En el universo de Tom Clancy
Manuel Ballester
La ingente obra de Tom Clancy (1947-2013) es sobradamente
conocida. El 1 de octubre se cumple el aniversario de su muerte en Baltimore,
donde había nacido y de cuyo equipo de béisbol (el Baltimore Orioles) fue propietario.
Han sido llevadas al cine muchas de sus novelas de espionaje excelentemente bien documentadas. Giran fundamentalmente en torno a la Agencia americana de inteligencia (la Cia), en el contexto de la guerra fría o del terrorismo internacional.
Clancy estudió literatura inglesa en el Loyola college de
Baltimore. Comenzó a trabajar de corredor de seguros y fracasó en su intento de
incorporarse al ejército debido a su deficiencia visual.
Irrumpió en el ámbito literario con La caza del Octubre rojo (The
Hunt for Red October, 1984). Había vertido en la obra su pasión por la vida
militar, escribiendo de un modo que será característica de Clancy: muy
documentado y creible. De hecho, recibió el elogio público del presidente de
los Estados Unidos, Ronald Reagan.
En esta primera obra aparece uno de los personajes
emblemáticos de Clancy: Jack Ryan, hasta el punto de que hay quien habla de la
“saga de Ryan” o, incluso, Ryanverse “universo
Ryan” para referirse (junto a La caza del
Octubre rojo) a Juego de patriotas
(1987), El cardenal del Kremlin
(1988), Peligro inminente (Clear and Present Danger, 1989), La suma
de todos los miedos (The Sum
of All Fears, 1991) y algunas “precuelas” sobre los orígenes de Jack Ryan
(su juventud, ingreso en la Cia,
etc.). En el cine, Jack Ryan ha sido interpretado por actores de la talla de Alec
Baldwin, Harrison Ford, Ben Affleck, Chris Pine y John Krasinski.
La trama de Deuda de
honor (1994) y Órdenes presidenciales
(1996) desarrolla muy verosímilmente atentados terroristas (un avión que se
estrella sobre el Capitolio) contra Estados Unidos. Tras los atentados del 11
de septiembre de 2001 algunos quisieron ver en él un visionario, un Nostradamus
o, simplemente, un gran analista.
Las novelas y películas de espías, con terroristas, agentes
de la Cia suelen presentar unos
tipos humanos desarraigados, en el sentido profundo que da Simone Weil al enracinement, el arraigo. No es
infrecuente que tanto unos como otros vivan en universos lúgubres, rotos, en
los que las personas de ambos bandos juegan una partida en la que se saben
simples peones al servicio de intereses que les exceden. El sistema (la Cia, la Urss…)
tiene unas finalidades y actúa a través de sus “agentes”; el sistema absorbe y
anula la humanidad del agente. Da igual que sea brillante y disfrute del placer
del Martini y las chicas, como James
Bond, o que vaya sucumbiendo poco a poco a la imposibilidad de llevar una vida
apacible, normal. Alguien tiene que quitar la “basura” para que las calles
estén limpias, alguien tiene que “ensuciarse” para velar por la seguridad de
los ciudadanos.
Los personajes de Clancy no son así. No están desarraigados.
Todo lo contrario. Hay grandes conspiraciones, atentados terroristas con
grandes objetivos (desencadenar una guerra entre Estados Unidos y la Urss, por ejemplo) pero los personajes
no están (o no todos están) anulados por el sistema.
Podemos ilustrar esto con un somero vistazo a La caza del Octubre Rojo.
Jack Ryan es un tipo competente, con una excelente relación
humana con sus colegas y amigos, con una estupenda relación con su mujer e hija
(es un hombre de familia, no un lobo solitario). Cuando recurre a expertos que
le ayuden en aspectos técnicos que él no domina, suelen ser también amigos.
Diríamos que la relación dominante (dentro de la Cia y entre los miembros de la tripulación de barcos y
submarinos) es de camaradería, confianza, cariñosas tomaduras de pelo…
Podría pensarse que Clancy lleva a cabo un planteamiento
maniqueo poniendo toda la bondad en la parte del bando americano reservando “el
lado oscuro” para su antagonista. Pero no es así.
A bordo del submarino nuclear Octubre Rojo viaja el prestigioso capitán soviético Marko Ramius,
magníficamente interpretado por Sean Connery en la versión cinematográfica.
Marko vive en un sistema que hace de la desconfianza una pieza fundamental: él
es el capitán, pero a bordo viaja un comisario político y varios agentes del
KGB. Conocedor del universo soviético en el que vive, Makro consigue elaborar
un brillante plan de acción en el que, de alguna manera, el motor fundamental
es el amor a su mujer y se articula sobre la construcción de un grupo de
oficiales entre los que hay confianza.
El mundo de Clancy es brillante, de altos vuelos,
técnicamente bien construido pero sobre todo, es un mundo humano, de hombres
que viven al borde del peligro. De personas que tienen ante sí la posibilidad
de desarraigo, de vivir según el viento que sopla. Algunos sucumben pero los
mejores resisten y vencen. Y con ellos vence lo mejor del ser humano. Y eso nos
regocija como lectores y como personas. Quizá por eso leer a Clancy es siempre
un placer.
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