Constitución o fraude
Manuel Ballester
Quizá ha sido el azar el que ha colocado tan cerca las
fechas de constitución de las Cortes (el pasado 3 de noviembre) y la conmemoración
de la Constitución del Estado.
Esta cercanía permite percatarse con facilidad de algunas
situaciones chocantes que pueblan la vida política en la actualidad.
Durante años, la fiesta de la Constitución fue una más en el
calendario laboral y escolar. No porque la Constitución no fuese importante
que, siendo la norma fundamental del Estado, no hay ley positiva que se le
iguale. Como digo, no es que no hubiese motivos para festejar. Lo que ocurre es
que se nos había olvidado. En ese sentido, Ortega y Gasset señala el riesgo de
pensar que una sociedad organizada según principios tales como libertad
individual, respeto al discrepante o legalidad es algo natural, que va de soi y no un logro cultural de
primera magnitud. No ver, sigue Ortega, que es una delicada adquisición que hay
que cuidar porque no tiene asegurada su continuidad es una ceguera peligrosa.
La Constitución española funda un marco que protege la
libertad individual frente a quienes quieren imponer sus parciales,
partidistas, perspectivas. Que el individuo que hormiguea en la sociedad civil
pueda pensar y transmitir libremente sus opiniones a sus amigos, a sus hijos,
en la prensa, es un pilar esencial que choca siempre con el anhelo de monopolio
de “lo público” o “lo estatal” de la ideología izquierdista. Siempre habrá
gente que se fíe más de Pedro Sánchez que de Amancio Ortega pero, en ese punto,
La rebelión de las masas señala una
amenaza para este logro cultural en el que estamos: «Este es el mayor peligro que hoy amenaza a la civilización: la
estatificación de la vida, el intervencionismo del Estado, la absorción de toda
espontaneidad social por el Estado».
Implícitamente reconocen casi
todos la importancia de la norma fundamental del Estado. De ahí que consideren
que calificar a alguien de inconstitucional es descalificarlo. Pretenden
algunos, incluso, poner cordones sanitarios para no contagiarse de la lepra de
los ultraextremoanticonstitucionales. Este acoso a Vox, con absoluto desprecio
a la verdad, lo alienta la prensa, los medios de sumisión masiva, realizando un
papel que sonroja incluso a feroces twiteros forofos o, lo que es lo mismo,
profundizando en su propio descrédito.
Y llegamos así a la
constitución del Parlamento el pasado día 3 de noviembre. La izquierda, animada
por volver a enlazar un quinto mes consecutivo subiendo el paro, por el
silencio cómplice ante la mafia de los Eres y otros detalles que tampoco tienen
nada que ver con el Psoe vuelve a mirar mal, muy mal, al partido ultra ese.
Como si Vox fuese un grupo de amigos y no los representantes de varios millones
de españoles hartos y sin complejos.
La izquierda sostiene que Vox
destila odio a la Constitución (lo más sagrado). El partido anticonstitucional
es el enemigo, dice la izquierda, y en algo atina y en algo miente. No percibe
nada extraño cuando abraza a quienes mantienen la ideología más letal en la
historia de la humanidad, o a quienes abiertamente quieren liquidar la
Constitución, a España y a los españoles. Acierta, a mi juicio, al identificar
al enemigo: sólo Vox les planta cara y consigue que sus votantes estén
orgullosos de sus representantes.
Es sabido que en la constitución
del parlamento mismo alguno de los socios de Pedro Sánchez juró su cargo pero
dejó claro que ni hablar de acatar, que allí estaban para dinamitar España. Y
ni inmutarse la izquierda, que son sus socios. Y el centrito y la derechita; en
su línea, sumisos y a no crispar.
Y el partido al que llaman
anticonstitucional fue el único que defendió la Constitución, que exigió que
quien manifiesta que no la va a cumplir no puede ser diputado, que recordó a la
presidenta la función que, en ese punto, le encomienda la Constitución. Fue Vox
quien expresó el sentir de millones de españoles y dijo a la presidenta que si
no cumplía con su cometido, ni ahora que se le estaba recordando, que se
atuviese a las consecuencias… judiciales, naturalmente: somos democráticos y
hacemos las cosas dentro de la legalidad constitucional.
Es verdad que el PP y Cs
también protestaron. Podían haberlo hecho hace ya algunas legislaturas. Lo han
hecho ahora. Porque ahora está Vox, al que se puede votar sin taparse la nariz
y sabiendo qué ideas va a defender.
De modo que aún hay
esperanza. Tras años de creerse la milonga de la superioridad moral de la
ideología más letal en la historia del planeta y del partido más corrupto de
Europa, en vez de seguir desempeñando el papel de tonto útil, se le ha plantado
cara. Acierta la izquierda: en el parlamento ya está su enemigo, ya hay
representantes de la España viva y sin complejos.
Publicado en el Diario La opinión, de Murcia
https://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2019/12/06/constitucion-o-fraude/1073912.html
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