La opacidad de los tiempos: Entre el envejecimiento y la muerte
Somos hijos de nuestro tiempo, pero también poseemos la
capacidad única de tomar distancia, pensar críticamente y sacar conclusiones
propias sobre nuestro entorno. El torbellino de nuestra época, desde diversas
pantallas, subraya con urgencia ciertos asuntos mientras que oculta otros. Esta
selección de qué destacar y qué minimizar, ¿cómo afecta nuestra percepción del
mundo y de la vida?
Nuestro tiempo, nuestro mundo, ha alcanzado una capacidad
única para influir en cómo percibimos el mundo y la vida. En Las partículas elementales, Michel
Houellebecq captura una concreción particularmente significativa de este cambio
cuando escribe:
«Su época estaba a punto de lograr una transformación
inaudita: ahogar el sentimiento trágico de la muerte en la sensación más
general e insulsa del envejecimiento» (Houellebecq, Las partículas elementales,
I, 119).
Esta aguda observación del autor nos invita a reflexionar
sobre la manera en que nuestra sociedad ha reconfigurado la tragedia de la
muerte en un proceso casi administrativo del envejecimiento. ¿Qué revela esta
transformación sobre nuestra relación con el tiempo, la vida y nuestra propia y
personal mortalidad? ¿Cómo hemos llegado a este punto y qué implica para
nosotros como individuos y como comunidad?
Que una sociedad sustituya la consideración del “sentimiento
trágico de la muerte” por el problema del “envejecimiento”, no es una cuestión
meramente semántica; refleja un cambio profundo en nuestros valores y
preocupaciones.
Somos hijos de nuestro tiempo, pero también poseedores de
una facultad única para distanciarnos y reflexionar. Al ejercer este pensamiento
crítico, no sólo comprendemos mejor las dinámicas de nuestra era, sino que
también nos dotamos de las herramientas necesarias para moldearla. A través de
esta toma de conciencia, podemos sacar conclusiones que no sólo desafían lo
establecido, sino que proponen caminos alternativos para nuestro futuro.
Frente a esta realidad, tenemos opciones: podemos dejarnos llevar por la trivialidad, convertir la muerte en un juego estilo Halloween, pero también podemos detenernos a considerar si esta evolución es un progreso o una pérdida. ¿Es esta transformación un signo de madurez en nuestra civilización, o es una señal de que estamos perdiendo algo esencial sobre la condición humana?
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