La lengua, a la larga
Manuel Ballester
Estamos ya en plena vorágine electoral. Es un periodo en el
que lo mismo se anuncia el cambio del sistema productivo y laboral o la
solución al cambio climático que se inaugura una curva o se tuerce una recta: lo
importante es la foto, hacer ver que se hace para convencer al votante de que uno
tiene la clave del progreso. Y todo son prisas a la caza del eslogan, de la
ocurrencia pegadiza que quepa en un tweet.
Impera el comprensible cortoplacismo. El riesgo es no llegar
nunca a proyectos de largo alcance. Quiero señalar uno que me parece de interés.
Me refiero a la cuestión de la lengua. A la española, esa lengua que antaño
extendió el Reino de España por el mundo y hoy es la segunda lengua materna (tras el chino mandarín y por
delante del inglés) a nivel mundial.