Dice
Aristóteles que todos aspiramos por naturaleza a saber.
Como
todo deseo, no sólo es más fuerte en unos que en otros sino que también es más
fuerte en unas épocas de la vida que en otras.
Y a
avivar o atenuar el impulso contribuyen las condiciones del entorno y la
crianza.
Hay
quienes piensan que cuanto más profesionalizado sea el encauzamiento de esa
aspiración natural, mejor y más eficaz, más sabio será el hombre. Ahí se apoyan los partidarios de la escuela de la cuna a la tumba.
Otros,
como Paul Goodman, sostienen que «si los niños fueran a la escuela desde
que nacen para que les enseñaran a hablar, una buena parte de la población
sería tartamuda»
O algo de eso le entiendo a Gabriel Zaid en Los libros y la conversación, p. 114.
Y ahí lo dejo. Por si interesa.
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