Del Odiseo de Homero al Ulises de Joyce
Se cuenta que James Joyce (1982-1941) pidió a Picasso que ilustrase su obra más célebre y controvertida. Podría ser verdad. En cualquier caso, quizá esta anécdota proporcione una clave importante para abordar el Ulises (1922), del que ahora se cumple el primer centenario.
Ulises, u Odiseo, no es un personaje cualquiera. Homero narra sus andanzas en la Odisea de modo
que sirve de modelo a cualquier hombre, a todo hombre. El Odiseo de Homero
tiene que enfrentarse a una serie de dificultades, que son las aventuras y
desventuras con las que teje la tela de su vida. Y el destino es, como es
sabido, volver al hogar, el lugar donde se siente acogido, valorado y amado por
su familia. Odiseo, Homero y el lector de la Odisea saben todo esto y entienden que si hay desviaciones en el
viaje y en la vida es porque hay una meta clara.
Podría decirse que Joyce no pretende nada distinto de
Homero. Asume que su Ulises es también el prototipo de hombre que sale al mar
del mundo en busca del hogar. Pero en el caso de Leopold Bloom (el Ulises de
Joyce) el lector difícilmente ve qué es desviación y qué es acierto, porque no
está clara la unidad de la vida que encarna Bloom y, como es sabido, a quien no
sabe dónde va todos los vientos le son adversos. Sí está claro que Bloom es
prototipo del hombre moderno, de todos nosotros, en suma.
El Ulises es una
obra controvertida. Hay quienes dicen que su lectura es una simple y llana
pérdida de tiempo: no vale la pena. Y hay argumentos que avalan esa
interpretación: pocos de sus lectores no habrán experimentado un cierto grado
de desesperación. Hay quienes opinan, por el contrario, que es una de las obras
cumbres de la narrativa contemporánea. Entre estos últimos, recordemos la
afirmación de Borges (quien tradujo la obra al español): «En el Ulises hay sentencias, hay párrafos, que
no son inferiores a los más ilustres de Shakespeare. Si tuviésemos que salvar
alguna novela moderna, esta debería ser Ulises
y el Finnegans Wake».
Ante tan diferentes valoraciones, quizá sea razonable
recordar una obviedad: el Ulises es
una novela. Trátela como tal. Léala si le apetece, si considera que le puede
aportar algo valioso. Y quizá esa sea una clave: olvidar los mil estudios
eruditos y sumergirse en la lectura dejándose sorprender. Porque sorprende,
ciertamente. En fin, como cualquier buena novela.
Leopold Bloom, Odiseo, es un hombre de su tiempo, como todos
nosotros, con una profesión y una familia. Se trata
de un agente publicitario judío de 38 años emigrado a Irlanda, «la bella
Irlanda, esa tierra de Dios».
Bloom es, más que un agente publicitario, «el amable arte de
la publicidad; The gentle art of
advertisement». Conoce su oficio y ve el mundo desde su profesión: «para un
anuncio hay que tener repetición. Ese es todo el secreto». Como buen experto en
asuntos cotidianos sabe que «A cada día le basta su periódico». No tiene una
visión clara del mundo ni de su papel en la vida; junto a la frivolidad ante
los asuntos serios exhibe una seriedad ante las futilidades: «si le dijeras a
Bloom: Mira, Bloom ¿Ves esta paja? Es una paja. Lo aseguro por mi abuela que
sería capaz de hablar de eso durante una hora seguida sin agotar el tema».
Picasso, decíamos al principio. Ocurre también con Picasso
que hay quien piensa que su pintura es una tomadura de pelo, que no vale la
pena. Y otros sostienen que es un hito relevante en la historia del arte.
Si el hombre moderno carece de una imagen cabal de sí mismo,
de su realidad y su lugar en el mundo, no sería impensable que el arte que
intenta expresar nuestro tiempo sea un arte fragmentario. Así ocurre en la
pintura de Picasso y así ocurre en cada capítulo del Ulises: cada fragmento, cada capítulo, es una obra técnicamente
relevante, con atisbos de virtuosismo (en el caso de Joyce, recordemos que
Borges lo coloca a la altura de Shakespeare) pero falta su integración en una
totalidad ordenada, un cosmos (que dirían los griegos). Y así parece vivir el
hombre de nuestro tiempo: con esferas de acción regidas cada una por sus
propias reglas de juego pero sin conexión unas con otras.
Si la pintura de Picasso acabó con el arte figurativo, la
escritura de Joyce abre un nuevo cauce en la literatura. Saborear estos nuevos
modos del arte no es del agrado de todos los paladares.
Publicado en Aleteia el 6 de marzo de 2022:
https://es.aleteia.org/2022/03/06/del-odiseo-de-homero-al-ulises-de-joyce/
Interesante reflexión, Manolo.
ResponderEliminarSolo por matizar, los análisis cuantitativos concluyen que Picasso solamente es superado por Miguel Ángel en artes visuales: https://robertocolom.wordpress.com/2010/06/03/eminencia-parte-1/
Me gustaría saber por qué ignoró la petición de Joyce.
Salu2, RC
Me alegra que te guste.
EliminarDe Picasso sólo he leído que no respondió. Tampoco sé por qué
Un abrazo