Muchos
se declaran impotentes ante la globalización, pero no es nada extraño sentirse
impotente ante las decisiones descentralizadas de millones de seres humanos. Si
otras personas tienen libertad para decidir sobre sus vidas, nosotros no
ejerceremos ese poder sobre ellos, pero a cambio podremos moldear nuestros
destinos como nunca habíamos tenido la oportunidad de hacerlo anteriormente.
Ese tipo de “impotencia” me parece positiva. Nadie lleva el timón de mando,
porque estamos todos dirigiendo el barco
Norberg,
J., En defensa del capitalismo global.
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