El perro de Maluma
Manuel Ballester
La
llamada clase política no goza de buena prensa. Es frecuente hablar de ellos en
términos despectivos, como una panda de rascaboinas. No digo que sea verdad.
Digo que a veces se detecta esa opinión, a sabiendas de que la opinión (por
pública que sea) no tiene por qué coincidir con la verdad.
Sorprende,
por eso, que cuando los políticos se ponen de acuerdo, entonces empiezan a
tener más que buena prensa: los medios de comunicación les hacen la ola. Que es
como si un acuerdo entre mafiosos fuera, sólo por haberlo pactado, digno del Nobel
de la paz. La sabiduría popular, tan certera como puñetera, va por otro lado
cuando sentencia aquello de reunión de pastores, oveja muerta.
Y así
ocurre que los denostados cuatro partidos que integran la Asamblea han pactado
el nuevo Estatuto que pondrá a Murcia en la Champions
League de las autonomías. Y sólo por eso, los rascaboinas se transforman en
“sus señorías”. Si no, miren la prensa estos días. Comprobarán que nadie (nadie
que cuente, se entiende; ninguno de los nuestros, claro) nadie escatima
alabanzas al pacto. Y así le andan, felices los cuatro, legislando tó el rato,
a ritmo de Maluma baby. Y es que este
pacto estatutario, a estas alturas, podría dar la impresión de que el mismo
perro de Maluma ha marcado el
territorio y que los cuatro son tal para cual, Maluma dixit.
Por eso,
propongo mirar cuál es el contenido del pacto. Hay asuntos varios pero destaca
una cuestión hidrológica y algunas ideológicas. Veamos.
El
agua. ¿Es que el Trasvase dejará de estar amenazado si entre nosotros
acordamos algo? Si las
dificultades en esta materia dependían de un pacto entre los cuatro, ¿a qué
esperaban? ¿no lo sabían, no lo querían? También puede ser que no dependa para
nada de lo que ellos pacten y pongan en el Estatuto, ¿por qué lo ponen,
entonces? Claro que estos días se pasea por aquí Pedro Sánchez y lo aclara: el
tema está resuelto; de hecho, es un apéndice no muy conocido de su Tesis.
Tenemos, pues, en términos dialécticos, que la tesis resuelve todo, sin matices,
sin oposición ni resistencia, sin antítesis ni, por tanto, síntesis que solucione
el problema. Y ahí lo dejo porque todo el mundo sabe que el agua que, como
esta, no has de beber, lo suyo es dejarla correr.
Otro
logro epocal es la cuestión de la “memoria democrática”. Con esto ¿el
aeropuerto podrá llamarse “Juan de la Cierva”? Otra genialidad que, si buscamos
bien, también está resuelta en la tesis aquella, asumida mansamente, sin
antítesis.
La
cuestión del género es otro asunto que se ha sacado en procesión estos días.
Tema sensible donde los haya porque quien se atreve a sugerir que quizá, podría
ser, que a lo mejor, alguna coma no esté bien puesta en estas leyes y estás
prácticas, se puede preparar a recibir todo el repertorio de insultos del
pensamiento único (sinónimo progre de ausencia de pensamiento).
Consciente
de que me aventuro en zona peligrosa, he de comenzar poniéndome la venda y
diciendo que asumo como un logro indiscutible de los tiempos modernos que las
personas sean tratadas en igualdad de derechos al margen de su condición,
orientación o preferencia sexual. Dicho eso, vamos a los textos mismos.
Tenemos
ya desde hace años una Ley que regula la igualdad social LGTB y las
políticas contra la discriminación por orientación sexual. ¿Y qué dice esa ley?
¿Dónde está el problema, si es que hay problema?
Tal como lo veo, el meollo del asunto es que, según
sentencia la ley, lo que determina qué es cada uno no es aquello que estudiamos
en biología (lo de XX y XY) y las tendencias psicoafectivas vinculadas con el
sustrato genético sino los sentimientos o, por atenernos a la letra de la Ley,
no el sexo biológico ni siquiera el "constructo cultural de género"
sino "el sexo sentido" (art. 25.4).
La ley prescribe que todo el mundo debe ser tratado tal como
él diga que se siente. La ley ampara a las personas que, según los criterios
anteriores, eran estigmatizadas como LGTB. Porque sí, porque tienen todo el
derecho a sentirse y organizar su vida así. Y concreta, por ejemplo, que en los
colegios ha de garantizarse "el acceso y uso de las instalaciones del
centro de acuerdo con su identidad de género, incluyendo los aseos y los
vestuarios" (Art. 25.4.d). Para entendernos, si una persona a la que la
naturaleza ha provisto de pene afirmase sentirse mujer, usará el vestuario y
los aseos de las chicas. Porque la ley lo ampara. Pero ¿concede igualdad de
trato a una chica que pudiera experimentar un eventual sentimiento adverso?
Es decir, al articular el asunto sobre los sentimientos, ¿no
genera también la distinción entre sentimientos fetén y sentimientos puritanos,
zafios y fóbicos? ¿No se ataca de raíz la igualdad de trato precisamente en
función de cómo se sienta la gente? ¿No se dota de libertad de movimiento,
pensamiento y sentimiento a personas de nobles sentimientos a quienes ampara,
al mismo tiempo que pone una mordaza a la chusma prejuiciosa a la que hay que
reeducar mediante ingeniería social? ¿Es este el territorio que, en el
Estatuto, el perro de Maluma está por marcar, para blindar el asunto?
Nada nuevo pues, como todo el mundo sabe, también esto está
en la tesis, madre de todas las tesis. Y el acuerdo entre estos políticos
evidencia no sólo que, como dice la canción, ahí le andan, tal para cual,
felices los cuatro, legislando tó el rato que les queda hasta las elecciones. Y
uno se pregunta si en las elecciones, además de su tesis, la de cualquiera de
las cuatro patas del perro (que son tal para cual), también estará la
antítesis, los que no son de los nuestros, que también votan.
Publicado el 5 de abril de 2019 en La opinión de Murcia:
Y en el blog del Grupo Giges:
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