«Una maestra de primaria
estaba dando una clase de dibujo a un grupo de niños de seis años de edad. Al
fondo del aula se sentaba una niña que no solía prestar demasiada atención;
pero en la clase de dibujo sí lo hacía. Durante más de veinte minutos la niña permaneció
sentada ante una hoja de papel, completamente absorta en lo que estaba
haciendo. A la maestra aquello le pareció fascinante. Al final le preguntó que qué
estaba dibujando. Sin levantar la vista, la niña le contestó:
- Estoy dibujando a Dios.
Sorprendida, la maestra
dijo:
- Pero nadie sabe qué
aspecto tiene Dios.
La niña respondió:
- Lo sabrán enseguida».
K. Robinson, El elemento.
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