sábado, 13 de septiembre de 2014

A veces veo... ¡expertos educativos!


A veces veo… ¡expertos educativos!



Manuel Ballester


La Consejería de Educación ha despedido el curso escolar publicando los resultados de las evaluaciones externas realizadas a alumnos de 4º de Primaria y 2º de la ESO.

Medida valiente, indudablemente. A poco que se sepa cómo está el patio, está claro que le habría sido más cómodo no hacer nada. El actual Consejero recibió una herencia ruinosa. Su primera prueba Pisa (que evaluaba la gestión anterior) fue un completo desastre. Ha optado por no seguir en la misma dirección. Además de valiente, esta opción es la más inteligente.


Es verdad que diversas asociaciones veníamos reclamando la transparencia en educación desde hace tiempo. Me refiero no sólo al foro que vicepresido, Ciudadanos para el progreso, sino también a colectivos profesionales (Colegio de Licenciados y Doctores), asociaciones de padres (Confapa, Concapa y Amuaci) o la asociación con mayor representación estudiantil de la región (Feremur). Con argumentos y firmeza, hemos hecho llegar a la sociedad y a la Consejería nuestra opinión de que ya era hora de dar información a los ciudadanos, de tratarlos como adultos responsables para que cada uno elija, con datos y según sus puntos de vista, el centro en que quiere que se instruyan sus hijos.

También hay opiniones en contra. Hay quienes consideran que los ciudadanos, que pagan hasta el último euro del sistema educativo, no tienen derecho a saber qué pasa en el centro de sus hijos: total, sólo ponen el dinero y los hijos, mientras que otros ponen las ideas, metodologías y un lenguaje de jerga para que no podamos distinguir si los chicos van a una comuna a hacer proyectitos, al circo a jugar con el algoritmo ABN (antes llamado “cuenta de la vieja”) o a un centro escolar a aprender las tablas de multiplicar.

En resumen, ocurre que en todos los ámbitos que se haga (o deje de hacer) lo que sea, hay críticas. Aunque no todas las críticas son iguales.

Hay, pongo por ejemplo, quienes han sostenido que el único interés de la (pérfida) Consejería es favorecer la (malvada) privada, dejar en evidencia a la enseñanza pública, justificar recortes, apuntalar la Lomce con todas sus tristes deidades infernales pero, ¡oh, sorpresa! los primeros puestos los ocupan centros públicos. Bueeeeno, pues tampoco está tan mal eso de publicar…

Se trataba de eso. La transparencia tiene el sentido de que se vea lo que hay, de que todo el mundo pueda decir que el rey está desnudo, que cualquiera pueda señalar lo que no se está haciendo bien.

No se trata de ser complaciente. Esta medida es una gran mejora y, por eso, me alegro enormemente y aplaudo sin reservas. Y, tras la celebración, seguimos bregando para mejorar.

De la información que nos han proporcionado, quisiera referirme sólo a algún aspecto que me parece de interés.

Se ha dado a conocer la media de cada centro en Lengua e Inglés, maquillada por el índice socioeconómico cultural (Isec). El retoque significa que a las notas se les ha aplicado un índice corrector o, lo que es lo mismo, que los datos que nos ofrecen no corresponden a las calificaciones de los alumnos. No sé si cuando esos chicos aspiren a un puesto de trabajo les van a aplicar también un coeficiente corrector o, por el contrario, con este modo de proceder les estamos acostumbrando a una milonga y ya vendrá la realidad a poner el índice en la llaga. Yo soy más partidario de la verdad: me gustaría saber qué nota han alcanzado, al margen de que en su casa críen gorrinos o dispongan de institutriz.

Nos dan también el dato de la diferencia por sexos. Llámenme sensiblero, pero me enternece ver cómo nuestros expertos educativos manejando datos que no nos dan a los simples mortales, los muy pillines concluyen que las chicas, que leen más y hablan más, ¡tienen mayor capacidad lingüística!

Son los mismos expertos educativos quienes indican que los alumnos cuyos padres tienen mayores expectativas y se preocupan más de sus hijos, obtienen mejores resultados. Y también nos hablan de los repetidores. Y de que los centros bilingües obtienen mejores resultados tanto en inglés como en Lengua española. ¿Y no podría ser que nuestros entrañables expertos educativos hayan vuelto a poner el carro delante del burro? Quiero decir, ¿no podría ser que los padres que se preocupan por sus hijos los hayan llevado a un centro bilingüe y la causa de los buenos resultados sea el interés de los padres más que el bilingüismo? Vaya usted a saber. Claro, que si tuviéramos los resultados históricos (no desde la Reconquista: sólo desde que empezaron a hacerse estas pruebas), quizá podríamos decir algo más sobre esto y tantas otras cosas.

Junto a la publicidad de los resultados, las medidas que hacen que un sistema educativo salga de la atonía y pegue un salto de calidad son dos muy sencillas: lograr que los mejores quieran ser profesores y convertirlos en instructores (no animadores culturales, ni mediadores, ni coleguis) y dotar de autonomía a los centros.


Están al caer los nuevos currículos. Para seguir en esta línea es de esperar que la Consejería elimine de raíz hasta la apariencia de dirigismo, tan contrario a la autonomía de los centros; que aligere las inútiles y farragosas programaciones que sólo sirven para justificar un intérprete que conozca la jerga burocráticopedabóbica y hacer perder un tiempo precioso a los profesores. Recuperar la dignidad de la profesión pasa por quitar tanta burocracia y permitir que los profesores se centren en su tarea de transmitir sus conocimientos, bien demostrados en una oposición rigurosa, basada en conocimientos.

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