A poco que pensemos, nos damos cuenta de que tenemos enormes
posibilidades.
Quizá por eso nuestra realidad es siempre deficitaria.
Por eso algunos optan por deprimirse (y llamarse realistas), otros por no mirar la
realidad (y llamarse idealistas).
Otros toman conciencia de que hemos conseguido algo pero
podemos más, siempre más.
Algo de esto le entiendo a Hölderlin cuando dice:
«¡Oh, sí! El hombre es un dios cuando sueña, un mendigo
cuando reflexiona, y cuando se le acaba el entusiasmo, se queda ahí, como un
hijo mal engendrado al que su padre ha echado de casa, y mira los pobres
centavos con que la compasión alivió su camino.
O ein Gott ist der Mensch, wenn er träumt, ein Bettler, wenn er
nachdenkt, und wenn die Begeisterung hin ist, steht er da, wie ein misrathener
Sohn, den der Vater aus dem Hause stiess, und betrachtet die ärmlichen
Pfennige, die ihm das Mitleid auf den Weg gab»,
Hölderlin, F., Hyperion oder
Der Eremit in Griechenland, 26.