventajas. Pues yo creo que esta es la situación de Europa».


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

domingo, 17 de septiembre de 2017

No estar a la altura

La ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento. No digamos si se trata de una ley de la naturaleza…
Y podría ocurrir, en algunos casos, que el desconocimiento de los problemas agrave el problema mismo. Que sea parte del problema, que se dice ahora.
Quizá por eso Ortega dice lo que dice. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«Cada vez es menor el número de personas cuya mente está a la altura de los problemas».

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

sábado, 16 de septiembre de 2017

La vida toda y sus partes

La vida se manifiesta de mil modos distintos.
Y hay gentes que se contentan y disfrutan con lo que la realidad pone delante. Que no es poco.
Pero también los hay que sienten anhelos de totalidad; de infinito, incluso. Y, por eso, siempre andan echando de menos lo que falta en cada concreción. Que no es poco.
Más o menos así ve Ortega a los románticos. Y ahí lo dejo. Por si interesa:

«Cuando un buen romántico divisa un edificio, lo primero que sus ojos buscan es, sobre la acrótera o el tejado, el «amarillo jaramago». Él anuncia que, en definitiva, todo es tierra, que dondequiera la selva rebrota».


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

viernes, 15 de septiembre de 2017

Filosofía o elitismo para todos

Si hubiese algo excelente, destinado sólo a una minoría en razón de una elevada vocación que adopta la forma de personalísima elección, no sería de extrañar que fuera patrimonio de unos pocos. Una pequeña, minúscula, porción de la sociedad. Una élite, en otros términos.
Si hubiese algo así e intentara adaptarse a una sociedad de masas, no sería de extrañar que se exigiera que la excelencia fuese patrimonio de todos. Nada de minorías ni exclusivismos. Que se pidiera, en otras palabras, un elitismo para todos.
Y no iría por ahí Ortega, si lo entiendo bien. Y ahí lo dejo, por si interesa:



«La filosofía no necesita ni protección, ni atención, ni simpatía de la masa. Cuida su aspecto de perfecta inutilidad, y con ello se liberta de toda supeditación al hombre medio. Se sabe a sí misma, por esencia, problemática, y abraza alegre su libre destino de Pájaro del Buen Dios, sin pedir a nadie que cuente con ella, ni recomendarse, ni defenderse. Si a alguien, buenamente, le aprovecha para algo, se regocija por simple simpatía humana; pero no vive de ese provecho ajeno, ni lo premedita, ni lo espera. ¿Cómo va a pretender que nadie la tome en serio, si ella comienza por dudar de su propia existencia, si no vive más que en la medida en que se combata a sí misma, en que se desviva a si misma?»


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

jueves, 14 de septiembre de 2017

Masa o equilibrio

Sostiene Aristóteles que el hombre es inteligencia deseante o deseo inteligente. O algo así.
Podría ocurrir que la razón anulase o bloquease la dimensión emotiva, aunque no parece que hoy sea este el modo mayoritario de perder el equilibrio.
Más frecuente parece el desequilibrio que apaga la voz de la razón.
Porque lo humano, lo humano en plenitud, es la armonía entre esos dos principios. En el caso de que Aristóteles tuviese razón, y no sería la primera vez.
Y el desequilibrio alejaría a las personas de su propia plenitud generando diversos estilos de vida deficiente.
Quizá algo de esto es lo que dice Ortega cuando analiza las masas rebeldes. Y ahí lo dejo. Por si interesa:

«El hombre-masa no atiende a razones, y sólo aprende en su propia carne».


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Vida y compromiso

En algún sitio hay que estar, es cierto.
Pero se puede estar bregando por mejorar el ámbito en el que cada uno ejerce su acción o como un gorrón.
Bregar supone, como es sabido, esfuerzo y algún que otro choque. Es noble pero no es agradable.
El parásito, por el contrario, goza de la ventaja de no andar lastrado por responsabilidades, límites ni principios. Y así vive, y vive bien, de la sustancia vital de otros que sufren su indolencia.
Y Ortega, si lo entiendo bien, lo aplica a los gestores de la cosa pública. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«se ha apoderado de la dirección social un tipo de hombre a quien no interesan los principios de la civilización. No los de ésta o los de aquélla, sino —a lo que hoy puede juzgarse— los de ninguna».


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

jueves, 7 de septiembre de 2017

Vida e inquietud

En un sentido importante vivir se conjuga verdaderamente en presente.
Con un pasado que ya no. Y con un futuro que todavía no. Pero presente que puede arruinar el pasado o el futuro, que puede dotarlos de sentido y plenitud.
Por eso la auténtica vida no puede consistir en dormirse en los laureles. Dice Hegel que Der Geist ist immer unruhig y Agustín que inquietum est cor nostrum, que el espíritu, la vida, o dicho de otro modo, el corazón anda siempre inquieto. Quizá, a la postre, vida, libertad, riesgo y peligro sean sinónimos. Será por palabras...
Algo de esto le entiendo a Ortega. Y ahí lo dejo. Por si interesa:


«la vida, individual o colectiva, personal o histórica, es la única entidad del universo cuya sustancia es peligro. Se compone de peripecias. Es, rigorosamente hablando, drama».


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

El precio y el desprecio del progreso

Cada época tiene sus modos de entenderse y de explicarse.
Platón crea profusamente mitos para sustituir a los mitos homéricos. Porque ve el mundo de un modo distinto.
La modernidad elabora el ilusionante mito del progreso. Que el esfuerzo y la inventiva humana van a dotar a la humanidad de prosperidad siempre creciente. Como si los avances cristalizaran para siempre en monolitos modernos, como si no hubiese que cuidarlos, como si no pudiésemos retroceder, como la piedra de Sísifo en aquel mito griego.
Que no es lo mismo un mito ilusionante que un mito iluso.
Y algo de esto le entiendo a Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:

“No hay razón para negar la realidad del progreso; pero es preciso corregir la noción que cree seguro este progreso”.


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

martes, 5 de septiembre de 2017

Del individualismo al rebaño

La modernidad se anuncia como una afirmación de la libertad, la subjetividad, la autonomía y otros rasgos típicos de la individualidad.
Se realiza, no obstante, con el auge de las ideologías colectivistas (socialismo, comunismo) negadoras del individuo.
No es lo mismo apuntalar al individuo que sostener el individualismo. Al individuo, tan querido y afirmado por el liberalismo, le falta un punto. Hay algo que le hace tirar por la borda su autonomía, su libertad, su dignidad e integrarse en el rebaño protector.
Hay ahí una dinámica esencial de lo humano. Quien lo descubre, puede intentar zafarse de esta pendiente cultural en la que vivimos, nos movemos y por ahí le andamos.
Algo de esto le entiendo a Ortega. Y ahí lo dejo. Por si interesa:


«La masa —¿quién lo diría al ver su aspecto compacto y multitudinario?— no desea la convivencia con lo que no es ella. Odia a muerte lo que no es ella»,


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

lunes, 4 de septiembre de 2017

Generosidad y libertad

El liberalismo y el capitalismo se basan en la confianza en el individuo. La confianza en que cada uno es capaz de sacar lo mejor de sí. Capaz de proponerse nobles objetivos, de empeñarse vigorosamente para conseguirlos. Y cada uno es capaz también de ser generoso y amable con los menos capaces o menos afortunados.
Cuando lo mejor de cada uno se plasma en el orden social y político tenemos una configuración que se denomina democracia liberal.
Pero también sabemos que hay gente incapaz de aceptar la grandeza. Hay quien vive de azuzar el resentimiento. Por eso la democracia liberal tiene enemigos internos y externos.
Es lo que hay. O algo de eso le entiendo a Ortega. Y ahí lo dejo, por si interesa:


«La forma que en política ha representado la más alta voluntad de convivencia es la democracia liberal. Ella lleva al extremo la resolución de contar con el prójimo y es prototipo de la «acción indirecta». El liberalismo es el principio de derecho político según el cual el poder público, no obstante ser omnipotente, se limita a sí mismo y procura, aun a su costa, dejar hueco en el Estado que él impera para que puedan vivir los que ni piensan ni sienten como él, es decir, como los más fuertes, como la mayoría. El liberalismo —conviene hoy recordar esto— es la suprema generosidad: es el derecho que la mayoría otorga a la minoría y es, por lo tanto, el más noble grito que ha sonado en el planeta. Proclama la decisión de convivir con el enemigo: más aún, con el enemigo débil. Era inverosímil que la especie humana hubiese llegado a una cosa tan bonita, tan paradójica, tan elegante, tan acrobática, tan antinatural. Por eso, no debe sorprender que prontamente parezca esa misma especie resuelta a abandonarla. Es un ejercicio demasiado difícil y complicado para que se consolide en la tierra».



Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.