El individuo en la
red, sobre El montaje de Volkoff
Manuel Ballester
No son pocos quienes sostienen que estamos inmersos en una
nueva guerra fría. Y bien podría ser.
Vladimir Volkoff (1932-2005) es un prolífico escritor que
cuenta con novelas y ensayos entre los que destacan los que dedica al estudio
de la manipulación y la desinformación (Pequeña
historia de la desinformación, 1999 y Manual
de lo políticamente correcto, 2001, entre otros).
Su novela El montaje (1982), traducida a doce idiomas, le valió el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa.
Los lectores de John Le Carré o Tom Clancy disfrutarán
especialmente El montaje pero hay que
decir que, mientras estos autores usan la Guerra Fría como marco en el que se
desenvuelven sus personajes, Volkoff da un paso más y mira qué hay detrás del
decorado. Muestra cómo se construye el contexto, quién lo hace, por qué y qué
consecuencias tiene para nosotros, sus lectores (si es que, al final, la novela
y la vida son lo mismo).
Volkoff está preocupado por el modo en que la gente es
manipulada mediante la desinformación. La novela sigue las peripecias de un
ruso blanco exiliado en París. Como a tantos otros, le puede la nostalgia de la
madre Rusia. Quiere volver, pisar el suelo patrio y vivir entre su gente. Ese
es su deseo más profundo. Contacta con las autoridades rusas que lo investigan
y mantienen sus esperanzas hasta el final, si bien ponen sus ojos en los
servicios que puede prestar a la patria no él sino su hijo, Alexander Psar, que
en ese momento cuenta con 16 años.
A la muerte del padre, el hijo hereda el anhelo por volver a
Rusia. El relato sigue ahora el proceso de formación de un agente de influencia
soviético en Francia ya que en eso se va convirtiendo Psar. Con la promesa de
volver a Rusia treinta años después, es decir, con una planificación de varias
décadas por delante por lo que respecta al protagonista. Pero es una
planificación más amplia y en más niveles; igual que la carrera de Psar es
diseñada con décadas de antelación, se hace lo propio con «un puesto de futuro
diputado, uno de futuro obispo, uno de sindicalista no comunista, uno de
cineasta y otro de periodista» porque se piensa a lo grande: «Nosotros hemos
planificado el siglo XXI».
Si, como se ha dicho, “el
humo de Satanás ha entrado en la Iglesia”, bien pudiera haberlo hecho por la
rendija que muestra esta novela. Porque «estamos aquí para enredar al
mundo», con la célebre doctrina del entrismo, con la manipulación de las masas,
haciendo exactamente lo contrario de lo que se dice («cuando se habla de
“movilizar” a las masas no se apunta más que a un solo objetivo: inmovilizarlas»)
o, lo que es lo mismo, mintiendo.
Además de en las obras
canónicas del comunismo, el personaje que mueve todos los hilos se apoya en la
célebre obra de estrategia El arte de la
guerra. De su autor, Sun Tzu,
dice que «no disponía de los medios adecuados a su genio […] nosotros los
tenemos, pero no únicamente para atacar los planes del Estado Mayor, lo cual
sería irrisorio, sino todos los planes del enemigo desde su natalidad hasta su
literatura, desde su sexualidad hasta su religión».
Se trata de cambiar el
mundo, derribar la civilización occidental, hacer la revolución, teniendo claro
que «las revoluciones modernas se hacen contra la mayoría», “moldeando” la
conciencia de esas mayorías mediante la des-información.
Quienes crean la opinión pública, moldeando, manipulando y
des-informando, ¿saben la verdad? «Quienes tienen las llaves de la des
información deben tener también las de la información, y las llaves de la
información son las del mundo». El príncipe de la mentira conoce la verdad. La
actividad de la serpiente (Chitane)
con Adán fue la primera operación de desinformación: «El Chitane, […] es el Gran Desmontador» que, por otra parte, no anda
lejos de el Gran Inquisidor al que se refiere Dostoievski ya que «toda ideología,
de derecha o de izquierda, que implica la violación de una realidad, es
luciferina en su esencia».
Conocer la verdad, estar en
la realidad y tomar como tarea la desinformación, la confusión de las
conciencias, hacer que la gente viva y piense según la mentira, creando
estructuras que continúan en el tiempo: esa es la tarea en la que se ocupa el
departamento del KGB que capta en sus redes a Alexander Psar.
Si El montaje es sólo una novela, hay que
reconocer que supera al género. Si es algo más, entonces hay que entender que la caída de la Unión Soviética no hace desparecer el
proceso manipulación y desinformación, hay que ser conscientes de que el siglo
XXI sigue en la tupida red tejida por esa ideología aunque ahora no se llame
comunismo sino NOM, Agenda 2030, políticamente correcto o cultura woke, que por nombres no va
a quedar. Al margen del nombre hablamos de guerra cultural y, en esa batalla, Volkoff está en
primera línea: conocer su obra proporcionará abundantes momentos de agradable lucidez.
Si es así, tenemos un diagnóstico. Toca ahora diseñar el tratamiento que
permita una vida sin mentiras (que diría Dreher), una vida según lo más noble y
mejor de nosotros mismos.
El anhelo constante de Psar es volver a la madre Rusia. Su entrega y
dedicación, su obediencia a lo largo de tres décadas, ¿le habrá valido la pena?
¿Volverá, finalmente, a casa? Volkoff nos hace esperar hasta la última línea
del último capítulo para averiguar la respuesta que, por otra parte, sólo puede
ser una.
Publicado en Aleteia, el 24 de julio de 2022:
https://es.aleteia.org/2022/07/24/el-individuo-en-la-red-sobre-el-montaje-de-volkoff/
No hay comentarios:
Publicar un comentario