jueves, 5 de diciembre de 2024

Más allá de la mente: El camino hacia la realidad auténtica

 


 

¿Quién no se ha sentido atrapado alguna vez en los laberintos de su propia mente? La inteligencia es creativa, constructiva y, precisamente, por eso, a veces nos encierra en una burbuja de interpretaciones que nos aleja de la realidad.

Nuestra mente puede construir mundos enteros sin necesidad de un ancla en la realidad porque, como decía Simone Weil, «el espíritu no está obligado a creer en la existencia de nada». Su capacidad de construir mundos mentales es fascinante pero no nos garantiza una conexión con la realidad.

Siguiendo con Weil, el contacto auténtico con la existencia se logra a través de la aceptación incondicional y del amor. La inteligencia nos permite interpretar el mundo, pero el amor nos permite experimentarlo en su totalidad. Mientras la inteligencia nos separa de la realidad al construir sus propios mundos, el amor nos une a ella al aceptarla tal como es.

El hombre puede hacer eso porque la inteligencia le permite ver la realidad interpretada y no a la realidad auténtica. La inteligencia es humana, pero no es todo el hombre; la interpretación es real pero no es toda la realidad sino sólo un aspecto.

El contacto del hombre (de todo el hombre, y no sólo de su inteligencia creativa) con la realidad (con toda la realidad, y no sólo con los elementos que cada mundo mental utiliza) sólo se da a través de la aceptación incondicional, del amor, mediante el cual captamos que «belleza y realidad son idénticas».

O esto le entiendo a Weil cuando dice que «el único órgano de contacto con la existencia es la aceptación, el amor. Por esta razón, belleza y realidad son idénticas. Por esa razón, el gozo y la sensación de realidad son idénticos»,

Simone WeilLa gravedad y la gracia.

 

¿Cómo podemos entonces encontrar un equilibrio entre nuestra capacidad de pensar y nuestra necesidad de sentir? Tal vez, como sugiere Weil, la respuesta esté en el amor, en la aceptación incondicional de la realidad.

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