Ante la vida en general (y
también cuando la vida nos pone ante algo terrible) hay quien tiene una actitud
pesimista, se queja y busca culpables. Al margen de que acierte o no en el diagnóstico,
esa actitud genera desánimo y empeora la situación.
Cuando lo terrible está ahí (como
sería un terremoto, una riada que haya arrasado campos y poblaciones), la
actitud realista consiste en remangarse y ponerse a trabajar para salvar lo que
se pueda.
Otra cosa es que la situación
terrible no haya terminado. Entonces el asunto cambia: no es sólo que se pueda
producir desánimo, sino que la cosa puede ir a peor. Entonces hay que señalar
culpables y evitar que sigan empeorando las cosas. No ver esto no es ser
optimista, es ser estúpido o algo peor.
A buen, pocas. A mal, para
qué.