La mano que mece la urna
Manuel Ballester
Vivimos una semana mágica. Todo el mundo es feliz. Todos han
ganado. Absolutamente todos. Menos Rosa Díez, pero eso estaba cantado. Una
fiesta en la que uno siente serias tentaciones no ya de auxiliar a los vencedores,
como es habitual, sino de ser uno de ellos: que no es que todos hayan ganado
sino que todos “hemos” ganado: yo, tú, nosotros y ellos, la democracia y el
orbe mundial. ¡Una pasada!
Incluso en medio del jolgorio general siempre hay algún
sosainas que nos quiere aguar la fiesta con los datos, las cifras, los números.
Resquicios de un pasado en que en la escuela se enseñaba matemáticas en vez de
preocuparse por la felicidad de los chiquillos. Un malasombra, en cualquier
caso. Ignorante, además, porque podía haber leído las deliciosas Elegias de Duino, pongo por caso. Ahí sostiene
Rilke que los animales viven en el mundo de los datos; quizá también distintas
jerarquías angélicas, que no otra cosa son entre nosotros economistas,
estadistas estadísticos y politólogos. El hombre no. La condición humana se
aparta de estos seres que son más que hombres o menos que hombres y vive en el
mundo interpretado.
La hinchada de los partidos, viejos y nuevos, está feliz.
Han agarrado una melopea interpretativa y a todos nos favorecen los datos. Si
Dios no hubiera muerto, diríamos aquello de Vox
populi, vox Dei que es como si Dios hubiera elevado el simple votante a la
categoría de hagiógrafo guiando con precisión la mano que mece la urna.
Así que el dato interpretado es lo que nos hace felices. Si
el Murcia FC hubiese obtenido los mismos resultados que el Madrid habría hecho
tremendamente feliz a su hinchada. Pero el mismo dato, el mismo resultado, es
interpretado y vivido de un modo distinto por los madridistas. Así parece
funcionar esto de la interpretación: generando expectativas.
El mundo humano es, por eso, delicado, frágil. No es fácil
ser hombre. Es difícil vivir en sociedad. Es complicado organizar el equipo
para que genere ilusión en la hinchada, expectativas en los seguidores y no
defraude luego en el campeonato, en el gobierno, en las elecciones o en el lío
del que se trate. Vivir humanamente es siempre más difícil que organizar el
hormiguero, el rebaño o el coro celestial.
No pretendo realizar una exégesis del texto de Rilke pero
tampoco quisiera dejar en el lector la impresión de que el mundo humano es pura
y simple interpretación o, lo que es lo mismo, que vale cualquier
interpretación. No. Es cierto que los datos desnudos no constituyen la realidad
humana, pero tampoco sería sensata una interpretación hecha de espaldas a los
datos. No es sensato poner de portero a Ronaldo o Messi: no sería una buena
interpretación de las posibilidades de esos equipos.
No sé si es por el yin
y el yang o porque al subidón sigue
el bajón como la bonanza a la tormenta o porque a la interpretación propia se
superpone la perspectiva ajena pero hay casos en los que la realidad tiñe de un
color distinto el mapa. Algo de esto debió intuir a pie de urna Rita Barberá.
Sabrán que la reina regente del Antic
regne de València, la misma que había vaticinado la llegada del caloret por Fallas, exclamó grácilmente:
“Caramba, qué costalada”, o algo así.
Murcia tiene dificultades para gobernar en buena parte de
los ayuntamientos. Y eso no era así hace unos meses. Y eso no era así desde
hace 20 años. En el caso de la Comunidad, ya dijo Pedro Antonio Sánchez en
campaña que podría ocurrir en Murcia lo que ya ocurre en Andalucía. Y aún con
tales expectativas, los votos han sido los que dicen los quesitos del trivial. Si
hubiese que creer que vox populi, vox Dei
habría que ir al relato de Babel, texto que permite la lectura, la
interpretación, de que las cosas están enmarañadas pero también, y por eso
mismo, de que se necesita cabeza, sensatez, para entenderse y no empeorar las
cosas.
Porque todo puede ir a peor. Es momento de, sin ceder en los
principios, sin pisar las legítimas líneas rojas, hacer posible lo que sería el
deseable objetivo de todos: que Murcia prospere. A tenor de los datos, parece
razonable atender al batacazo pero también parece razonable que el PP gobierne.
Los votantes murcianos más jóvenes no recuerdan a un partido
distinto en el gobierno regional. Son muchos años al frente del gobierno. Es
inevitable que se le haya pegado polvo del camino, algunas lapas, algunos
trepas, algunos parásitos, algunos corruptos. Quizá el batacazo se deba a que
los votantes quieren quitar esos lastres. Quizá quien eche una mano al PP, no
sólo haga un favor a Murcia haciendo posible la gobernabilidad. Quizá dé
legitimidad al propio Pedro Antonio para que no le tiemble la mano usando las
tijeras de podar, pues serán otros quienes exijan la limpieza. Y todos ganamos.
Y todos felices, que es de lo que se trata.
Rajoy ha dicho que no hay nada que rectificar, nada que
cambiar. Todo va bien. Que se lo cuente a Rita, mismamente.
No seré yo quien diga que si Zapatero destruyó el Psoe, Rajoy ha hecho lo propio con el
PP. Porque ese galleguismo en política, esa saudade morriñosa, ese no hacer
nada, no meterse en política que decía aquel otro gallego célebre, quizá sea lo
que ha llevado a la costalada y al caloret.
Quizá la interpretación que han hecho los millones de personas que no han
votado al PP y sí lo hicieron en comicios anteriores es que se ha traicionado
los principios, valores, puntos de programa que el PP se comprometió a sacar
adelante.
Porque otro factor que hay que tener en cuenta a la hora de
interpretar los datos es la influencia en estas elecciones de la firma matriz.
Se ha alabado casi unánimemente a César Nebot, pero Rosa Díez lo ha hundido. Se
ha atacado mucho a Miguel Sánchez, pero Albert Rivera lo ha salvado. Y así
hasta llegar a Rajoy y Pedro Antonio.
Si Rajoy no ve nada que cambiar, a lo mejor es que hay que
cambiarlo a él. Es otra interpretación, claro.
Habrá que ver qué interpretación es la que triunfa. Pero no
veo yo a Messi parando penaltis ni a Rajoy recuperando la confianza de quienes
se sienten traicionados por el PP. Arrieros somos y ante elecciones generales,
datos e interpretaciones nos veremos. Al tiempo.
* Publicado en el diario La opinión, jueves 28 de mayo de 2015.
* Publicado en el diario La opinión, jueves 28 de mayo de 2015.
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