domingo, 7 de septiembre de 2025

El extranjero (Camus): ¿vale la pena vivir?

 

 


El extranjero (Camus): ¿vale la pena vivir?

El sinsentido hecho vida

 

 

 

¿Qué pasaría si un día sintieras que nada tiene importancia? Ni la muerte de tu madre, ni el amor, ni Dios. Ni siquiera tu propia vida.

Ese es el mundo en el que habita Meursault, el protagonista de El extranjero de Albert Camus, una de las novelas fundamentales del siglo XX. En ella el absurdo no se argumenta: se encarna, se vive.

 

Rutina tras la muerte de la madre

La historia comienza con la muerte de la madre de Meursault. Tiene entonces que pedir un par de días de permiso en el trabajo para asistir al entierro, coger un autobús, pasar mucho calor, conseguir una corbata negra, una serie de circunstancias menudas, vividas como obligaciones, como lo que toca en este momento, pura rutina. No significan nada.

El día después de la muerte de la madre, se va a la playa. Allí coincide con Marie. Hablan, la invita al cine. Al vestirse, Marie ve la corbata negra, y entonces le pregunta si está de luto. Le dije que mamá había muerto:

“Quiso saber cuándo, y le respondí: “ayer”. Hizo un ligero movimiento, pero ningún comentario. Quise decirle que no era culpa mía, pero me contuve porque pensé que ya se lo había dicho a mi patrón. Esto no significaba nada”.

Siguen con su plan. Esa tarde irán al cine, luego a casa, tendrán relaciones sexuales.

El día siguiente, domingo, Marie ya se ha ido. Meursault reflexiona sobre los últimos acontecimientos desde la muerte de su madre y dice…

“Pensé que, al cabo, era un domingo de menos. Que mamá estaba ahora enterrada. Que iba a volver a mi trabajo y que, después de todo, nada había cambiado”.

A partir de ese momento se desarrolla una relación con Marie. Él la desea. Ella lo quiere. Y por eso, andando el tiempo, Marie le propone matrimonio:

“Por la tarde, Marie vino a buscarme y me preguntó si quería casarme con ella. Le dije que me daba igual y que podíamos hacerlo si era su deseo. Me preguntó entonces si la quería. Contesté, como ya había hecho una vez, que eso no significaba nada. Pero que ciertamente no la quería. ¿Por qué te casarías conmigo entonces? Dijo ella. Le expliqué que la cosa no tenía ninguna importancia. Pero que, si ella lo deseaba, podíamos casarnos”.

Es importante darse cuenta de qué entiende cuando dice que algo no tiene importancia o no significa nada. Si pensara que el matrimonio significa compromiso, entonces podía aceptarlo o rechazarlo según quiera o no comprometerse. Pero no es eso. Para él, el matrimonio no significa nada, ni futuro, ni compromiso, nada. Significa exactamente lo mismo que si Marie un día le pide que la acompañe a una fiesta con un sombrero blanco. Él iría. ¿Qué significa el sombrero blanco? Nada, un capricho de Marie. ¿Qué significa el matrimonio? Nada, un capricho.

¿Qué razón hay para decir que no? Ninguna, por eso se casaría y se pondría el sombrero blanco. ¿Qué razón hay para decir que no? Las mismas que para decir que sí. Pero si Marie se lo pide, lo hará.

Todo es indiferente. Precisamente por eso en Meursault no hay picos afectivos. Ni se eleva ni se hunde. Ni el Eros ni el Tánatos le afectan. Ni el Eros por Marie ni el Tánatos por la muerte de su madre turban su indiferencia.

Crimen sin sentido

En ese clima afectivo y vital, un día, por el calor, por el sol, por el cansancio, se planta ante un hombre y le dispara.

Lo mata. No por odio, no por rabia, no porque hubiese un plan. Sólo porque sí. Es un crimen absurdo, como su vida.

Meursault encarna en ese sentido la tesis central del existencialismo de Camus: la vida no tiene sentido. No hay amor, no hay futuro, no hay Dios, sólo queda la conciencia del sinsentido. Él mismo lo formula con una claridad brutal: “todo el mundo sabe que la vida no vale la pena ser vivida”.

En otra obra, publicada el mismo año 1942, El mito de Sísifo, Camus enfoca esta misma cuestión como la cuestión esencial, pero mientras que aquí la da ya como resuelta y resuelta negativamente, allí la deja abierta y señala que la cuestión esencial de la filosofía es averiguar si la vida tiene o no sentido.

Meursault ha resuelto ya la cuestión y sabe que la vida no tiene sentido. No vale la pena ser vivida.

El extranjero en su propia vida

En ese sentido, hay una historia que él encuentra en un periódico que ilustra muy bien esta situación.

Es la historia de un checoslovaco que abandonó su tierra y prosperó lejos. Con el tiempo quiere volver y se aloja en una posada que regentan su madre y su hermana. No lo reconocen, es un extranjero para ellas y solo ven a alguien que tiene dinero. Lo matan por el dinero porque era un extranjero y su vida no tenía ningún valor para ellas. Su dinero sí.

Este relato recoge la condición esencial del ser humano.

Meursault es un extranjero allí precisamente donde debiera ser reconocido: en su casa. Es extraño para su madre, para sus vecinos, para Marie, pero sobre todo para él mismo. Porque vive como un extraño dentro de su vida, como un extranjero en su mundo, incapaz de reconocer el sentido de la vida y del mundo.

Por eso acepta pacíficamente todo, su vida y su muerte. Y parece mantener un talante estoico, apático, hasta el final, salvo en un instante muy revelador. Porque si nada tiene sentido, nada puede romper su indiferencia, pero no ocurre así.

Cuando llega el capellán y le habla de Dios, entonces se exalta, se enfurece, grita, porque claro, si Dios existe, entonces no todo carece de sentido. Y esa posibilidad anularía toda su vida.

Aquí Camus invierte de facto la célebre sentencia de Dostoyevsky: “si Dios no existe, todo está permitido”. Para Meursault, la cuestión es que si Dios existe, entonces el absurdo se derrumba y su propia vida queda desenmascarada como un error, como una vida absurda que no tendría que haber sido así. Normal que se enfade con el capellán que lo pone ante esta terrible posibilidad.

La cuestión es que quizá la vida no sea absurda, quizá el amor no sea absurdo, quizá el mundo no sea absurdo, quizá sea Meursault quien ha elegido vivir absurdamente y entonces lo único absurdo es su vida y la de quienes eligen esa opción.

Raskólnikov y Meursault: dos destinos

El contraste con Dostoievski es decisivo. Recordemos Crimen y castigo. Es interesante reparar en el paralelismo entre Raskolnikov y Meursault y, por otra parte, entre Sonia y Marie.

Los dos varones matan, asesinan.

Raskolnikov de alguna manera formula teóricamente la idea que Meursault vive y apoyado en esa idea mata, pero siente culpa, una grieta por la cual puede entrar el amor de Sonia en su alma y caldearla y rescatarla. Meursault por el contrario no siente culpa, no busca sentido, no espera salvación. Todo le da lo mismo. Por eso el amor de Marie se estrella contra un muro, no puede hacer nada.

Para uno la culpa le abre a la redención, para el otro la indiferencia cierra toda salida. Y sin embargo, ambos ponen en juego la misma cuestión. ¿La vida vale algo en sí misma?

La pregunta esencial

Camus nos muestra un mundo donde nada tiene sentido. Dostoyevsky nos muestra un mundo donde incluso el pecado, y el pecado más horrible, deja abierta la puerta a la redención.

Y quizá ahí esté la auténtica pregunta para nosotros. ¿Vivimos en el mundo de Meursault o en el de Raskolnikov? Quizá podamos elegir.

Quizá vivamos en el mundo que somos capaces de pensar.