jueves, 5 de febrero de 2015

La "irritante" vocación

Tener vocación para algo y sentirse vocacionalmente llamado a ello es algo hermoso que le pasa a ciertas personas. Quizá a todas.

La vocación parece algo no sólo hermoso sino también profundo, arrebatador, que moviliza (motiva, dicen en el lenguaje al uso) las energías del sujeto para dedicarse a una tarea precisa.

Tiene, como es sabido, entraña religiosa. Así se entiende que alguien sienta la llamada, la vocación, abandone la vieja Europa y se vaya al Tercer Mundo o al Quinto Pino a curar enfermos o enseñar analfabetos.

Me parece admirable. Con una condición: que no se confunda la vocación con la competencia profesional. Puede que el motivo (subjetivo) por el que alguien abandona las comodidades de su vida burguesa sea que se siente llamado, pero si quiere sanar enfermos tendrá que aprender medicina y ser un médico competente.

La vocación hace referencia a las motivaciones subjetivas escondidas en lo profundo de nuestra alma y Dios, que ve lo escondido, lo premiará. Por la vocación están donde están, pero si sanan enfermos es porque saben medicina y porque saben matemáticas las enseñan.

Cuando se dice que alguien es un "maestro vocacional" es como si a un enfermo de ébola se le dice que le envían un "misionero vocacional". Casi prefiero un médico profesionalmente competente, sin entrar en sus interioridades vocacionales. De maestros vocacionales, otro tanto.

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