viernes, 19 de septiembre de 2025

Frankenstein y su monstruo: un espejo de la paternidad

 


 


Frankenstein y su monstruo: un espejo de la paternidad

 

La historia de Frankenstein es sobradamente conocida. No hay riesgo de spoiler: se trata de un clásico que gira en torno a una pregunta esencial: la relación entre el creador y su criatura.

No es sólo la historia de un científico y un monstruo. Es la historia de la creación misma y los elementos que intervienen en ella: el escritor y sus personajes, los padres y sus hijos, los inventores y sus obras. En definitiva, hablamos de creación, creador y criatura.

Víctor Frankenstein: fama y abandono

Cuando conocemos a Víctor, descubrimos a un joven feliz y afortunado, pero consumido por su afán de conocimiento. Su objetivo declarado no es la riqueza ni el poder, sino la fama: ser reconocido por haber eliminado las enfermedades y alargado la vida humana.

Lo decisivo es que lo que persigue Víctor no es tanto el bien de la humanidad, sino el reconocimiento público. No basta con obrar el bien: necesita que los demás lo aplaudan. Y en esa búsqueda se comporta como un padre que espera la gratitud de sus hijos sin asumir la responsabilidad del cuidado.

Cuando su criatura cobra vida, el horror sustituye a la expectativa. Y Víctor hace lo que Rousseau con sus propios hijos: huye y abandona.

La criatura: bondad natural y exigencia de justicia

Mary Shelley nos presenta a la criatura como un ser roussoniano: naturalmente bueno, inclinado al bien, que aprende por experiencia. Descubre el frío, el hambre, el fuego, el lenguaje y la escritura. Aprende a comprender el mundo y a sí mismo.

Pero con la autoconciencia llega el dolor: se sabe rechazado. Sus intentos de ayudar son respondidos con miedo y violencia. Descubre que, para los otros, es un monstruo. Y lo que pide entonces es lo que pide todo ser racional: reconocimiento, compañía, alguien que lo acepte tal como es.

Busca a su creador no para destruirlo, sino para exigirle justicia: respeto, cuidado, guía. Reclama lo que un hijo tiene derecho a reclamar a su padre.

El paralelo: creador y criatura

Aquí surge un paralelismo profundo.

  • Víctor busca el reconocimiento de la humanidad: fama y gloria por lo que hace.
  • La criatura busca el reconocimiento de los hombres, de su creador y, finalmente, de una compañera: aceptación por lo que es.

Ambos desean lo mismo en el fondo: ser reconocidos. Pero uno lo busca en la fama, el otro en la compañía.

La compañera rechazada

La petición más humana del monstruo es tener una semejante: alguien con quien compartir la vida. Pero Víctor, aterrorizado por las posibles consecuencias, destruye lo que había comenzado a construir. Y con ello sella el destino de ambos.

El monstruo, traicionado, ya no espera justicia: sólo venganza. Y la historia desemboca en el Ártico, en el círculo del odio y la destrucción.

Conclusión: crear implica responsabilidad

Frankenstein no es sólo un relato gótico de ciencia ficción. Es una advertencia ética. Crear implica responsabilidad: con las ideas, con las obras, con los hijos.

Ni la fama ni el rechazo bastan. El creador no es dueño absoluto de lo que pone en el mundo: debe hacerse cargo, porque lo creado es libre y exige cuidado y guía.

Quizá por eso seguimos leyendo Frankenstein. Porque, al fin y al cabo, es un espejo en el que nos preguntamos:

¿qué hacemos con las criaturas que ponemos en el mundo?



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Mira el análisis completo en Tinta y Caos, mi canal de youtube:

👉 https://youtu.be/78i-Mk-s5zQ

 

Disponible también en Spotify:

https://n9.cl/sgptu


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