Sartre y la desesperanza del primer discípulo de Cristo
Manuel Ballester
En la medida en que el sufrimiento y la libertad sean algo
más que meras palabras, al hombre se le abre la posibilidad de negar validez al
mundo, de rehuir su colaboración en el mantenimiento de un estado de cosas que
le repele.
La libertad real pone en manos del hombre no sólo a sí mismo
sino también a su modo de vivir y sentir el mundo. Dios podría anular la
libertad pero entonces ya no tendríamos un hombre; por eso «contra un hombre
libre, ni el mismo Dios puede nada».