Entusiasmo por la realidad (10)
El perro de Odiseo
Manuel Ballester
Quien ha sufrido lejos de su casa y su patria conoce en
carne propia la inmensa alegría de volver al hogar.
Su diosa tutelar es Atenea, su don singular es la
inteligencia práctica, la astucia. Hace tiempo que salió de su reino y no sabe
cómo ha afectado el paso del tiempo a los asuntos de su familia. Opta por no
presentarse a cara descubierta, no se dará a conocer hasta que sepa con certeza
cómo están las cosas.
Se deja ver como un mendigo. Un menesteroso que depende de
la generosidad ajena. Los otros no ven el auténtico ser de Ulises, no ven al
rey de esas tierras y señor de esa casa. Ven a un pordiosero al que pueden
tratar con hospitalidad u hostilidad, según les plazca. Ante el mendigo cada
uno muestra lo que es: hostil u hospitalario, bárbaro o civilizado (porque ser
humano es ser civil).
Así funciona la treta de Ulises. Sin mostrarse, logra que
los otros muestren su auténtico ser: su camuflaje les des-cubre. Ulises, rico
en astucias, engaña a todos para averiguar la verdad y actuar sabiamente,
ajustándose a la realidad.
Sin embargo, no engaña a todos. Hay un pasaje delicioso en
el que Homero indica en unos pocos versos cómo es reconocido el rey aún debajo
de los andrajos del mendigo. Argos sabe que Ulises ha vuelto a casa.
Argos, el perro que el mismo Ulises crio antes de abandonar
su casa, su patria y su reino. Han pasado veinte años. Es una edad muy avanzada
para un perro. Pero Homero mantiene vivo a Argos. Es necesario. Porque Argos,
anciano, débil, “se acerca moviendo la cola, con las orejas caídas”, sin
fuerzas ya para saltar ante su amo. Ulises ha peleado ante bravos guerreros
troyanos, ante el Cíclope, ha sufrido naufragios, ha hablado con los muertos en
el Hades. Es un prototipo de hombre curtido, duro, que tiene el control de su
vida y sus decisiones. Ulises, decimos, ahí pierde el control. Argos le vence:
al verlo, Ulises “desvió su mirada, se enjugó una lágrima” y escondió el rostro
para que los humanos no descubrieran lo que su anciano perro había sabido
inmediatamente.
Luego vendrá la criada, su hijo y su mujer. Pero eso será
después. Ahora ya está en casa.
Los griegos sabían que el hombre es un micro-cosmos, un
mundo en pequeño, un compendio armónico de todo. En el hombre hay todo
(mineral, vegetal, animal, espiritual) con orden y medida. Lo animal en el hombre
es la dimensión sentimental: los sentimientos, los afectos, las pasiones, los
deseos…
El animal tiene eso. Y nada más. El hombre es más complejo
pero tiene también que lidiar con lo sentimental.
La Odisea es la historia de todo hombre. Salir de casa,
abandonar el hogar, para salir al mundo a bregar, luchar… Conquistar la propia
realidad; fuera es donde nos hacemos lo que somos. Y entonces nos damos cuenta
de que todo lo que hemos ganado no sirve de nada si no hay un hogar, una
familia, donde nos valoren, acojan y quieran. Eso es el hogar, esa es la patria
del hombre, el lugar al que volver siempre.
Es bueno saberlo, porque en nosotros hay razón, sabiduría y
espiritualidad. Pero quizá Homero quiso dedicar unos versos al anciano Argos
para que no olvidemos que hay que “sentirse” en casa, hay que sentirse acogido,
valorado, querido. Hay que sentirse a gusto. O no estamos aún en el hogar que
anhelamos y necesitamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario