viernes, 1 de abril de 2022

El perro de Odiseo

 


Entusiasmo por la realidad (10)

 

 

El perro de Odiseo

 

 

 

Manuel Ballester

 

 

Quien ha sufrido lejos de su casa y su patria conoce en carne propia la inmensa alegría de volver al hogar.

Tras años de vagar por el mundo, Odiseo por fin alcanzó las costas de Ítaca, su tierra, la patria querida donde estaba su hogar y su familia si es que, al final, no son lo mismo.

Su diosa tutelar es Atenea, su don singular es la inteligencia práctica, la astucia. Hace tiempo que salió de su reino y no sabe cómo ha afectado el paso del tiempo a los asuntos de su familia. Opta por no presentarse a cara descubierta, no se dará a conocer hasta que sepa con certeza cómo están las cosas.

Se deja ver como un mendigo. Un menesteroso que depende de la generosidad ajena. Los otros no ven el auténtico ser de Ulises, no ven al rey de esas tierras y señor de esa casa. Ven a un pordiosero al que pueden tratar con hospitalidad u hostilidad, según les plazca. Ante el mendigo cada uno muestra lo que es: hostil u hospitalario, bárbaro o civilizado (porque ser humano es ser civil).

Así funciona la treta de Ulises. Sin mostrarse, logra que los otros muestren su auténtico ser: su camuflaje les des-cubre. Ulises, rico en astucias, engaña a todos para averiguar la verdad y actuar sabiamente, ajustándose a la realidad.

Sin embargo, no engaña a todos. Hay un pasaje delicioso en el que Homero indica en unos pocos versos cómo es reconocido el rey aún debajo de los andrajos del mendigo. Argos sabe que Ulises ha vuelto a casa.

Argos, el perro que el mismo Ulises crio antes de abandonar su casa, su patria y su reino. Han pasado veinte años. Es una edad muy avanzada para un perro. Pero Homero mantiene vivo a Argos. Es necesario. Porque Argos, anciano, débil, “se acerca moviendo la cola, con las orejas caídas”, sin fuerzas ya para saltar ante su amo. Ulises ha peleado ante bravos guerreros troyanos, ante el Cíclope, ha sufrido naufragios, ha hablado con los muertos en el Hades. Es un prototipo de hombre curtido, duro, que tiene el control de su vida y sus decisiones. Ulises, decimos, ahí pierde el control. Argos le vence: al verlo, Ulises “desvió su mirada, se enjugó una lágrima” y escondió el rostro para que los humanos no descubrieran lo que su anciano perro había sabido inmediatamente.

Luego vendrá la criada, su hijo y su mujer. Pero eso será después. Ahora ya está en casa.

Los griegos sabían que el hombre es un micro-cosmos, un mundo en pequeño, un compendio armónico de todo. En el hombre hay todo (mineral, vegetal, animal, espiritual) con orden y medida. Lo animal en el hombre es la dimensión sentimental: los sentimientos, los afectos, las pasiones, los deseos…

El animal tiene eso. Y nada más. El hombre es más complejo pero tiene también que lidiar con lo sentimental.

La Odisea es la historia de todo hombre. Salir de casa, abandonar el hogar, para salir al mundo a bregar, luchar… Conquistar la propia realidad; fuera es donde nos hacemos lo que somos. Y entonces nos damos cuenta de que todo lo que hemos ganado no sirve de nada si no hay un hogar, una familia, donde nos valoren, acojan y quieran. Eso es el hogar, esa es la patria del hombre, el lugar al que volver siempre.

Es bueno saberlo, porque en nosotros hay razón, sabiduría y espiritualidad. Pero quizá Homero quiso dedicar unos versos al anciano Argos para que no olvidemos que hay que “sentirse” en casa, hay que sentirse acogido, valorado, querido. Hay que sentirse a gusto. O no estamos aún en el hogar que anhelamos y necesitamos.


Publicado en Letras de Parnaso, nº 73, abril 2022, pp. 20-21:

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