Frankenstein
y su monstruo: un espejo de la paternidad
La historia de Frankenstein
es sobradamente conocida. No hay riesgo de spoiler:
se trata de un clásico que gira en torno a una pregunta esencial: la
relación entre el creador y su criatura.
No es sólo la historia de un científico y un monstruo. Es la historia de la creación misma y los elementos que intervienen en ella: el escritor y sus personajes, los padres y sus hijos, los inventores y sus obras. En definitiva, hablamos de creación, creador y criatura.
Víctor Frankenstein: fama y abandono
Cuando conocemos a
Víctor, descubrimos a un joven feliz y afortunado, pero consumido por su afán
de conocimiento. Su objetivo declarado no es la riqueza ni el poder, sino la
fama: ser reconocido por haber eliminado las enfermedades y alargado la vida
humana.
Lo decisivo es que lo
que persigue Víctor no es tanto el bien de la humanidad, sino el reconocimiento
público. No basta con obrar el bien: necesita que los demás lo aplaudan. Y en
esa búsqueda se comporta como un padre que espera la gratitud de sus hijos sin
asumir la responsabilidad del cuidado.
Cuando su criatura
cobra vida, el horror sustituye a la expectativa. Y Víctor hace lo que Rousseau
con sus propios hijos: huye y abandona.
La criatura: bondad natural y exigencia de justicia
Mary Shelley nos
presenta a la criatura como un ser roussoniano: naturalmente bueno, inclinado
al bien, que aprende por experiencia. Descubre el frío, el hambre, el fuego, el
lenguaje y la escritura. Aprende a comprender el mundo y a sí mismo.
Pero con la
autoconciencia llega el dolor: se sabe rechazado. Sus intentos de ayudar son
respondidos con miedo y violencia. Descubre que, para los otros, es un
monstruo. Y lo que pide entonces es lo que pide todo ser racional:
reconocimiento, compañía, alguien que lo acepte tal como es.
Busca a su creador no
para destruirlo, sino para exigirle justicia: respeto, cuidado, guía. Reclama
lo que un hijo tiene derecho a reclamar a su padre.
El paralelo: creador y criatura
Aquí surge un
paralelismo profundo.
- Víctor busca el reconocimiento de la
humanidad: fama y gloria por lo que hace.
- La criatura busca el reconocimiento de los
hombres, de su creador y, finalmente, de una compañera: aceptación por lo
que es.
Ambos desean lo mismo
en el fondo: ser reconocidos. Pero uno lo busca en la fama, el otro en la
compañía.
La compañera rechazada
La petición más humana
del monstruo es tener una semejante: alguien con quien compartir la vida. Pero
Víctor, aterrorizado por las posibles consecuencias, destruye lo que había
comenzado a construir. Y con ello sella el destino de ambos.
El monstruo,
traicionado, ya no espera justicia: sólo venganza. Y la historia desemboca en
el Ártico, en el círculo del odio y la destrucción.
Conclusión: crear implica responsabilidad
Frankenstein no es sólo un relato gótico de ciencia
ficción. Es una advertencia ética. Crear implica responsabilidad: con las
ideas, con las obras, con los hijos.
Ni la fama ni el
rechazo bastan. El creador no es dueño absoluto de lo que pone en el mundo:
debe hacerse cargo, porque lo creado es libre y exige cuidado y guía.
Quizá por eso seguimos
leyendo Frankenstein. Porque, al fin y al cabo, es un espejo en el que
nos preguntamos:
¿qué hacemos con las
criaturas que ponemos en el mundo?
Mira el análisis completo en Tinta y Caos, mi canal de youtube:
👉 https://youtu.be/78i-Mk-s5zQ
Disponible también en Spotify:
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