lunes, 18 de diciembre de 2017

Realidad y Razón

Qué son los conceptos o, lo que es lo mismo, cuál es el estatuto de los universales, es asunto que se ha tratado largamente en la historia del pensamiento.
Hay quienes sostienen (Platón, sin ir más lejos) que son la realidad más real, quedando este mundo como mera copia o participación, en cualquier caso un mundo sensible pero escasamente inteligible y como a medio hacer, imperfecto e inferior (aunque se enfade Nietzsche).
Sin llegar a esos extremos, Aristóteles sentencia que sobre lo particular no hay ciencia, que el saber científico versa sobre los universales, los conceptos.
Hay, en definitiva, una actitud que consiste en volver la espalda a lo particular, a lo existente, sea porque es inferior, sea porque es difícilmente pensable, sea porque la ciencia no puede hincarle el diente.
Kant en la Crítica de la razón pura briega con estos asuntos, con las sensaciones, las formas, las categorías, las ideas… Y queda delimitado, de-marcado, el ámbito de la ciencia, el dominio de la razón. Y también la apertura al particular aber ich denke überhaupt porque somos, sobre todo, seres pensantes. Razonar, hacer ciencia, es un modo. Sólo eso. Hay más.

Decir que hay algo (sea lo que sea “ese algo”) y nada más lleva al cierre, al -ismo.

Algo de esto le entiendo a Ortega. Ahí lo dejo, por si interesa:

 «el racionalismo es una forma de beatería intelectual que al pensar sobre una realidad procura tener a ésta lo menos posible en cuenta»,
Ortega y Gasset, El hombre y la gente

domingo, 17 de diciembre de 2017

Atinar

Es difícil escapar de los modos de ver el mundo que están vigentes en cada momento que, por eso y en otras palabras, son modas. Y las modas, lo moderno, van y vienen al son de nuevas in-novaciones.
En suma, la amalgama de idola fori et tribus, que diría Bacon, que a veces nos hace olvidar quién somos e intentar aparecer y actuar de otro modo: un modo superior o inferior, tanto da, pero que nunca es mejor, sencillamente porque no es el que toca.

Los tiempos, las modas y los idola cambian, pero Sísifo acarrea y tropieza una y otra vez con la misma piedra.

Atinar con lo que toca, sin pasarse ni quedarse corto, es cuestión tan difícil como valiosa. Aristóteles la llamó excelencia, areté, y nosotros heredando el término latino solemos denominarla con el gastado nombre de virtud.

Quizá por eso Ortega, gastando tanta claridad como ironía, dice lo que dice. Ahí lo dejo. Por si interesa :

 «a mediados del último siglo y comienzos de éste la filosofía, so el apodo de positivismo, pretendía ser una ciencia, es decir quería «hacer de ciencia», pero no hay que formalizar la cosa, se trata sólo de un breve ataque de modestia que la pobre sufrió!».

El hombre y la gente.

sábado, 16 de diciembre de 2017

Dios, luz y ausencia

El concepto es un instrumento con el que entendemos las realidades (la sensación sin concepto es ciega, dirá Kant) o un medio en el que entendemos las cosas. El concepto es, en cualquier caso, algo tan distinto de la realidad conceptualizada como del sujeto pensante: es un tercero.
Por otra parte, nadie reza a un concepto. Dios, si es, no es un concepto.
Sirvan estas obviedades para entender por qué gentes de corte intelectual, que buscan y gustan de conceptos, al llegar a Dios su pensamiento se enmaraña. Como si la luz les deslumbrara al salir de la caverna, que diría Platón. Quien lo probó, lo sabe. El que no, no sabe nada.

Quizá por eso Ortega dice lo que dice. Y ahí lo dejo. Por si interesa:

«Dios no es nunca un tercero, porque su presencia está hecha de esencial ausencia; Dios es el que es presente precisamente como ausente, es el inmenso ausente que en todo presente brilla —brilla por su ausencia—».

El hombre y la gente.

viernes, 15 de diciembre de 2017

Sentido de la juventud

Cada época de la vida tiene su tarea, tiene algo que aportar a la vida en su conjunto. Y volcarse vibrante a ese quehacer constituye la plenitud, el sentido de ese momento. Y madurar, para iniciar con paso firme la siguiente etapa, la siguiente tarea.
Hay tiempo de sembrar y de recoger, de enamorarse y de pasear nietos. Todo fascinante cuando se hace a su debido tiempo. Todo con ventajas, gozos y esfuerzos, éxitos y fracasos, que de todo hay.
Pero no hay una etapa en la vida que consista en no hacer nada, en el simple vivir de las rentas ajenas.

Quizá por eso Ortega dice lo que dice, si lo entiendo bien. Y ahí lo dejo. Por si interesa:
  
«La juventud de ahora, tan gloriosa, corre el riesgo de arribar a una madurez inepta. Hoy goza el ocio floreciente que le han creado generaciones sin juventud»,

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Elegir la sumisión

La naturaleza humana es deficitaria en muchos aspectos. Es un modo de decir que no hay ajuste entre lo que somos y nuestra propia plenitud.
Se puede vivir esa carencia como menesterosidad, como necesidad o, como diría Hegel, como negatividad. También es posible vivirla como posibilidad, potencia o virtualidad, como acentúa Aristóteles. Cada quien la vive a su manera.
Bien es cierto que quien fía el logro de su plenitud personal al otro, al reconocimiento (al decir de Hegel), muestra su dimensión más pobre. No es la única posibilidad, pero así viven algunos sus desajustes.
Y así lo describe Ortega, si lo entiendo bien. Y ahí lo dejo. Por si interesa:

«El gesto servil lo es porque el ser no gravita sobre sí mismo, no está seguro de su propio valer y en todo instante vive comparándose con otros. Necesita de ellos en una u otra forma; necesita de su aprobación para tranquilizarle, cuando no de su benevolencia y su perdón. Por eso el gesto lleva siempre una referencia al prójimo. Servir es llenar nuestra vida de actos que tienen valor sólo porque otro ser los aprueba o aprovecha. Tienen sentido mirados desde la vida de este otro ser, no desde la vida nuestra. Y esta es, en principio, la servidumbre: vivir desde otro, no desde sí mismo»,

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

lunes, 11 de diciembre de 2017

Vida, dominio y servidumbre

Es sabido que Platón propone en su República una comunidad de mujeres e hijos, una sociedad en la que cualquiera puede ser hijo de cualquiera. Se evitaría así el nepotismo y la injusticia en general.
Aristóteles, amigo de Platón pero más de la verdad, replica que más vale ser sobrino auténtico que hijo platónico.
Ocurre a veces que mentes claras como Platón (que en su obra de madurez rectifica ese error, ese horror) u Ortega se pierden en la idea y olvidan la humilde realidad, el auténtico sobrino aristotélico.

Quizá por eso dice Ortega que
«Todo gesto vital, o es un gesto de dominio, o un gesto de servidumbre. Tertium non datur».
La rebelión de las masas.

Para superar la hegelina dialéctica del amo y del esclavo le hubiera bastado pensar en el gesto vital por excelencia: parir, alumbrar, dar vida.
O cantar un villancico, que es lo suyo en estas fechas.

domingo, 10 de diciembre de 2017

Igualdad o jerarquía

El maestro Orwell mostró que, aunque se quiera imponer por la fuerza o por el engaño, el igualitarismo es imposible. Porque siempre ocurre que “unos somos más iguales que otros”.
Hay hasta ministerios de igualdad, tan orwellianos como el de la verdad o la paz. El buenismo tiene muchas caras y esta quizá no sea la peor.

Antes de Orwell, algo de esto dijo Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«Contra la ingenuidad igualitaria es preciso hacer notar que la jerarquización es el impulso esencial de la socialización».

La rebelión de las masas.

sábado, 9 de diciembre de 2017

Riqueza y estilo

El dinero es un medio, un instrumento. Para conseguir algo valioso, que queremos. Desde comida y cobijo hasta donde nos deje llegar la pirámide de Maslow.
Por eso, gente fina como Aristóteles señala que quienes dicen que la eudaimonía, la vida plena, consiste en poseer riquezas, no saben lo que dicen. Porque no saben lo que quieren.
Y cuando uno no sabe a dónde se encamina o hacia dónde dirigir sus pasos, todos los vientos le son contrarios y el poderoso caballero sopla reciamente, que diría Quevedo.

Quizá por eso, si lo entiendo bien, dice lo que dice Ortega (que también es fino). Es verdad que ni Aristóteles ni Ortega ni Quevedo eran economístas, eso sí.
Ahí lo dejo. Por si interesa:

«el dinero no manda mas que cuando no hay otro principio que mande».

La rebelión de las masas.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

De Gila al caganer


De Gila al caganer




Manuel Ballester


Cuando algo sale mal, buscamos culpables.
Aquello de Gila de que “alguien ha matado a alguien” tiene su gracia porque rompe lo que esperamos saber: quién es el asesino.
Parafraseando a Gila podríamos decir que, en el asunto de Cataluña, alguien ha elevado a categoría cósmica el caganer, esa entrañable e idiosincrática aportación de Cataluña a la cultura universal. Lo que varía es a quién se le endilga la responsabilidad. Repasemos algunos candidatos.

lunes, 4 de diciembre de 2017

El intelectual, entre el compromiso y la culpa

El llamado “intelectual” podría constituir el ingrediente más noble de la sociedad.
Podría asumir sobre sí la tarea de aclarar las cosas, de señalar a los demás por dónde anda la verdad y el bien. Podría, incluso, asumir la tarea señalada por Marx: comprometerse en la transformación del mundo. Y podría ocurrir que ese compromiso supusiera un esfuerzo por plasmar la verdad y el bien; la belleza, en suma.
No faltan, sin embargo, quienes, al decir de J. Benda en La trahison des clercs, se han vendido a las pasiones políticas. Y que, como intelectuales engagés se diferencian del clásico bufón en que no tienen gracia, y se le parecen en su servilismo a las ideologías más antihumanas que ha visto la historia.

Y algo de esto le entiendo a Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«Desde hace muchos años me ocupo en hacer notar la frivolidad y la irresponsabilidad frecuentes en el intelectual europeo, que he denunciado como un factor de primera magnitud entre las causas del presente desorden»,
Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

domingo, 3 de diciembre de 2017

De Giges y Gollum


De Giges y Gollum




Manuel Ballester


Cuando los dioses eran niños y los hombres eran hombres nacieron las leyendas esenciales. Una de aquellas historias recoge las andanzas de Giges.
Por entonces los hombres estaban habituados al misterio. Por eso, cuando una tormenta fue seguida por un terremoto que dejó al descubierto un abismo, el pastor Giges simplemente miró dentro. Y encontró un anillo de oro. Junto a otras maravillas que detalla el texto de Platón. El anillo vuelve invisible a su portador. Y Giges puede obrar (bien o mal) sin tener que responder de sus actos.

viernes, 1 de diciembre de 2017

Realidad e idea en lo humano

Rilke no es el único en señalar que el hombre no se encuentra cómodo, en su casa, ante el mundo dado, ante la naturaleza bruta: wir nicht sehr verläßlich zu Haus sind in der gedeuteten Welt.
El hombre necesita humanizarlo todo, necesita construir su hogar, interpretar el mundo.
En un sentido profundo que la tradición se encargará de matizar, señala Parménides la gran verdad: lo mismo es pensar y ser. O, con otros términos, vivimos el mundo que somos capaces de pensar.

Quizá por eso, si lo entiendo bien, Ortega dice lo que dice. Ahí lo dejo. Por si interesa:


«Casi siempre las cosas humanas comienzan por ser leyendas y sólo más tarde se convierten en realidades»,
Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Buenismo o ética

No es difícil encontrarse con planteamientos y gentes buenistas.
Llama la atención que cuando alguien no comparte tales planteamientos, algunos buenistas sacan (de su infraconsciente será) el orco que llevan dentro y se acabó el buenismo: tolerancia cero contra quien osa cuestionar el Bien.
Ortega vivió una época en que las cosas no eran así. Quizá empezaba el asunto. Pero no era así. Si no, no se entiende que hubiera dicho que para conseguir algo hay que arremangarse y trabajárselo en vez de esperar a que el universo conspire para ofrendar grácilmente la realización de nuestras aspiraciones y deseos.
Y, además, que confiar en el universo complaciente es inmoral. Ya digo, no se topó con buenistas.

Y yo no digo nada. Todo es de Ortega. Ahí lo dejo, como prueba. Por si interesa:

«es inmoral pretender que una cosa deseada se realice mágicamente, simplemente porque la deseamos. Sólo es moral el deseo al que acompaña la severa voluntad de aprontar los medios de su ejecución»,
Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

martes, 21 de noviembre de 2017

El quehacer del homo faber

Se lee en Aristóteles que la cuestión de cómo vivir una vida plena (eudaimonía), plenamente humana, tiene que ver con lo que el hombre puede hacer para lograrla (el prakton agathon). No con lo que nos pase: que nos toque la lotería (vieja aspiración española, si hemos de creer a Unamuno), una ínsula (como la que otorga Cervantes a Sancho Panza) o cualquier canonjía.
Y algo de esto le entiendo también a Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«Nada importante es regalado al hombre; antes bien, tiene él que hacérselo, que construirlo. Por eso, el título más claro de nuestra especie es ser homo faber»,
Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

lunes, 20 de noviembre de 2017

La moral y la masa

De la época escolar retenemos la obviedad de que quien aspira al 10 no siempre lo consigue, pero se queda cerca. Quien aspira al 5 no siempre lo consigue y, por eso, con frecuencia suspende.
Algo así ocurre en la vida.
La moral, la tensión por conseguir realizar nuestra mejor posibilidad, significa poner una meta noble a nuestro esfuerzo, concebir nuestra vida como una tendencia a algo elevado.
En la vida, como en los estudios, también los hay que no aspiran nada más que a que termine el curso con las menores preocupaciones posibles.

Quizá por eso Ortega dice lo que dice. Ahí lo dejo. Por si interesa:


«El hombre-masa carece simplemente de moral, que es siempre, por esencia, sentimiento de sumisión a algo, conciencia de servicio y obligación»,

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

jueves, 16 de noviembre de 2017

¿Mantenerse joven?

Madurar en una profesión significa dominar las exigencias que ésta comporta, saber qué se puede y qué no se puede hacer. Lo contrario es no saber (ser ignorante) en qué consiste esa tarea.
El joven, por serlo, vive en la ignorancia de lo que será; vive en la búsqueda de sí mismo. Por eso aún no está en condiciones de asumir deberes (dice Aristóteles que, por serlo, el joven es incapaz de amistad: al no poseerse, no puede entregarse). El joven está vertido al futuro: al no ser nada, vive como si tuviera que experimentarlo todo, probarlo todo; es todo posibilidad, poca realidad. Tiene que determinarse, concretar la meta de su existencia, elegir la tarea en la que empeñará sus esfuerzos. Tiene, en una palabra, que aprender a vivir y aprender que realizarse es, estrictamente, “hacerse real” o, más precisamente, “hacer real la mejor posibilidad”.

De ahí, si lo entiendo bien, la perplejidad de Ortega ante los ancianos con chandal y peluquín. Y ahí lo dejo. Por si interesa:

«Esta esquividad para toda obligación explica, en parte, el fenómeno, entre ridículo y escandaloso, de que se haya hecho en nuestros días una plataforma de la «juventud» como tal. Quizá no ofrezca nuestro tiempo rasgo más grotesco. Las gentes, cómicamente, se declaran «jóvenes» porque han oído que el joven tiene más derechos que obligaciones, ya que puede demorar el cumplimiento de éstas hasta las calendas griegas de la madurez. Siempre el joven, como tal, se ha considerado eximido de hacer o haber hecho ya hazañas. Siempre ha vivido de crédito. Esto se halla en la naturaleza de lo humano. Era como un falso derecho, entre irónico y tierno, que los no jóvenes concedían a los motes. Pero es estupefaciente que ahora lo tomen éstos como un derecho efectivo, precisamente para atribuirse todos los demás que pertenecen sólo a quien haya hecho ya algo»,
Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Necesidad y grandeza

Una conquista irrenunciable es la idea de que la libertad es un rasgo esencial de lo específicamente humano.
Y la libertad se opone, en su versión divulgativa, a la necesidad.
Porque lo necesario constriñe, oprime. Y quien anda necesitado muestra su penuria.
Pero no es menos cierto que el poeta, el verdadero, necesita hacer versos; y en esa necesidad queda patente su grandeza más que su miseria. Y su libertad para ser o no poeta, para ser fiel o no a su auténtica realidad.

Quizá por eso Ortega dice lo que dice. Y ahí lo dejo. Por si interesa:

«Sólo hay verdad en la existencia cuando sentimos sus actos como irrevocablemente necesarios»,

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

martes, 14 de noviembre de 2017

Ciencia y Política

Las ciencias que operan con más factores son más complicadas.
Comprender los asuntos humanos es más difícil que explicar los asuntos de los que tratan las ciencias. Pero no porque intervengan más factores, no porque ese saber sea una ciencia hipercomplicada; es que la ciencia no puede abordarlo. Aristóteles diría que las ciencias se especifican por sus objetos y estos objetos son tan diversos...
La ciencia trabaja con abstracciones (aunque Newton vea caer esta manzana, la ciencia dice que “todos los cuerpos son atraídos…”). La vida humana es siempre singular, particular, concreta y, al decir de Aristóteles, sobre el particular no hay ciencia pero sí sabiduría.
A ver si tanto entusiasmo por la ciencia nos va a hacer perder de vista la realidad misma, al menos la realidad propiamente humana.

Algo de esto podría decir Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«La política es mucho más real que la ciencia, porque se compone de situaciones únicas en que el hombre se encuentra de pronto sumergido, quiera o no. Por eso es el tema que nos permite distinguir mejor quiénes son cabezas claras y quiénes son cabezas rutinarias»,

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

lunes, 13 de noviembre de 2017

La ciencia y los científicos

Hay un mecanismo mediante el cual se desvían energías de un ámbito a otro. De un ámbito de mayor dificultad a otro más confortable, obviamente. De él habla Nietzsche. Freud lo llama sublimación de la líbido.
Es lo que hace el estudiante que se distrae en sus sueños o es capaz de desplegar empeño y eficacia para ordenar su habitación y toda la casa antes de enfrentarse a su tarea más importante; y nadie negará que está bien ordenar la habitación aunque estaría mejor si hubiese realizado su trabajo.

Algo de esto le entiendo a Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«la mayor parte de los hombres de ciencia se han dedicado a ella por terror a enfrentarse con su vida. No son cabezas claras; de aquí su notoria torpeza ante cualquier situación concreta»,
Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

sábado, 11 de noviembre de 2017

Claridad y vida

Sostiene Aristóteles que la mayoría de los hombres más que vivir, "son vividos". Algo así como si la vida de la gente fuese dirigida desde fuera, según los usos y costumbres de su tiempo y lugar. Por decirlo de otro modo, la mayoría desempeña el papel que la sociedad de su tiempo le otorga: son actores de sus vidas, pero no autores.
Para escribir el guión de la propia vida, para ser autor, para vivir desde sí mismo (desde dentro y no desde fuera) haría falta… de entrada, tener claridad.

Asunto difícil, si hemos de creer a Ortega. Y ahí lo dejo. Por si interesa:

«Cabezas claras, lo que se llama cabezas claras, no hubo probablemente en todo el mundo antiguo más que dos: Temístocles y César; dos políticos. La cosa es sorprendente, porque, en general, el político, incluso el famoso, es político precisamente porque es torpe».

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Inercia y reforma

Al parecer pensamos mediante conceptos. Nos permiten manejar las realidades sobre las que pensamos sin obligarnos a precisar más. Tampoco impiden que continuemos profundizando. Pero la inercia es la inercia.
Lo mismo ocurre en el ámbito de la acción: tenemos hábitos, rutinas, que no nos obligan a pensar cada paso que damos. Tampoco lo impiden. Pero la inercia es la inercia.
Por eso conviene recordar que se pueden romper ciertas inercias.

Algo de esto le entiendo a Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«lo mejor que humanamente puede decirse de algo es que necesita ser reformado, porque ello implica que es imprescindible y que es capaz de nueva vida»,

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Decidir confiar

Es sabido que si uno dirige la propia vida con energía y esfuerzo, se mantiene entonces a la altura de su propia dignidad.
Pero también es posible otorgar confianza. Decidir embarcarse en una tarea en la que no se está solo. Ahí también dirigimos nuestra propia vida. Ahí también nos mantenemos a la altura de nuestra propia dignidad. Y, además, hay encuentro, cordialidad, apoyo...
Y dificultades, en cualquier caso.

Algo de esto le entiendo a Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«La vida creadora supone un régimen de alta higiene, de gran decoro, de constantes estímulos, que excitan la conciencia de la dignidad. La vida creadora es vida enérgica, y esta sólo es posible en una de estas dos situaciones: o siendo uno el que manda, o hallándose alojado en un mundo donde manda alguien a quien reconocemos pleno derecho para tal función; o mando yo, u obedezco. Pero obedecer no es aguantar —aguantar es envilecerse—, sino, al contrario, estimar al que manda y seguirlo, solidarizándose con él, situándose con fervor bajo el ondeo de su bandera»,

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

martes, 31 de octubre de 2017

Laberinto o transcendencia

Dotar de sentido a la propia vida es trascenderse, salir de si para fijarle finalidades, metas, retos.
Llenarse de ánimo, deseo y fuerza para lograrlo. Forjarse un carácter y un destino.

Algo de esto le entiendo a Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:


«Librada a sí misma, cada vida se queda en sí misma, vacía, sin tener qué hacer. Y como ha de llenarse con algo, se finge frívolamente a sí misma, se dedica a falsas ocupaciones, que nada íntimo, sincero, impone. Hoy es una cosa; mañana, otra, opuesta a la primera. Está perdida al encontrarse sola consigo. El egoísmo es laberíntico. Se comprende. Vivir es ir disparado hacia algo, es caminar hacia una meta. La meta no es mi caminar, no es mi vida; es algo a que pongo ésta y que por lo mismo está fuera de ella, más allá. Si me resuelvo a andar sólo por dentro de mi vida, egoístamente, no avanzo, no voy a ninguna parte; doy vueltas y revueltas en un mismo lugar. Esto es el laberinto, un camino que no lleva a nada, que se pierde en sí mismo, de puro no ser más que caminar por dentro de sí».

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

domingo, 29 de octubre de 2017

Libertad y Sentido

Carecer de lazos, desconocer los límites y no tener una meta a la encaminar los propios pasos es lo propio del animal salvaje.
Si un hombre aspira a esa condición, aspira a ser un no-hombre y todos los vientos le serán contrarios porque carece de la inteligencia inconsciente, el instinto, que al animal le sirve de guía.

Algo de esto le entiendo a Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«Librada a sí misma, cada vida se queda en sí misma, vacía, sin tener qué hacer».


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

viernes, 27 de octubre de 2017

Autonomía y plenitud

La autonomía, el dirigir la propia vida según criterios propios, refuerza las individualidades poderosas pero, hay que entenderlo, es muy distinto del individualismo.
Porque el hombre es un nudo de relaciones, un ser de encuentro. Para ser hombre necesita amar y ser amado o, lo que es lo mismo, necesita una relación cualitativamente enriquecedora, un encuentro plenificante.
Necesita poner en juego su vida para sacarle el mejor partido posible a sus cualidades.

Algo de esto es una vida plena. Y algo así le entiendo a Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«La vida humana, por su naturaleza propia, tiene que estar puesta a algo, a una empresa gloriosa o humilde, a un destino ilustre o trivial. Se trata de una condición extraña, pero inexorable, escrita en nuestra existencia. Por un lado, vivir es algo que cada cual hace por sí y para sí. Por otro lado, si esa vida mía, que sólo a mí me importa, no es entregada por mí a algo, caminará desvencijada, sin tensión y sin «forma». Estos años asistimos al gigantesco espectáculo de innumerables vidas humanas que marchan perdidas en el laberinto de sí mismas por no tener a qué entregarse».

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

miércoles, 25 de octubre de 2017

Juventud y ocaso

Estamos intuitivamente dispuestos a aceptar que la juventud es la etapa cuyo rasgo fundamental podría ser algo así como anhelo por vivir la propia vida, por descubrir, experimentar, rebelarse contra lo anterior porque se quiere algo nuevo, propio, original. Algo así.
Si esa intuición es correcta hay que concluir que el conformismo, la sumisión a estereotipos, el manso desinterés, el aburrimiento hasta la exasperación, la rebeldía contra lo anterior sólo porque es anterior pero sin pretender esforzarse en la creación del algo superior… no son ni en la vida de las personas ni en la historia de las civilizaciones sino síntomas de que esa vida carece de vigor y ha perdido valor.

Y en esa intuición parece estar Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«El joven no necesita razones para vivir: sólo necesita pretextos»,

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

martes, 24 de octubre de 2017

Dirigir y mandar

Cuando el personal se pone fino, distingue entre auctoritas y potestas, autoridad y potestad, que podrían parecer dos modos de mandar.
Porque quien tiene potestad, manda (bien o mal, que eso es otra historia) y los mandados obedecen (por hábito, porque sí o porque si no viene el estacazo) y fin de la historia.
Pero cuando se tiene o, mejor, cuando se es una autoridad, entonces no se manda (ni falta que hace), entonces ocurre que se pone ante la gente caminos fecundos, modelos que son modos de plenificar las vidas de quienes deciden ir por ahí. Y quienes toman la iniciativa de seguir a la autoridad no son unos mandados, claro.

Pues algo de esto le entiendo a Ortega. Y ahí lo dejo. Por si interesa:

«Mandar es dar quehacer a las gentes, meterlas en su destino, en su quicio: impedir su extravagancia, la cual suele ser vagancia, vida vacía, desolación»,

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

lunes, 23 de octubre de 2017

Libertad y Sentido

Que el hombre es libre significa que tiene que decidir qué camino va a tomar en la vida.
Y si no lo decide, otros lo harán por él.

Algo de esto le entiendo a Ortega. Y ahí lo dejo. Por si interesa:

«Sin mandamientos que nos obliguen a vivir de un cierto modo, queda nuestra vida en pura disponibilidad. Esta es la horrible situación íntima en que se encuentran ya las juventudes mejores del mundo. De puro sentirse libres, exentas de trabas, se sienten vacías. Una vida en disponibilidad es mayor negación de sí misma que la muerte. Porque vivir es tener que hacer algo determinado —es cumplir un encargo—, y en la medida en que eludamos poner a algo nuestra existencia, evacuamos nuestra vida. Dentro de poco se oirá un grito formidable en todo el planeta, que subirá, como el aullido de canes innumerables, hasta las estrellas, pidiendo alguien y algo que mande, que imponga un quehacer u obligación»,

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

domingo, 22 de octubre de 2017

La excusa

No es raro que ante un problema (del terrorismo al acoso escolar pasando por la necesidad de recoger las cacas de los perros) se plantee la necesidad, la urgencia, de formación. Y que esa necesaria formación se concrete en cursos, charlas, máster, cartelería varia y demás.
Y no diría yo que no, que hasta el mismo Sócrates decía que nadie hace el mal a sabiendas.
Pero tampoco despreciaría la experiencia de la habilidad que todos tenemos para engañarnos, de buscarnos excusas. A ver si se nos está escapando algo…

Quizá por eso Ortega dice lo que dice. Y ahí lo dejo. Por si interesa:


«El gitano se fue a confesar; pero el cura, precavido, comenzó por preguntarle si sabía los mandamientos de la ley de Dios. A lo que el gitano respondió: Misté, padre; yo loh iba a aprendé; pero he oído un runrún de que loh iban a quitá»,


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

viernes, 20 de octubre de 2017

La exageración del pensamiento

A veces Ortega exagera un poco, la verdad.
Aunque, quién sabe, quizá pensar sea un exceso, una sobreabundancia. Un plus o, como dirían algunos: una pasada.
Porque el ser pensante intuye, siente, sabe que siempre hay más.
Quien lo probó, lo sabe.

No sería, por tanto, la primera vez que Ortega exagera. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«pensar es, quiérase o no, exagerar. Quien prefiera no exagerar tiene que callarse; más aún: tiene que paralizar su intelecto y ver la manera de idiotizarse»,

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

jueves, 19 de octubre de 2017

Lo bueno de los tópicos

No podemos pensar cada paso que damos.
Cuando cada uno de nosotros llegó al mundo, la humanidad ya había andado mucho trecho. Y nos encontramos como herencia una serie de estrategias, porque ya se había aprendido muchas que cosas que no funcionaban y otras que tenía éxito. Esos tópicos nos orientaron los primeros pasos en la vida. Luego, cada uno, sobre esas bases ha ido experimentando y generando sus personales hábitos y peculiar visión del mundo.

Algo de esto le entiendo a Ortega. Mucho más breve y, por tanto, mejor. Y ahí lo dejo. Por si interesa:

«Los lugares comunes son los tranvías del transporte intelectual»,

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

martes, 17 de octubre de 2017

Lo humano y el pensar

Que la inteligencia, incluso si se tiene mucha, no es capaz de extraer toda la realidad de las cosas se ha dicho de muchos modos. Ahí Shakespeare con aquello de que “hay más cosas en el cielo y en la tierra de las que sospecha tu filosofía”.
Asunto desconcertante para quienes tienen pretensiones de totalidad.
Asunto ilusionante para quienes gustan de seguir progresando.
Asunto del que quedan excluidos animales y dioses. Porque la filosofía, que de eso hablamos, es asunto específicamente humano.

Algo de esto le entiendo a Ortega. Y ahí lo dejo. Por si interesa:


«todo el descubrimiento filosófico no es más que un descubrimiento y un traer a la superficie lo que estaba en el fondo».


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

lunes, 16 de octubre de 2017

Vivir pensando

El modo en que el hombre se ha entendido a sí mismo y a su mundo ha variado a lo largo de la historia. Quizá porque “ser hombre” no es una realidad monolítica. Quizá porque la inteligencia presenta una modulación histórica, cultural, cambiante.
El modo en que cada hombre se entiende a sí mismo y a su mundo va variando a lo largo de su vida. Quizá porque en ningún momento de nuestra vida somos totalmente nosotros mismos. Quizá porque la perspectiva que adoptamos en cada momento centra la atención en un aspecto distinto.

Algo de esto dice Ortega, y mucho mejor. Y ahí lo dejo. Por si interesa:

«el griego creyó haber descubierto en la razón, en el concepto, la realidad misma. Nosotros, en cambio, creemos que la razón, el concepto, es un instrumento doméstico del hombre, que éste necesita y usa para aclarar su propia situación en medio de la infinita y archiproblemática realidad que es su vida. Vida es lucha con las cosas para sostenerse entre ellas. Los conceptos son el plan estratégico que nos formamos para responder a su ataque»,

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

sábado, 14 de octubre de 2017

Cultura y límites

Ser conscientes de que la cultura en la que vivimos es obra humana y no algo rígido e inmutable podría llevarnos a varias consideraciones y varias actitudes.
Señalo algunas.
Por hondo y vital que sea un sentimiento (de derecho a la libertad, por ejemplo), hay que tener presente que es un logro, una conquista; por eso mismo, se puede perder. No todo paso adelante supone necesariamente una mejora.
Por hondo y vital que sea un sentimiento, es un disparate y pura ignorancia juzgar otros tiempos según la cultura presente. Cuando Platón es vendido como esclavo lo siente como una desdicha, claro, pero como nosotros sentiríamos un cáncer. Ni más ni menos.
Nuestra cultura, en la que vivimos, sentimos y somos lo que somos no es un absoluto. También podría mejorarse. Pero hay que mirarla con gratitud (a quienes nos han legado esas conquistas) y apertura (para vislumbrar por encima de nuestro tiempo).

Algo de esto puede leerse en Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«Tanto vale, pues, decir: en tal fecha manda tal hombre, tal pueblo o tal grupo homogéneo de pueblos, como decir: en tal fecha predomina en el mundo tal sistema de opiniones —ideas, preferencias, aspiraciones, propósitos»,


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

viernes, 13 de octubre de 2017

La fuerza del consenso

Desde el comienzo de la cultura occidental se ha distinguido entre la verdad y la opinión (Parménides con extraordinario vigor). Y se ha indicado que mientras que la verdad es descubierta por la razón, por lo que hay de común en el hombre; la opinión es subjetiva, particular, cada uno tiene la suya.
Lograr que esas opiniones sean más o menos aglutinadas, amalgamadas en lo que se denomina "opinión pública" puede dar lugar al consenso (sobre todo cuando la opinión es inducida) pero seguimos transitando la vía de la opinión, distinta del camino de la verdad. O algo de esto le entendí a Parménides.

Y Ortega también aporta un matiz de interés a este asunto. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«la ley de la opinión pública es la gravitación universal de la historia política. Sin ella, ni la ciencia histórica sería posible. Por eso muy agudamente insinúa Hume que el tema de la historia consiste en demostrar cómo la soberanía de la opinión pública, lejos de ser una aspiración utópica, es lo que ha pesado siempre y a toda hora en las sociedades humanas. Pues hasta quien pretende gobernar con los jenízaros depende de la opinión de éstos y de la que tengan sobre éstos los demás habitantes»,


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

miércoles, 11 de octubre de 2017

Conquistar la propia sumisión

La sorprendente rebelión de las masas consiste en alzarse, sublevarse, amotinarse… para exigir que ...¡El Leviatán nos domine! El jolgorio máximo, vamos.

Algo de esto, pero mejor dicho, le entiendo a Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«A esto lleva el intervencionismo del Estado: el pueblo se convierte en carne y pasta que alimentan el mero artefacto y máquina que es el Estado. El esqueleto se come la carne en torno a él. El andamio se hace propietario e inquilino de la casa».


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

martes, 3 de octubre de 2017

Individuo y civilización

La civilización, la cultura, es un producto. Como una choza o un palacio, como una bicicleta o una nave espacial.
Un pilar, un logro esencial, de nuestra cultura es la afirmación del individuo. Nuestro mundo es tal que el individuo aspira a dotar autónomamente de sentido a su vida y su mundo. Y ese es un pilar de esta civilización.
En ese ámbito, en esta civilización, el Estado es un mal necesario. Es malo porque la sola existencia de un poder por encima del individuo atenta contra su autonomía. Pero es necesario porque, evitando abusos, regulando las reglas de convivencia, hace posible la autonomía del individuo.
Hay que tolerarlo, porque es necesario. Pero lo mínimo, porque es malo.
Quienes braman en defensa de lo "público" y de más controles y más reglas, es decir, más y más Estado, más y más burocracia, están erosionando ese pilar de nuestra civilización. Lo sepan o no. Que de todo hay.

Algo de esto le entiendo a Ortega. Y ahí lo dejo. Por si interesa:

«Este es el mayor peligro que hoy amenaza a la civilización: la estatifícación de la vida, el intervencionismo del Estado, la absorción de toda espontaneidad social por el Estado»,

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

viernes, 29 de septiembre de 2017

Anhelo de excelencia

La vida es proyecto, proyección, tendencia. No basta lo que hay y, por eso, el deseo de más y mejor es esencialmente humano.
Cada tipo de persona gestiona de modo distinto ese anhelo.

Algo de esto le entiendo a Ortega. Y ahí lo dejo. Por si interesa:

«el hombre es, tenga de ello ganas o no, un ser constitutivamente forzado a buscar una instancia superior. Si logra por sí mismo encontrarla, es que es un hombre excelente; si no, es que es un hombre-masa y necesita recibirla de aquél»,


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

jueves, 28 de septiembre de 2017

Torpeza del especialista

Hay gente inteligente, que sabe lo que sabe y sabe también que “hay más cosas en el cielo y en la tierra” de las que puede abarcar. Y que cada sector de la realidad responde a sus propias leyes. Y que reconocernos ignorantes de ciertos ámbitos nos hace mejores personas y nos enseña a reconocer que otros son mejores.
Y hay gente que no es inteligente. De los peores, el soberbio especialista. Y Ortega explica por qué, si lo entiendo bien. Ahí lo dejo. Por si interesa:


«este es el comportamiento del especialista. En política, en arte, en los usos sociales, en las otras ciencias tomará posiciones de primitivo, de ignorantísimo; pero las tomará con energía y suficiencia, sin admitir —y esto es lo paradójico— especialistas de esas cosas. Al especializarlo, la civilización le ha hecho hermético y satisfecho dentro de su limitación; pero esta misma sensación íntima de dominio y valía le llevará a querer predominar fuera de su especialidad. De donde resulta que aun en este caso, que representa un máximum de hombre cualificado —especialismo— y, por lo tanto, lo más opuesto al hombre-masa, el resultado es que se comportará sin cualifícación y como hombre-masa en casi todas las esferas de vida».


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

martes, 26 de septiembre de 2017

Especialistas y sabios

Es difícil trazar límites.
Porque siempre hay más, más realidad y más deseo (de cosas, de saber…).
Por eso quien no sólo acepta los límites sino que se complace en ellos, tiene algo de extraño. Que esa anomalía sea para lograr mayor eficacia dentro de un ámbito (límite) concreto, es comprensible. Que el experto ignore que lo que logra en ese ámbito no tiene por qué valer fuera de esos límites, es ignorancia. Peligrosa ignorancia, a veces.

Algo de esto le entiendo a Ortega. Y ahí lo dejo. Por si interesa:

«antes los hombres podían dividirse, sencillamente, en sabios e ignorantes, en más o menos sabios y más o menos ignorantes. Pero el especialista no puede ser subsumido bajo ninguna de esas dos categorías. No es sabio, porque ignora formalmente cuanto no entra en su especialidad; pero tampoco es un ignorante, porque es «un hombre de ciencia» y conoce muy bien su porciúncula de universo»,


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

lunes, 25 de septiembre de 2017

Crítica de la crítica

"Matar al padre" es la expresión freudiana para expresar esa necesidad que sentimos de tirar por la borda todas las normas heredadas.
Es, sin duda, un momento necesario para lograr la propia afirmación. Se rechaza la autoridad para establecer los cauces de nuestra existencia desde nosotros mismos. Quizá sean los mismos principios, pero no es lo mismo: ahora la decisión ha sido mía. Kant diría que se pasa de un comportamiento heterónomo a una actitud autónoma, o que se deja atrás la minoría de edad. Será por palabrás...
Podríamos decir que ese proceso corresponde biográficamente con el momento de la rebeldía adolescente. Se critica al padre, todo hay que decirlo, mientras el padre nos mantiene.
Y bien está, como queda dicho, que el hombre pase por esa etapa.
Cuando no se supera y se convierte no en una etapa pasajera sino en un modo estable de ser, entonces se requiere no sólo que papá nos siga manteniendo de por vida sino que cuaja una personalidad deforme, a medio hacer.

Algo de esto le entiendo a Ortega. Y ahí lo dejo, por si interesa:

«El cínico, parásito de la civilización, vive de negarla, por lo mismo que está convencido de que no faltará. ¿Qué haría el cínico en un pueblo salvaje donde todos, naturalmente y en serio, hacen lo que él, en farsa, considera como su papel personal? ¿Qué es un fascista si no habla mal de la libertad, y un superrealista si no perjura del arte?»,

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

domingo, 24 de septiembre de 2017

Destino y elección

Podemos pensar que nuestro destino está escrito o que nuestra suerte la construimos con cada paso que damos en la vida.
Y mientras pensamos o dejamos de pensar, podemos comportarnos según nuestra mejor posibilidad o ir tirando, que es más cómodo.

Algo de esto le entiendo a Ortega. Y ahí lo dejo. Por si interesa:

«Podemos perfectamente desertar de nuestro destino más auténtico; pero es para caer prisioneros en los pisos inferiores de nuestro destino».

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

sábado, 23 de septiembre de 2017

Esfuerzo y herencia

Lograr un patrimonio, consolidar unos bienes, supone esfuerzo. Tarea de una vida.
Si nuestros hijos sólo reciben el patrimonio e ignoran el esfuerzo no valorarán lo que reciben y no sabrán incrementarlo ni, quizá, conservarlo.

Y mucho mejor, claro, lo dice Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«Un mundo sobrado de posibilidades produce automáticamente graves deformaciones y viciosos tipos de existencia humana —los que se pueden reunir en la clase general «hombre heredero» de que el «aristócrata» no es sino un caso particular, y otro el niño mimado, y otro, mucho más amplio y radical, el hombre-masa de nuestro tiempo—».

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

viernes, 22 de septiembre de 2017

Conflicto interior

La vida es paradójica en cierto sentido. Estamos llenos de contradicciones, con nosotros mismos: deseamos comer de todo pero no queremos engordar, nos gustaría dedicarnos a la holganza pero queremos estar fuertes, llenos de realización, éxito y vitalidad.
Cualquiera entiende que las tendencias que manifiestan nuestro conflicto interior han de ser orientadas. En caso contrario, sabemos qué tipo de querencias se impondrán sobre las otras, qué tipo de vida iremos consolidando a cada nuevo acto, a cada nueva elección. Será letal.
Porque lo vital es la coordinación, la organización de nuestras instancias para hacer lo que toca cuando toca. Eso es lo vital, lo propio de una vitalidad fuerte.
Algo de esto le entiendo a Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«Toda vida es lucha, el esfuerzo por ser sí misma. Las dificultades con que tropiezo para realizar mi vida son precisamente lo que despierta y moviliza mis actividades, mis capacidades»,

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

jueves, 21 de septiembre de 2017

Vida o inercia

Que lo que mantiene vivo algo es su principio vital es una obviedad que conviene no olvidar. Por obvia y por vital.
Si algo pierde su conexión con su principio, con lo que le confiere vigor, se agosta, declina, puede durar mientras dura la inercia. Pero, es una obviedad: acaba muriendo.
Y da igual que hablemos de una planta, una persona, una amistad, una institución o cualquier realidad cultural.

Algo de esto parece decir Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«Todas las civilizaciones han fenecido por la insuficiencia de sus principios».


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

miércoles, 20 de septiembre de 2017

Facilitar la vida

Hay quienes, a veces, tienen un mal sabor de boca respecto a las circunstancias adversas de su vida.
Y quieren evitar a sus hijos y a la gente a la que quieren aquellas estrecheces.
Como si lo que fue negativo y opresivo, lo que nos obligó a esforzarnos, no hubiese contribuido a forjar nuestro carácter, a hacernos resistentes y merecedores de alegrarnos por nuestras conquistas.
Como si fuese posible disfrutar del éxito sin haber bregado por conseguirlo.
Y algo de esto le entiendo a Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«Tenderíamos ilusoriamente a creer que una vida nacida en un mundo sobrado sería mejor, más vida y de superior calidad a la que consiste precisamente en luchar con la escasez. Pero no hay tal».


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

martes, 19 de septiembre de 2017

El niño mimado y Europa

El niño mimado es repelente, de trato difícil. Tirano con quienes puede ejercer su dominio.
Cuando ese producto de la mala educación y del individualismo se incorpora a una masa de individuos semejantes, tenemos el germen del totalitarismo que campa por Europa desde el siglo pasado.
Y Ortega explica por qué, si lo entiendo bien. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«Si atendiendo a los efectos de vida pública se estudia la estructura psicológica de este nuevo tipo de hombre-masa, Se encuentra lo siguiente: l.º,una impresión nativa y radical de que la vida es fácil, sobrada, sin limitaciones trágicas; por lo tanto, cada individuo medio encuentra en sí una sensación de dominio y triunfo que, 2.º, le invita a afirmarse a sí mismo tal cual es, dar por bueno y completo su haber moral e intelectual. Este contentamiento consigo le lleva a cerrarse para toda instancia exterior, a no escuchar, a no poner en tela de juicio sus opiniones y a no contar con los demás. Su sensación íntima de dominio le incita constantemente a ejercer predominio. Actuará, pues, como si sólo él y sus congéneres existieran en el mundo; por lo tanto, 3.º, intervendrá en todo imponiendo su vulgar opinión sin miramientos, contemplaciones, trámites ni reservas, es decir, según un régimen de “acción directa”.»,
Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

lunes, 18 de septiembre de 2017

El tiempo de Europa

Hay un tiempo para cada cosa. Tiempo para crecer, para jugar, para disfrutar, para descansar, para luchar y aprender.
En cada etapa del mundo, en cada momento de la vida.
Y es un error trabajar en el tiempo de juego o vivir impulsivamente cuando lo suyo es reflexionar.
Algo de esto le entiendo a Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«si usted, encima de ser viejo, y, por lo tanto, de que su vida empieza a ser difícil, ha perdido la memoria del pasado, no aprovecha usted su experiencia, entonces todo son desventajas. Pues yo creo que esta es la situación de Europa».


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

domingo, 17 de septiembre de 2017

No estar a la altura

La ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento. No digamos si se trata de una ley de la naturaleza…
Y podría ocurrir, en algunos casos, que el desconocimiento de los problemas agrave el problema mismo. Que sea parte del problema, que se dice ahora.
Quizá por eso Ortega dice lo que dice. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«Cada vez es menor el número de personas cuya mente está a la altura de los problemas».

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

sábado, 16 de septiembre de 2017

La vida toda y sus partes

La vida se manifiesta de mil modos distintos.
Y hay gentes que se contentan y disfrutan con lo que la realidad pone delante. Que no es poco.
Pero también los hay que sienten anhelos de totalidad; de infinito, incluso. Y, por eso, siempre andan echando de menos lo que falta en cada concreción. Que no es poco.
Más o menos así ve Ortega a los románticos. Y ahí lo dejo. Por si interesa:

«Cuando un buen romántico divisa un edificio, lo primero que sus ojos buscan es, sobre la acrótera o el tejado, el «amarillo jaramago». Él anuncia que, en definitiva, todo es tierra, que dondequiera la selva rebrota».


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

viernes, 15 de septiembre de 2017

Filosofía o elitismo para todos

Si hubiese algo excelente, destinado sólo a una minoría en razón de una elevada vocación que adopta la forma de personalísima elección, no sería de extrañar que fuera patrimonio de unos pocos. Una pequeña, minúscula, porción de la sociedad. Una élite, en otros términos.
Si hubiese algo así e intentara adaptarse a una sociedad de masas, no sería de extrañar que se exigiera que la excelencia fuese patrimonio de todos. Nada de minorías ni exclusivismos. Que se pidiera, en otras palabras, un elitismo para todos.
Y no iría por ahí Ortega, si lo entiendo bien. Y ahí lo dejo, por si interesa:



«La filosofía no necesita ni protección, ni atención, ni simpatía de la masa. Cuida su aspecto de perfecta inutilidad, y con ello se liberta de toda supeditación al hombre medio. Se sabe a sí misma, por esencia, problemática, y abraza alegre su libre destino de Pájaro del Buen Dios, sin pedir a nadie que cuente con ella, ni recomendarse, ni defenderse. Si a alguien, buenamente, le aprovecha para algo, se regocija por simple simpatía humana; pero no vive de ese provecho ajeno, ni lo premedita, ni lo espera. ¿Cómo va a pretender que nadie la tome en serio, si ella comienza por dudar de su propia existencia, si no vive más que en la medida en que se combata a sí misma, en que se desviva a si misma?»


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

jueves, 14 de septiembre de 2017

Masa o equilibrio

Sostiene Aristóteles que el hombre es inteligencia deseante o deseo inteligente. O algo así.
Podría ocurrir que la razón anulase o bloquease la dimensión emotiva, aunque no parece que hoy sea este el modo mayoritario de perder el equilibrio.
Más frecuente parece el desequilibrio que apaga la voz de la razón.
Porque lo humano, lo humano en plenitud, es la armonía entre esos dos principios. En el caso de que Aristóteles tuviese razón, y no sería la primera vez.
Y el desequilibrio alejaría a las personas de su propia plenitud generando diversos estilos de vida deficiente.
Quizá algo de esto es lo que dice Ortega cuando analiza las masas rebeldes. Y ahí lo dejo. Por si interesa:

«El hombre-masa no atiende a razones, y sólo aprende en su propia carne».


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Vida y compromiso

En algún sitio hay que estar, es cierto.
Pero se puede estar bregando por mejorar el ámbito en el que cada uno ejerce su acción o como un gorrón.
Bregar supone, como es sabido, esfuerzo y algún que otro choque. Es noble pero no es agradable.
El parásito, por el contrario, goza de la ventaja de no andar lastrado por responsabilidades, límites ni principios. Y así vive, y vive bien, de la sustancia vital de otros que sufren su indolencia.
Y Ortega, si lo entiendo bien, lo aplica a los gestores de la cosa pública. Ahí lo dejo. Por si interesa:

«se ha apoderado de la dirección social un tipo de hombre a quien no interesan los principios de la civilización. No los de ésta o los de aquélla, sino —a lo que hoy puede juzgarse— los de ninguna».


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

jueves, 7 de septiembre de 2017

Vida e inquietud

En un sentido importante vivir se conjuga verdaderamente en presente.
Con un pasado que ya no. Y con un futuro que todavía no. Pero presente que puede arruinar el pasado o el futuro, que puede dotarlos de sentido y plenitud.
Por eso la auténtica vida no puede consistir en dormirse en los laureles. Dice Hegel que Der Geist ist immer unruhig y Agustín que inquietum est cor nostrum, que el espíritu, la vida, o dicho de otro modo, el corazón anda siempre inquieto. Quizá, a la postre, vida, libertad, riesgo y peligro sean sinónimos. Será por palabras...
Algo de esto le entiendo a Ortega. Y ahí lo dejo. Por si interesa:


«la vida, individual o colectiva, personal o histórica, es la única entidad del universo cuya sustancia es peligro. Se compone de peripecias. Es, rigorosamente hablando, drama».


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

El precio y el desprecio del progreso

Cada época tiene sus modos de entenderse y de explicarse.
Platón crea profusamente mitos para sustituir a los mitos homéricos. Porque ve el mundo de un modo distinto.
La modernidad elabora el ilusionante mito del progreso. Que el esfuerzo y la inventiva humana van a dotar a la humanidad de prosperidad siempre creciente. Como si los avances cristalizaran para siempre en monolitos modernos, como si no hubiese que cuidarlos, como si no pudiésemos retroceder, como la piedra de Sísifo en aquel mito griego.
Que no es lo mismo un mito ilusionante que un mito iluso.
Y algo de esto le entiendo a Ortega. Ahí lo dejo. Por si interesa:

“No hay razón para negar la realidad del progreso; pero es preciso corregir la noción que cree seguro este progreso”.


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

martes, 5 de septiembre de 2017

Del individualismo al rebaño

La modernidad se anuncia como una afirmación de la libertad, la subjetividad, la autonomía y otros rasgos típicos de la individualidad.
Se realiza, no obstante, con el auge de las ideologías colectivistas (socialismo, comunismo) negadoras del individuo.
No es lo mismo apuntalar al individuo que sostener el individualismo. Al individuo, tan querido y afirmado por el liberalismo, le falta un punto. Hay algo que le hace tirar por la borda su autonomía, su libertad, su dignidad e integrarse en el rebaño protector.
Hay ahí una dinámica esencial de lo humano. Quien lo descubre, puede intentar zafarse de esta pendiente cultural en la que vivimos, nos movemos y por ahí le andamos.
Algo de esto le entiendo a Ortega. Y ahí lo dejo. Por si interesa:


«La masa —¿quién lo diría al ver su aspecto compacto y multitudinario?— no desea la convivencia con lo que no es ella. Odia a muerte lo que no es ella»,


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

lunes, 4 de septiembre de 2017

Generosidad y libertad

El liberalismo y el capitalismo se basan en la confianza en el individuo. La confianza en que cada uno es capaz de sacar lo mejor de sí. Capaz de proponerse nobles objetivos, de empeñarse vigorosamente para conseguirlos. Y cada uno es capaz también de ser generoso y amable con los menos capaces o menos afortunados.
Cuando lo mejor de cada uno se plasma en el orden social y político tenemos una configuración que se denomina democracia liberal.
Pero también sabemos que hay gente incapaz de aceptar la grandeza. Hay quien vive de azuzar el resentimiento. Por eso la democracia liberal tiene enemigos internos y externos.
Es lo que hay. O algo de eso le entiendo a Ortega. Y ahí lo dejo, por si interesa:


«La forma que en política ha representado la más alta voluntad de convivencia es la democracia liberal. Ella lleva al extremo la resolución de contar con el prójimo y es prototipo de la «acción indirecta». El liberalismo es el principio de derecho político según el cual el poder público, no obstante ser omnipotente, se limita a sí mismo y procura, aun a su costa, dejar hueco en el Estado que él impera para que puedan vivir los que ni piensan ni sienten como él, es decir, como los más fuertes, como la mayoría. El liberalismo —conviene hoy recordar esto— es la suprema generosidad: es el derecho que la mayoría otorga a la minoría y es, por lo tanto, el más noble grito que ha sonado en el planeta. Proclama la decisión de convivir con el enemigo: más aún, con el enemigo débil. Era inverosímil que la especie humana hubiese llegado a una cosa tan bonita, tan paradójica, tan elegante, tan acrobática, tan antinatural. Por eso, no debe sorprender que prontamente parezca esa misma especie resuelta a abandonarla. Es un ejercicio demasiado difícil y complicado para que se consolide en la tierra».



Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.

sábado, 19 de agosto de 2017

Violencia y política

Si todos fuésemos buenos no haría falta policía, ni cárceles. Porque las calamidades serían fenómenos naturales o distracciones. Simples accidentes. Como un tsunami o un conductor que se duerme al volante, el pobre.
Si todos fuésemos buenos, el Estado debiera limitarse a avisar del tsunami y hacer prevención. Y los ciudadanos, a poner velitas y a llorar.

Pero si hubiese alguien malvado, el Estado debiera pararle los pies. Con contundencia. Con violencia si hace falta. El Estado tiene el monopolio de la fuerza para defender a los ciudadanos.

Si el Estado no cumple, pierde su razón de ser. Pone en peligro la tranquilidad (cada uno podría pensar que, puesto que el Estado no me defiende, me defiendo yo) y pone en peligro el propio marco cultural que nos ha costado siglos de esfuerzo.
Quienes ostentan la representación política son responsables. Por ignorancia, pereza o cobardía. No como quienes atacan sino como quienes no defienden, acogen y amparan al enemigo en tiempo de peligro.

Algo de esto le entiendo a Ortega. Y ahí lo dejo. Por si interesa:

«La civilización no es otra cosa que el ensayo de reducir la fuerza a ultima ratio»


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

jueves, 17 de agosto de 2017

El opinador

Algunos piensan que (sos)tener una opinión es suficiente.
Como si no hubiese opiniones estúpidas y aberrantes.
Como si (man)tener una opinión eximiese al opinador de dar razones de su sensatez y, mucho más allá, del respeto a quien opina de otro modo.
Puede verse una pista de por qué esto es así en lo que dice Ortega, si lo entiendo bien. Y ahí lo dejo. Por si interesa:

«El hombre medio se encuentra con «ideas» dentro de sí, pero carece de la función de idear».


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

miércoles, 16 de agosto de 2017

Conócete a ti mismo

Conocerse a sí mismo podría ser una distracción que no ha de tomarse en serio. Un entretenimiento, como determinar si el huevo es antes o después que la gallina.
También podría ser un reto. Una invitación a hacer de la propia vida algo valioso.
Difícil asunto si juzgamos por los resultados. O algo de esto podría entendérsele a Ortega. Y ahí lo dejo. Por si interesa:


«Nos encontramos, pues, con la misma diferencia que eternamente existe entre el tonto y el perspicaz. Éste se sorprende a sí mismo siempre a dos dedos de ser tonto; por ello hace un esfuerzo para escapar a la inminente tontería, y en ese esfuerzo consiste la inteligencia. El tonto, en cambio, no se sospecha a sí mismo: se parece discretísimo, y de ahí la envidiable tranquilidad con que el necio se asienta e instala en su propia torpeza»


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

lunes, 14 de agosto de 2017

Sentir y ser

Lo que sentimos y deseamos pone sobre el tapete de la conciencia lo que somos. Para que sea manifiesto a quien quiera mirar, empezando por el propio sujeto sintiente que diría Zubiri.
Y así se facilita la comprensión, que no es poca cosa conocerse a sí mismo. Y así se favorece la rectificación y mejora cuando ha lugar.
Y quizá por eso Ortega dice lo que dice, si lo entiendo bien. Y ahí lo dejo. Por si interesa:

«El hombre-masa se siente perfecto. Un hombre de selección, para sentirse perfecto, necesita ser especialmente vanidoso, y la creencia en su perfección no está consustancialmente unida a él, no es ingenua, sino que llega de su vanidad, y aun para él mismo tiene un carácter ficticio, imaginario y problemático. Por eso el vanidoso necesita de los demás, busca en ellos la confirmación de la idea que quiere tener de sí mismo. De suerte que ni aun en este caso morboso, ni aun «cegado» por la vanidad, consigue el hombre noble sentirse de verdad completo».


Ortega y Gasset, La rebelión de las masas