Nuestra complejidad interior nos permite (nos obliga a)
dudar, desear y ponderar, avanzar y retroceder. Que son modos de dialogar con
nosotros mismos, de poner sobre el tapete los pros y los inconvenientes que nos
habitan. Y a veces el hablar, el dejar constancia externa de lo que se mueve
por dentro, nos ayuda a entendernos. Con más razón si la palabra se plasma en
un papel.
Algo de esto le entiendo a Gabriel Zaid. Ahí lo dejo. Por si
interesa
«La mejor razón para escribir es poder leer algo que uno
necesitaba leer» La lectura concreta, p. 58.
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