martes, 29 de abril de 2014

26.3. Por un motivo noble


26.3. Por un motivo noble


Los colegas han aprovechado su interés por el Tiburón, le han hecho desear ir a verlo. Pinocho ve claro que se trata de una invitación a abandonar la escuela. El motivo es noble. Si pospone la escuela es llevado por su buen corazón, por el amor a su padre.

No es la primera vez que Pinocho se ve tentado para alejarse del camino correcto. La primera vez fueron los pífanos, la llamada de la feria o, dicho de otra manera, el dejar para mañana la obligación y dedicarse ahora a lo que a uno le apetece, se justificó así: «Hoy (oggi) iré a oír los pífanos y mañana (domani) a la escuela; para ir a la escuela siempre hay tiempo». En otra ocasión cogió una uvas, sólo unos racimos, y la razón era la necesidad, tenía hambre.


Esta ocasión es distinta: no le mueve lo que le apetece; es más, él quiere hacer lo correcto («quiero ir a la escuela»), tiene en cuenta las personas que cuentan («¿Y el maestro, ¿qué dirá?», «¿Y mi madre?») porque si los otros nos influyen, también nuestros actos afectan a quienes tenemos cerca.

Que la madurez de Pinocho es real, que ha ganado en cordura, se nota en que tiene claro qué debe hacer (ir a la escuela, es decir, hacerse buena persona) y que quiere hacerlo. Y se nota también en que, quizá por lo anterior, sabe dar la respuesta correcta. Los “pilluelos” lo han situado ante un dilema. Pero él encuentra la salida:

«¿Sabéis lo que haré?: Quiero ver a ese Tiburón, tengo mis razones…, pero iré después de la escuela».

No se trata, como indican los pilluelos, de oír una lección más o menos, se trata de que la prioridad absoluta de cada persona es cuidar su propia vida porque la escuela simboliza la formación y no hay excusas para no formarse, nada justifica abandonarse.

La solución no satisface a los chicos. Insisten en que el dilema no tiene solución:

«¿Es que te crees que un pez de ese tamaño se va a quedar allí a tu conveniencia? En cuanto se aburra, se irá a otro lugar».

Es el último asalto. Pinocho comienza a dudar, a considerar el abandono, temporal y por un noble motivo, pero abandono de lo que él sabe que es lo mejor, su deber y al alcance de su mano:

«¿Cuánto tiempo se necesita para ir de aquí a la playa?».

Una vez ha dejado entrar en su cabeza esa posibilidad, el pensamiento va deprisa y es el mismo Pinocho quien da la señal de salida:

«Entonces, adelante, ¡Tonto el último!; Dunque, via! e chi più corre, è più bravo!- gritó Pinocho».

Pinocho ha llegado a la escuela. Se ha relacionado con sus iguales. Ha sabido ponerse en su sitio ante las burlas. Se ha ganado el respeto. Pero ahora se equivoca. Y el objetivo de la formación, la meta de la escuela es aprender eso. Porque eso es la ética, el arte de saber qué hay que hacer para que nuestra vida valga la pena. Saber qué hay que hacer, y hacerlo porque en ética «no investigamos para saber qué es la bondad, sino para ser buenos. En otro caso, sería totalmente inútil», según dice Aristóteles en la Ética a Nicómaco.

Pinocho se dirige animado, riéndose, con brío, hacia la playa «¡El infeliz no sabía, en aquel momento, a cuántos temores y a qué terrible desgracia se precipitaba!». Aunque el motivo sea noble, ha cometido un error. Ha sido, además, engañado. Pero ese error le llevará, según avisa Collodi, a la desdicha.

Pero eso hemos de verlo en la próxima entrada.


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