El suicidio de
Occidente
Manuel
Ballester
Hace
tiempo que se detecta una debilidad en nuestra cultura. Nuestro mundo es
Occidente, un modo de entender y sentir el mundo que ha sido fruto de una larga
tradición o, por decirlo con otros términos: Occidente hunde sus raíces muy
profundamente, en Grecia, Roma y el cristianismo.
Toda
cultura, también la nuestra, es fundamentalmente un legado, tradición, raíces
que transmiten sabia para los nuevos brotes. Y las siguientes generaciones han
de apropiarse de la herencia para seguir construyendo.
Fue
Ortega quien señaló que el hombre moderno, el que está en crisis, se comporta
como un niño mimado: piensa que todo le es debido, que lo tendrá siempre; no
entiende que el primer deber es reconocer el valor de lo que recibe, ser
agradecido e intentar subirse a hombros de los gigantes que son sus antepasados.
Michel
Houellebecq (1956) cuenta en su haber con diversas obras notables en las que
disecciona con precisión quirúrgica el desmoronamiento que se está produciendo
ante nuestras narices. La novela Sumisión
(2015) es, desde esa perspectiva, otra obra maestra. Una más en la serie de
Houellebecq (recuérdese, por ejemplo, Ampliación del campo de batalla, 1994
y Las partículas elementales, 1998)
y, a mi juicio, a la altura y complementaria a la célebre 1984, de Orwell.