martes, 13 de agosto de 2024

Ante la aniquilación

 




Sobrevivir a la aniquilación

 

 

 

Manuel Ballester

 

 

Traducido a más de 40 idiomas, Michel Houellebecq (1958) es uno de los autores contemporáneos más relevantes y leídos.

Sus lectores se han visto divididos respecto a su novela Aniquilación (2022). Ha influido en ello su extensión (730 páginas en la edición francesa de Flammarion, 604 en la española de Anagrama) pero no sólo eso, ya que Houellebecq tiene oficio de sobra para mantener el interés de la narración.

Hablamos del acabamiento de Occidente. El título consta de una sola palabra. Pero mientras en el original francés se trata de un verbo que, como tal, indica la acción que se realiza: aniquilar (anéantir), la versión española de Jaime Zulaika (Anagrama, 2022) ha optado por un sustantivo (aniquilación). Que el traductor haya preferido omitir la traducción simple, literal y directa (Aniquilar) puede ser uno de los misterios en los que se mueve el traduttore, traditore o puede ser que se quiera transmitir la idea de que el proceso de destrucción de Occidente está ya instalado y se trata de ver cómo vivimos en este nuevo espacio cultural.

La novela hace avanzar una doble trama. Por una parte, se suceden unos ataques terroristas con objetivos diversos (unos hacen pensar en terroristas climáticos, otros en la extrema derecha, otros en la izquierda) y con presencia de hackers de alto nivel. Esta línea es interesante, involucra a diversos países y el modernísimo mundo de la delincuencia a través de internet; el ciberterrorismo presente en la novela va sembrado huellas y pistas para avisar del siguiente golpe. Sigue un desarrollo según los parámetros de un thriller, una historia de suspense.

En el ministerio que gestiona esta crisis (en época de elecciones presidenciales, además) trabaja Paul Raison, que servirá de nexo con el otro ámbito: su familia. La madre de Paul murió, su padre es un antiguo espía ya jubilado. Completan la familia sus dos hermanos: Aurélien (de carácter débil que vive un matrimonio penoso) y Cécile (afectuosa y ferviente católica). Las parejas (de Paul y las de sus hermanos; y de Madeleine, la compañera de su padre) son también familia, con sus acercamientos y sus ataques, con sus aprecios y desprecios, con su estabilidad y separaciones. La familia de Paul es una familia normal, como la de cualquiera, como la de todos.

«Para la mayoría de la gente la travesía [de la vida], de principio a fin, es solitaria» de ahí que el thriller, donde prima la intriga y los personajes con personalidades de marcada individualidad, encaje mejor con el mundo social, político y económico. Ahí subraya Houellebecq el papel de la política y su mundo, de la prensa («Curiosamente, la prensa, aunque estaba perdiendo la casi totalidad de sus lectores, había incrementado en estos últimos años su poder nocivo, ahora podía arruinar vidas, y no se privaba de hacerlo […] una simple sospecha bastaba para destruir a alguien») y demás aspectos que configuran el mundo moderno cuyo acabamiento se anuncia (aniquilar) y se produce (aniquilación).

Por eso, triunfar en ese mundo supone con frecuencia afirmar y subrayar la individualidad, sustituir los lazos afectivos por los funcionales (de interés) o, por decirlo con Houellebecq: «una mejora de las condiciones de vida va emparejada a menudo con un deterioro de las razones de vivir y en particular de vivir juntos».

Cabría esperar del Houellebeq de otras novelas que mostrase la familia como un lugar de desdicha. No hace eso (quizá este sea uno de los puntos en los que Aniquilación desconcierta a sus lectores). La familia, la de Paul y la de todos nosotros, no es un paraíso; más aún: a veces es un infierno. Hay, lo hemos dicho, debilidades de carácter, enfrentamientos, decepciones, rupturas… Pero hay familia, un lugar donde somos acogidos y valorados por ser lo que somos (padre, hijo, hermano) y no por lo que hacemos y cómo nos va en la vida.

Enfrentan juntos (no como individuos aislados) el típico e inevitable problema de la vejez (y vejez incapacitante) y enfermedad (y enfermedad terminal). Paul sabe qué errores se han cometido, dónde está el camino de vuelta al hogar: «Familia y vida conyugal eran los dos polos residuales alrededor de los cuales se organizaba la vida de los últimos occidentales en esta primera mitad del siglo XXI».

La vejez, la enfermedad terminal, la eutanasia, los cuidados paliativos y otros asuntos tan contemporáneos son abordados de un modo sólido.

Muy al final de la historia, uno de los personajes dedica muchas horas a la lectura; lee a Conan Doyle y a Agatha Christie. Si leyésemos a Holmes o Poirot y, a lo largo de cientos de páginas no encontramos el crimen, quizá es que lo tuvimos delante de nuestras narices desde el principio y el escritor supo distraernos como hacen los ilusionistas.

Decíamos al principio que Aniquilación ha dividido a los lectores habituales de Houellebecq. Quizá por no haber sabido ver el “crimen”, el asunto, desde el principio; quizá porque Houellebecq enfoca su obra de un modo novedoso respecto a su trayectoria: aunque Occidente sea aniquilado, algunos de nosotros (los que tienen familia) aún podrán gozar de un hogar cálido.

Houellebecq no parece Houellebecq, en fin.




Publicado en Letras de Parnaso, Año XII (II Etapa), agosto 2024, nº 87, pp. 120-121


No hay comentarios:

Publicar un comentario