Huxley, o la elección entre Un mundo
feliz y un individuo consciente
Nietzsche había cerrado el siglo XIX señalando el
vaciamiento de los valores europeos. La primera mitad del siglo XX conoció dos
guerras mundiales. Avanza la conciencia de que la vida europea está tomando
unos derroteros preocupantes.
En ese clima de cansancio, sensación de que la situación
puede empeorar, asistimos a la eclosión de la literatura distópica. Pensemos en
ejemplos como Walden dos (1948) de
Skinner, 1984 (1948) de Orwell o Fahrenheit 451 (1953) de Bradbury.
A Aldous Huxley (1894-1963) cabe situarlo en ese ámbito de preocupaciones, al menos por lo que se refiere a la que quizá sea su obra más célebre: Un mundo feliz (Brave New World, 1932) que hace las delicias de los conocedores de Shakespeare por la enorme cantidad de referencias al dramaturgo, así como por el valor simbólico que adopta en la novela. Las referencias se inician en el título, tomado explícitamente del acto V de La tempestad.