A propósito de
Ortodoxia, de Chesterton
Capítulo 1: Introduction in Defence of Everything Else
En defensa de todo lo que importa
Manuel
Ballester
Leer un libro es una elección
que ha de hacerse con sumo cuidado. Nuestro tiempo es limitado y, por tanto,
hay que pensar en qué lo empleamos.
Los criterios de elección son
tan variados como los intereses y estados de ánimo de cada lector. Puedo elegir
un libro porque me entretiene o porque me enseña (sin que lo uno excluya lo
otro) o por mil motivos más pero, si la elección es razonable, siempre lo
elegimos porque nos aporta algo que necesitamos oír en este momento.
Vamos a dedicar las
siguientes entregas de la sección A
propósito de a la obra Ortodoxia,
de Chesterton.
Se trata de una especie de ensayo, ameno pero ensayo, publicado en 1908 y que recoge en cierta forma el itinerario intelectual de Chesterton (1874-1936). Chesterton es hijo de su tiempo: asume intelectual y vitalmente las ideas y las experiencias de su época, de la Inglaterra y del mundo occidental de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Asume pero no se somete: muestra su grandeza al cuestionar su mundo, al confrontarlo con un criterio que le permite dar al tiempo, al hombre y a la eternidad, a cada uno, lo que es suyo.
Por ir a lo nuestro: ¿vale la
pena leer hoy Ortodoxia? Se trata, lo
hemos dicho, de un diálogo con los pilares del mundo para saber, lo diremos con
Platón, cómo hay que vivir de manera que nuestra vida valga la pena ser vivida.
Este es, a mi juicio, la clave de bóveda: Chesterton pone su chispeante
inteligencia al servicio de su más profundo anhelo (que podríamos llamar ansia
de eternidad, afán de felicidad o con otros nombres igualmente rotundos)
partiendo de lo que tiene delante, que es el mundo, el universo físico y el
mundo humano (social y cultural).
Si Ortodoxia tiene algo que decirnos es porque el intento de
Chesterton ha sido exitoso y ha superado la perspectiva de principios de siglo
XX, el tiempo en que fue escrito.
Chesterton se convirtió al
catolicismo en 1922. Cuando escribe Ortodoxia
(1908) faltan aún muchos años para que dé ese paso. La confrontación con la
mentalidad de su época no se hace apelando a criterios de índole teológica sino
que se basa en los hechos, la razón, la experiencia, la historia (magistra vitae, como es sabido).
Su meta no es aportar
argumentos que favorezcan a uno u otro bando sino lo que se ha llamado sanity, sensatez, sentido común, cordura.
¿Tiene algo que decir a
nuestro mundo con un relativismo light
que propugna una tolerancia por todo,
con un totalitarismo woke creciente
que no tolera nada, con una censura en alza y el aliento constantemente sentido
de la corrección política? Un mundo, el nuestro, con unas peculiaridades que
piden un criterio de análisis si de lo que se trata es de orientarse, de saber
si vamos a algún sitio y si vale la pena o, por decirlo con Camus: «Juger que la vie vaut ou ne vaut pas la peine d'être vécue» (Juzgar
si la vida vale o no la pena de ser vivida).
Chesterton gusta de las
paradojas porque son modos de sorprender a la inteligencia, de incitar al hombre para que se ponga a indagar. Por eso es autor de una buena colección de
libros de detectives (el célebre padre Brown que, frente a lo que cabría esperar
de él, suele rechazar las explicaciones sobrenaturales y enfocar los problemas
desde su raíz natural y lógica).
El título Ortodoxia es paradójico. Es un término
griego compuesto: orto-doxa, literalmente: correcta (orto) opinión (doxa).
Todos
pensamos que nuestra opinión, nuestro modo de entender el mundo y la vida, es
la correcta o, dicho de otro modo, pensamos que nuestra opinión no es una
opinión más, una perspectiva tan válida o inválida como cualquier otra; no,
pensamos que nuestra opinión es la verdad. La evidencia de que otros lo ven de
otro modo, es decir, que hay otras doxas
que se pretenden verdaderas, es chocante.
Nuestro
mundo, tolerante, tiende a expresar que todas las doxas son igualmente válidas e igualmente respetables. Porque
afirmar esto queda bien. Pero el asunto es que no funciona. Ni en teoría (si
toda opinión es válida, ¿vale también la opinión de que sólo una afirmación es
verdadera y las demás son falsas?) ni en la práctica (¿respetaremos y dejaremos
hacer a quien opina que hay que hacer sacrificios humanos, por ejemplo?).
Se ve
que el gran dogma de nuestro tiempo, la validez de toda doxa, tiene sus problemas. Y eso exige a una persona inteligente,
como es Chesterton y sus lectores, a indagar a ver qué misterio se esconde ahí.
Si
hemos mencionado la dimensión gnoseológica o, por decirlo llanamente, la
perspectiva que hace referencia a lo que podemos conocer, habría que hacer
referencia a otros dos aspectos: qué pasa con el mundo y, last but not least, qué pasa con
nosotros.
¿Qué pasa con el mundo? Es un misterio. En el sentido de que siempre
esconde más y más sorpresas. El mundo es sorprendente, aunque hay
regularidades, uniformidades, que hacen las delicias de los que adoptan una
perspectiva científica; pero si siempre se repitiese, sería aburrido. Y no es
así. Por eso, plantea Chesterton, lo que pasa con el mundo es «¿qué podríamos hacer para
sentirnos, a la vez, tan admirados como acostumbrados al mundo».
¿Qué
pasa con nosotros? Que buscamos un hogar,
un lugar donde se fundan amorosamente las costumbres y las sorpresas.
Y eso
que es el mundo, que podemos verdaderamente conocer, encaja muy bien con
nuestro deseo más profundo: «necesitamos ser plenamente felices en esta tierra
de las maravillas; We need to be happy in
this wonderland», que dice Chesterton.
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