La vida en tiempos difíciles:
Fabiola
Manuel Ballester
A nadie se le escapa que vivimos momentos difíciles.
Da igual que lo miremos desde la perspectiva de nuestra vida
particular o fijemos nuestra atención en el conjunto de nuestra civilización.
Da igual cuándo leamos esto.
Miremos sólo algunos ejemplos. Pensemos en los duros
momentos de la caída del Imperio Romano, porque Roma era su mundo; para ayudar
a sobrellevar esa calamidad, Agustín de Hipona escribe La ciudad de Dios (412-426). O recordemos los tiempos difíciles que
atravesaron los católicos ingleses desde que Enrique VIII decapitó a Tomás Moro
(1535) hasta la restitución de la jerarquía católica en 1850.
Los tiempos de Enrique VIII fueron malos, pero Tomás Moro
respondió con dignidad. Y eso lo hace grande. Los tiempos de Agustín fueron
revueltos pero él respondió creativamente y nos legó una genial comprensión del
tiempo histórico y la eternidad.
Para la restitución de la
jerarquía católica en Inglaterra, el papa designó a Nicholas Patrick Stephen
Wiseman (1802-1865). De familia anglo-irlandesa, había nacido en Sevilla
(España) y se había formado fundamentalmente en Inglaterra y en el colegio
inglés de Roma. Era un gran erudito, especialista en la antigüedad.
Wiseman vivió tiempos
difíciles. Y trabajó en diversos frentes para mejorarlos. Baste citar su
contribución a la conversión del futuro cardenal Newman o su relación con el
movimiento de Oxford. En ese contexto cabe situar su novela más célebre: Fabiola o la Iglesia de las catacumbas (Fabiola
or, the Church of the Catacombs, 1854). Incidentalmente, cabe señalar que
la casa natal de Wiseman en Sevilla se sitúa en la calle Fabiola, llamada así en
reconocimiento a la novela de la que nos ocupamos.
Fabiola es el personaje
central. Es una joven romana rica, caprichosa, «acostumbrada a
satisfacer todos sus extravagantes antojos, no sabía sacrificar deseo alguno. Abandonada
de esta suerte a sí misma, había leído mucho […] y habíase declarado partidaria
acérrima del refinado epicureísmo intelectual que por largo tiempo estuvo en
boga entre los romanos. Del cristianismo nada conocía, teniéndolo por tan bajo,
material y vulgar, que lo consideraba indigno de su estudio, y sólo le
inspiraba desprecio […] En realidad, sólo creía en la vida presente, y no se
acordaba más que de sus refinados placeres».
La acción tiene lugar en el
año 302. Son tiempos difíciles. Flota en el ambiente cómo se va tejiendo una
nueva persecución contra los cristianos. Será la gran persecución, la de
Diocleciano.
Wiseman trenza con habilidad
la historia y la vida cotidiana de cristianos y paganos, libres y esclavos,
hombres y mujeres, ricos y pobres. Logra una novela histórica entretenida e
ilustrativa.
Son tiempos difíciles. El
cristianismo está extendido pero es desconocido, ignorado, odiado, perseguido.
Así, por ejemplo, cuando unos esclavos celebran un extraño rito, el
centinela cree que son cristianos «porque he oído decir que los cristianos se
juntan de noche y cantan canciones abominables, y cometen toda suerte de
crímenes, como cocer y comerse un niño que matan para su festín». Cuando la
culta Fabiola está ante un viejo conocido que ha adoptado el sorprendente
estilo de vida cristiano, no es capaz de comprenderlo, piensa que se habrá
hecho platónico o pitagórico pero en ningún caso que se haya incorporado a «esa
religión, entre estúpida y malvada, que llaman cristianismo».
La novela nos hace presenciar
cómo fue la organización de la Iglesia en esos momentos, incluyendo
detalles como la descripción de las catacumbas y organización de los
cementerios cristianos. Poniendo en boca de los protagonistas frases que son
copia literal de actas de los mártires, Wiseman
logra hacer entrar al lector en los esfuerzos que tuvieron que hacer los
cristianos para hacerse entender por gente como Fabiola, con una predisposición
adversa debido a que partían de una mentalidad pagana a la que se había unido
una información falsa y una animadversión notable hacia lo cristiano.
Si entre quienes acompañaron a Jesús hubo cobardes, hubo
muchos que le abandonaron, alguno que lo negó y un traidor como Judas, sería
absurdo pensar que entre los cristianos de los siglos posteriores no habría
ningún imprudente o débil, perezoso o traidor. Lo que nos define no son los
tiempos difíciles, sino el modo en que respondemos a ellos. Por eso hubo, hay y
habrá siempre cobardes y traidores. Como también arrepentidos y perdonados.
Santos y mártires.
Vivimos tiempos difíciles. El
contexto y la mentalidad de los personajes de Fabiola se parecen mucho al mundo
en el que nos movemos. Si lo pensamos bien, la sociedad postmoderna,
postcristiana, postverdad, ha vuelto al paganismo. Es un mundo que ha definido
nuevos dioses, que se aferra convulsamente sobre sus “sagrados” valores y que,
por tanto, odia a quienes adoran a un Dios que les resulta extraño. Lógico,
pues, que nuestro mundo persiga esa “religión entre estúpida y malvada que
llaman cristianismo”.
Si este es nuestro tiempo, Fabiola puede proporcionar no sólo
entretenimiento sino también interesantes perspectivas. Para entendernos. Para
no perder de vista qué es sagrado y qué sólo importante o, por decirlo con
Tomás Moro: buen servidor del rey, pero de Dios primero (King's good servant—but God's first).
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