jueves, 27 de junio de 2024

Tiempo, vejez y muerte

La opacidad de los tiempos: Entre el envejecimiento y la muerte

Somos hijos de nuestro tiempo, pero también poseemos la capacidad única de tomar distancia, pensar críticamente y sacar conclusiones propias sobre nuestro entorno. El torbellino de nuestra época, desde diversas pantallas, subraya con urgencia ciertos asuntos mientras que oculta otros. Esta selección de qué destacar y qué minimizar, ¿cómo afecta nuestra percepción del mundo y de la vida?

Nuestro tiempo, nuestro mundo, ha alcanzado una capacidad única para influir en cómo percibimos el mundo y la vida. En Las partículas elementales, Michel Houellebecq captura una concreción particularmente significativa de este cambio cuando escribe:

«Su época estaba a punto de lograr una transformación inaudita: ahogar el sentimiento trágico de la muerte en la sensación más general e insulsa del envejecimiento» (Houellebecq, Las partículas elementales, I, 119).

Esta aguda observación del autor nos invita a reflexionar sobre la manera en que nuestra sociedad ha reconfigurado la tragedia de la muerte en un proceso casi administrativo del envejecimiento. ¿Qué revela esta transformación sobre nuestra relación con el tiempo, la vida y nuestra propia y personal mortalidad? ¿Cómo hemos llegado a este punto y qué implica para nosotros como individuos y como comunidad?

Que una sociedad sustituya la consideración del “sentimiento trágico de la muerte” por el problema del “envejecimiento”, no es una cuestión meramente semántica; refleja un cambio profundo en nuestros valores y preocupaciones.

Somos hijos de nuestro tiempo, pero también poseedores de una facultad única para distanciarnos y reflexionar. Al ejercer este pensamiento crítico, no sólo comprendemos mejor las dinámicas de nuestra era, sino que también nos dotamos de las herramientas necesarias para moldearla. A través de esta toma de conciencia, podemos sacar conclusiones que no sólo desafían lo establecido, sino que proponen caminos alternativos para nuestro futuro.

Frente a esta realidad, tenemos opciones: podemos dejarnos llevar por la trivialidad, convertir la muerte en un juego estilo Halloween, pero también podemos detenernos a considerar si esta evolución es un progreso o una pérdida. ¿Es esta transformación un signo de madurez en nuestra civilización, o es una señal de que estamos perdiendo algo esencial sobre la condición humana?


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